![]() Preservar nuestro patrimonio cultural, en la Comunidad Autónoma de Canarias, es un deber ciudadano, porque a todos pertenece y todos estamos obligados a su conservación y mejora, y es, también, especialmente, un mandato político. El parque cultural de la Zarza en Garafía es, a día de hoy, desafortunada e incomprensiblemente, una tarea inacabada para nuestras autoridades, pues el acceso al yacimiento arqueológico aparece vedado al visitante culto que se acerca al lugar, donde la naturaleza brinda su belleza forestal además del más rico conjunto de petroglifos. La Zarza y la Zarcita han derramado demasiadas lágrimas, durante largo tiempo, aunque este año hayan corrido por el Barranco de Magdalena, en medio de una exuberante vegetación, camino de la Catedral, mezcladas con las abundantes lluvias de un cielo generoso que ha querido regar las tierras de Tagalguen, empapando el bello bosque de laurisilva. La estación de petroglifos de La Zarza lleva demasiado tiempo cerrada y necesita pronta apertura. El paisaje y el paisanaje de Garafía merecen la atención de los organismos públicos para que, en este año lustral, en la isla de La Palma, pueda abrir sus puertas de nuevo a cuantos se acerquen a sus lares, especialmente en la ocasión en la que todos los palmeros y muchos foráneos celebran la Bajada de la Virgen de Las Nieves. La Zarza abierta será entonces la Zarza ardiente de la atención y sensibilidad gubernamental que se hace eco del pueblo, de Garafía, La Palma, y toda Canarias, pues los lugares destacados no se ciñen a la mirada localista, y su patrimonio, como sucede en este caso, se traslada a la riqueza cultural de las llamadas Islas Afortunadas, que en alto grado lo son, pero que pueden dejar de serlo, si no cuidamos nuestra naturaleza y nuestros valores, y dejamos de estar vigilantes, especialmente, con las señas más destacadas de nuestra identidad. No es sano enmudecer indescifrables petroglifos, porque un día, espirales, círculos y semicírculos concéntricos y meandriformes pueden responder los relevantes interrogantes sobre nuestro pasado aborigen. Criticar lo que falta y la larga demora no impide reconocer que el Gobierno de Canarias ha remodelado el edificio de visitantes en la Zarza con acierto, a falta de los últimos detalles de la obra, casi finalizada, como se pudo comprobar, el 27 de agosto, próximo pasado, en el encuentro mantenido en el lugar con presencia del Director General de Cultura y Patrimonio del Gobierno de Canarias, Miguel Ángel Clavijo Redondo, visita oportuna, atendida por la concejala Daina Sgobino Gallizio, representando al Ayuntamiento de Garafía, y que un pueblo, muchas veces olvidado, cuando no castigado, estoy seguro que sabe agradecer, con reconocimiento extensible al Consejero de Cultura del Cabildo Insular de La Palma, Pablo Díaz Cobiella, y a los técnicos y expertos, siempre atentos y sensibles con nuestro patrimonio insular, como Felipe Jorge Pais Pais. Lo cortés no quita lo valiente, en la crítica al largo cierre y el lento proceso de reapertura. Creo fundamentada la opinión del urgente restablecimiento de un servicio cultural que permita recibir la adecuada información en unas instalaciones sencillas, pero acogedoras, y realizar un completo recorrido por el yacimiento o, en su defecto, temporalmente, con la delimitación acotada de alguna zona del sendero en la que se requiera fijación de rocas para evitar desprendimientos. No podemos permitir un borrón en la lista indicativa de España de los grabados rupestres de La Palma, previa a ser Patrimonio de la Humanidad. Es imprescindible evitar el riesgo de que para reconocer lo general en las altas instancias te avergüencen de cuidar lo particular. Dicho lo anterior, al día de hoy, lo cierto es que La Zarza y La Zarcita están cerradas, y que sigue siendo una asignatura pendiente para la autoridad. Ya no se puede esperar más, bajo ninguna condición ni pretexto, pues de existir estaríamos ante la contradicción de una inversión pública en un edificio inutilizado o solo válido como refugio de las locales brujas de Catela. La urgente apertura de La Zarza y la Zarcita debe ser la apuesta conjunta de ciudadanía y Gobierno, de modo que, en fecha próxima, pueda fijarse el cartel indicativo del lugar, legado auarita, con el correspondiente horario de visitas, adornado por los barbusanos, viñátigos y loros de los canarios amantes de su naturaleza y patrimonio, y el estruendoso aplauso de los pinos, fayas y brezos del lugar. Que la voz alzada en Tagalguen, en Benahoare el eco encuentre, alcanzando todo el archipiélago de Las Hespérides, para viajar allende los mares, formando parte de la lista indicativa, camino del Patrimonio de la Humanidad. Ojalá ese grito de Garafía retumbe barranco a barranco por toda La Palma y llegue al resto de las Islas Canarias. La Zarza y La Zarcita no deben esperar más. ¡La Zarza abierta, ya! Manuel de los Reyes Hernández Sánchez.
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Muchos caminos siguen conectando la verde isla del corazón, veredas, atajos, senderos y caminos reales, ayer transitados por nuestros abuelos por razones preferentemente de trabajo, y hoy por los paisanos amantes de la naturaleza y el deporte y por los más variados visitantes. Muchos caminos, acertadamente rehabilitados, y cuidados permiten disfrutar el excepcional paisaje palmero desde la ruta de los volcanes hasta Marcos y Cordero o Los Tilos, buena muestra de la isla marcada por la impresionante caldera de Taburiente. Más allá de los caminos, desde hace bastantes años, las carreteras y pistas forestales comenzaron a serpentear la quebrada tierra palmera, en un desarrollo progresivo, con la introducción de los vehículos mecánicos, junto a la carretera general que, lentamente, iba alcanzando un pueblo tras otro. Pero la apertura de las vías de comunicación, esenciales en toda economía, se iba haciendo con manifiesto desequilibrio entre las diferentes zonas, más significadas fuera del eje central de la isla, como bien pone de relieve el interesante libro "La Palma, la Isla Amputada" de Gonzalo Hernández Sánchez. La deficiente comunicación interior de la isla, limitadora del progreso económico y social, ha venido marcada, entre otras causas, por esa carretera general de circunvalación incompleta con el olvido de un pueblo, Garafía, que producto de su aislamiento ha pasado a ser el municipio con menor renta de Canarias. Una desacertada frase, en espontánea conversación de un destacado cargo del Cabildo Insular, en los años setenta del pasado siglo: “la isla de La Palma acaba en Barlovento”, reflejaba, tristemente, la realidad de entonces, por dolorosa que fuera para los garafianos. La conexión exterior, por carretera, de Garafía, salvando los profundos barrancos de Gallegos y Franceses, se logró en 1959 con la llegada de la guagua, que para casi todos en Santo Domingo era inseparable a su mecánico y conductor, nuestro entrañable Soto. Este acontecimiento supuso solo una alegría momentánea, pues el año del Plan de Estabilización, que marcó el despegue económico nacional, fue el mismo en el que se inició la decadencia de nuestro pueblo, que había alcanzado su máxima expansión demográfica con más de cinco mil habitantes. Hoy la población envejecida no alcanza la cifra de dos mil. A Garafía llegaba la guagua, en un trayecto desde Santa Cruz de La Palma de cinco horas, pero no lo hacía por una vía amplia como al resto de los pueblos, sino por una pista forestal, porque la carretera de circunvalación de la isla, que se acercaba por los dos municipios limítrofes, paró su avance hasta mejores tiempos. Desde entonces el sueño con los más variados comentarios pasó de padres a hijos sin que hubiera un feliz despertar, en el que la palabra proyecto fuera sustituida por término realidad. El anuncio oficial, por el que se hace pública la Resolución de 24 de noviembre de 2022, por el que se somete al trámite de información pública el proyecto de carretera LP-1, tramo Las Tricias-Llano Negro, término municipal de Garafía, ha llenado de gozo este cantón palmero, el lugar de Tagalgen. La apertura de un periodo de alegaciones para unir el tramo Las Tricias con Llano Negro y enlazar la carretera general, que viene por un lado de Puntagorda y por otro de Barlovento, permite presentar cuantas sugerencias se estimen convenientes para que la vieja y nueva carretera de Garafía, que es la carretera de La Palma, sea una realidad. El manifiesto sentir general de los garafianos no debe ser empañado, después de tantos años de espera, con confusos y confundidos mensajes que obedezcan a intereses ajenos a la identidad del pueblo, con independencia de las razonadas discrepancias propias de la ciudadanía de una democracia madura. La opinión crítica debe enriquecer el proyecto con la base común de preservar el medioambiente y cuidar nuestra naturaleza, respeto del que han dado muestra los garafianos, generación tras generación, en sus campos y en sus montes. Quienes han llegado en los últimos años atraídos por el aislamiento de estos lugares, donde imperan los bellos parajes, en gran parte abandonados por diversas causas, entre las que no ha sido ajena la incomunicación y la carencia de una carretera general, han podido comprobar el tratamiento respetuoso de nuestros hombres y mujeres del campo. Integrados más en el paisaje, primero en Buracas y luego en Los Lomitos, entre otros lugares, y menos en el paisanaje, están llamados, también, a corresponder respetuosamente con la identidad de este pueblo, del que ha formado parte ese sueño de una carretera general como algo propio desde hace casi un siglo. El aporte de la mayoría de los que han llegado en los últimos tiempos, que ama y respeta la naturaleza, no puede mezclarse con pretensiones colonizadoras de algunos que, por un modo de vida ajeno al de nuestra gente, condene eternamente a Garafía al último lugar de los pueblos de Canarias. Es un deber del garafiano, consecuente con la lucha de sus antepasados, continuar la brega para lograr que esta Villa esté a la par de los demás municipios. Asistido por la permanencia de mi vínculo garafiano, a lo largo de mi carrera profesional, desarrollada en ocasiones en tierras lejanas, considero estar legitimado para levantar la voz y defender lo que constituye un legado fundamental. Estimando de aplicación la célebre frase “ask what you can do for your country”, presto mi colaboración a nuestros representantes para lograr el importante objetivo de una carretera general de circunvalación para La Palma, al mismo tiempo que pido ayuda solidaria a cuantos valoren este pueblo. Ahora se puede hacer realidad la carretera soñada, la carretera cuyo proyecto, desde hace muchas décadas, marcaba los descreídos comentarios de los garafianos, cuando el tiempo transcurría, sin que aparecieran las dotaciones económicas, o se desviaron las previstas, para que esa carretera general avanzara de un lado u otro. Ahora tratamos de algo nuevo, la carretera general de La Palma, tramo de Garafía, que no es tan nuevo. Ahora examinamos los detalles de un proyecto riguroso, que reduce la superficie afectada respecto al anterior, proyecto necesario y justo para sus habitantes, largamente esperado, con grandes beneficios para la isla entera, y con los mínimos perjuicios que deben ceder ante el interés general o el bien común. Por ello, la primera alegación, una vez leído el riguroso y detallado proyecto, debería ser: enhorabuena. Según el refranero, nunca es tarde si la dicha es buena, y éste es un buen momento para que la isla herida por su propia naturaleza con el impacto del volcán 'Cumbre Vieja" recobre su histórica pujanza y protagonismo en el Archipiélago. Carretera general que acerca, conectando localidades en cinco minutos, en las que ahora se tarda cerca de tres cuartos de hora, como sucede entre El Castillo y Los Lomitos, carretera general que ofrece seguridad medioambiental, por ejemplo, constituyendo una barrera contra el fuego y favoreciendo la lucha en casos de incendio, carretera general que facilita el traslado de accidentados o enfermos graves en casos de urgencia, carretera general que acerca el campo a la ciudad y favorece a campesinos y ganaderos, entre otros, con la oferta de productos de alto valor ecológico, con su famoso queso garafiano, carretera, en definitiva, de gran valor económico y social para la zona, sueño despierto de nuestros padres. Mirar con visión localista esta nueva carretera, vieja en la mente de la mayoría de los garafianos, sería un grave error y un imperdonable perjuicio para el progreso de la zona. Ni La Palma es tan grande para excluir a su segundo municipio en extensión geográfica, ni Garafía es tan pequeña para caer en la insignificancia, porque, además de la realidad socioeconómica, el vínculo histórico del pueblo con la isla, con el aporte del legendario Baltasar Martín y la contribución incuestionable de gran valor democrático de Anselmo Pérez de Brito, no puede ser barrido por el aislamiento y el olvido, cuando más fácil es potenciarlo y mayor el deber de mantenerlo. La Palma es un conjunto que la naturaleza y la historia impiden su mutilación, más allá de lo que la propia geología marque. La atención prioritaria a las zonas directamente afectadas debe entenderse en un desarrollo armónico de la isla y el motor económico de Los Llanos de Aridane no alcanzará un elevado rendimiento sin esa comunicación interior que acerca los puntos de doble incidencia, aporte y consumo. Al mismo tiempo, perfeccionar la comunicación exterior será vital, facilitando los desplazamientos a la isla de turistas y demás foráneos, que valorarán indudablemente la conexión interior de los bellos e impresionantes parajes de esta tierra benahoarita. Garafía espera el apoyo general, como ocurrió hace décadas en aquella gran manifestación en Santa Cruz de La Palma en 1988 a favor de la carretera general. Garafía muestra su satisfacción por ser el municipio que alberga uno de los tres complejos astronómicos mejores del mundo, pero unas deficientes infraestructuras empequeñecen lo que es grande, la carretera general facilitará múltiples accesos, como debe ocurrir con el correspondiente al Roque de los Muchachos. Aquí no se dan puntadas sin hilo y puede ser que se haya elegido el momento político oportuno. Nada que objetar, todo lo contrario. Si el ciudadano debe alzar su voz crítica para poner de relieve los problemas sin resolver, aunque sus representantes no siempre lo entiendan como un aporte fundamental para pasar de la promesa a la acción, el mismo ciudadano nada pierde por reconocer los aciertos a sus políticos, cuando impulsen las apropiadas medidas de fomento. En una democracia madura, queremos creer que ese es nuestro camino, en el que toca, unas veces, alzar la voz y otras asentir. Ahora es la hora de un renacer para La Palma, de la dura lucha, tras las horas trágicas vividas, como consecuencia de la última erupción volcánica, de un relanzamiento imprescindible si los palmeros no queremos caer en la irrelevancia. Respecto al logro la carretera general, solos los garafianos no podemos y por ello necesitamos en este empuje al resto de los palmeros, de los canarios, de los españoles y foráneos atraídos por estas tierras. Garafía casi nada es sin la isla, los palmeros sin Garafía son menos palmeros. El sueño de ayer, la esperanza de hoy, y la carretera de circunvalación del futuro forman una conjunción que levantará a Garafía, en particular, y fortalecerá a La Palma en general. Hoy pedimos un apoyo concreto y fundamental para la carretera al resto de los palmeros, a los canarios y a cuantos quieran solidarizarse con esta isla y con este pueblo. Este es el momento para que Garafía supere su abandono y para que La Palma deje de ser la isla amputada. ¡Cuidado con el espectáculo del volcán!
Cuando aún no se han adjudicado las ayudas, más allá de la diligente atención en alimentos, ropa y alojamiento provisional, no resulta plausible que se dediquen esfuerzos a favor del espectáculo presencial si, al mismo tiempo, se recomiendan medidas de confinamiento en municipios de la isla de La Palma. El razonable interés de muchas personas por ver el volcán lo más próximo posible, conforme a decisiones personales respetables, siempre bajo las normas de seguridad recomendadas, no puede obviar la dura labor que se realiza por tanta gente para minimizar los daños ocasionados por el dióxido de azufre y otros gases, ceniza y lava. Conciliar la promoción turística con las agotadoras jornadas de muchos trabajadores, dependientes de las distintas Administraciones públicas, y de generosos voluntarios, resulta difícil, máxime teniendo presente el sufrimiento de quienes han perdido casi todo. Fomentar visitas en este momento y destinar fondos para organizar las mismas es inexplicable. El fuego puede ser un espectáculo, aunque no creo que sea percibido como tal por quien lo sufre. El rugir del volcán, expulsando lava e iluminando el cielo es impresionante, y tiene gran mérito informar sobre el diario acontecer, acompañando el relato con asombrosas imágenes, especialmente a través de la televisión, pero aplicando el rigor del buen comunicador y evitando convertir la tragedia en espectáculo. Estos días de reflexión ha aflorado en mi mente el recuerdo de largas lecturas del romancero, con versos que estimulaban la imaginación, relatando el famoso incendio, contemplado con deleite por “Nero de Tarpeya”, frente al sufrimiento de niños y viejos que lo padecían; espectáculo para unos y tragedia para otros. Siete días con sus noches la ciudad toda se ardía; por tierra yacen las casas, los templos de tallería… por tierra van en ceniza sus lazos y pedrería. Afortunadamente algunas alegres y desacertadas declaraciones en los inicios de la erupción dieron paso al tratamiento riguroso de la noticia, destacando los daños causados junto a la grandiosa y asombrosa visión del volcán, sin que la mirada perdiera el lado de la tragedia para dar paso al mero cuadro contemplativo. La ola de solidaridad demostrada y la sensatez generalizada de los ciudadanos, dentro y fuera de la isla, constituyen el mejor aval para todos los damnificados por el volcán, pero, como en la meditación hecha al leer el romance, desearía que se evitase cualquier afloramiento de espectáculo que prime frente a la devastación producida. La sana intención de la casi totalidad de quienes viajan a La Palma para ver el volcán y, al mismo tiempo, favorecer la actividad económica se desprende de los comentarios que realizan, y ello es de agradecer. Ahora bien, es fundamental seguir atendiendo a cuantos han sufrido daño con todos los recursos posibles y no fomentar lo que puede ser un desvío de fuerzas y recursos a ese objetivo principal, porque la contemplación del volcán debe estar en un segundo término, y el espectáculo, en estos momentos, debe ser considerado ajeno. El volcán no es injusto ni justo, es una forma de hablar de la naturaleza y ninguna responsabilidad tenemos los palmeros por la erupción. De la decadencia de La Palma, en el plano económico y cultural, dejando de ser la tercera isla de este Archipiélago, en la relevancia de tales campos, y de no apoyar con más medios los estudios científicos, destinando mayores partidas presupuestarias para la investigación, sí se podría responsabilizar a algunos representantes políticos del pasado, pero este no es el momento para hacerlo. La isla de El Hierro ha tenido al gran Tomás Padrón y la isla de La Gomera ha contado con el gran Casimiro Curbelo, y el principal acierto de ambos ha estado en la identificación con sus pueblos, guiados por el interés general, mirando por la isla entera de El Hierro, o por la isla completa de La Gomera. La Palma ha actuado, desde hace mucho tiempo, como dos islas y no ha contado con un líder equiparable. A ello se une la pérdida de protagonismo con ausencia de palmeros en puestos relevantes del Gobierno y en las instituciones canarias, lo que debería corregirse sin caer en posiciones insularistas o provincianas. La Palma ha sido la referencia y el destino de una solidaridad sin parangón, en los últimos tiempos. Sería un despropósito que por miras cortas e intereses localistas se pretendiera establecer una nueva división, partiendo el eje central del desarrollo, con el “vengan aquí que no hay peligro”, aplicado a una parte de la isla, del que se derivaría: “el problema está más allá, en La Banda", traducción simple al mensaje, dado con buena intención, pero no bien explicado de “La Palma es una isla segura”. Miremos el lado bueno de las cosas, de este sentimiento general de ayuda y apoyo y demos prioridad, frente al negocio, a la atención a todos los afectados en este momento. En La Palma debemos operar como un todo, más que nunca, con una lucha coordinada de los ciudadanos y sus autoridades. Evitemos mensajes contradictorios, hablando de seguridad para el turismo y, al mismo tiempo, aconsejando a las personas que no salgan de sus hogares en cinco municipios de la isla. Administremos bien los momentos y elaboremos planes para ese futuro de mayor sosiego que deseamos próximo, apoyando a trabajadores y empresas. Forzar con cierta improvisación la llegada de turistas, sin resolver los problemas más urgentes derivados de los daños ocasionados por el volcán es una pérdida de energías. Ahora no toca. La Palma necesita el esfuerzo de todos sus ciudadanos y el apoyo decidido de los demás canarios, de políticos de la altura de Casimiro Curbelo, más allá de unas palabras acertadas o no, hace pocos días. Los palmeros no deberíamos sumarnos a lamentables comentarios de periodistas y tertulianos foráneos, que desprecian con burla a una de las voces que mayor preocupación ha demostrado por nuestra isla en el Gobierno de Canarias. Frente al destrozo ocasionado, principalmente por la lava, es posible que más de uno haya sentido las ganas de "bombardear" el volcán para reconducir el flujo abrasador, si ello fuera posible. Deberíamos dar las gracias por aportar ideas y que sean los vulcanólogos y demás técnicos los que decidan si conviene o no aplicar medidas sugeridas, por cierto, que ya se han realizado en el pasado en otros lugares, y así entendí su espontánea respuesta al entrevistador. Valoremos la voz de la isla hermana que ahora es una de los principales valedores de la bella tierra de Benahoare, en el Gobierno de Canarias, con bombas o sin bombas. No quisiera acabar estas líneas sin mencionar un hecho cargado de simbolismo que considero acertado. La ofrenda floral de las Fuerzas Armadas ha sido un entrañable acto, cargado de sentimiento, en recuerdo de quienes se fueron para siempre, pero permanecen en nuestra memoria, inspirando nuestro firme propósito de lucha contra la adversidad y dándonos la superior fuerza que necesitamos para vencer. Nunca las flores tuvieron mejor destino. Para mí si hay una palabra más acertada que “gratitud”, esa es la palabra. Manuel de los Reyes Hernández Sánchez, 1 de noviembre de 2021. |
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