Muchos caminos siguen conectando la verde isla del corazón, veredas, atajos, senderos y caminos reales, ayer transitados por nuestros abuelos por razones preferentemente de trabajo, y hoy por los paisanos amantes de la naturaleza y el deporte y por los más variados visitantes. Muchos caminos, acertadamente rehabilitados, y cuidados permiten disfrutar el excepcional paisaje palmero desde la ruta de los volcanes hasta Marcos y Cordero o Los Tilos, buena muestra de la isla marcada por la impresionante caldera de Taburiente. Más allá de los caminos, desde hace bastantes años, las carreteras y pistas forestales comenzaron a serpentear la quebrada tierra palmera, en un desarrollo progresivo, con la introducción de los vehículos mecánicos, junto a la carretera general que, lentamente, iba alcanzando un pueblo tras otro. Pero la apertura de las vías de comunicación, esenciales en toda economía, se iba haciendo con manifiesto desequilibrio entre las diferentes zonas, más significadas fuera del eje central de la isla, como bien pone de relieve el interesante libro "La Palma, la Isla Amputada" de Gonzalo Hernández Sánchez. La deficiente comunicación interior de la isla, limitadora del progreso económico y social, ha venido marcada, entre otras causas, por esa carretera general de circunvalación incompleta con el olvido de un pueblo, Garafía, que producto de su aislamiento ha pasado a ser el municipio con menor renta de Canarias. Una desacertada frase, en espontánea conversación de un destacado cargo del Cabildo Insular, en los años setenta del pasado siglo: “la isla de La Palma acaba en Barlovento”, reflejaba, tristemente, la realidad de entonces, por dolorosa que fuera para los garafianos. La conexión exterior, por carretera, de Garafía, salvando los profundos barrancos de Gallegos y Franceses, se logró en 1959 con la llegada de la guagua, que para casi todos en Santo Domingo era inseparable a su mecánico y conductor, nuestro entrañable Soto. Este acontecimiento supuso solo una alegría momentánea, pues el año del Plan de Estabilización, que marcó el despegue económico nacional, fue el mismo en el que se inició la decadencia de nuestro pueblo, que había alcanzado su máxima expansión demográfica con más de cinco mil habitantes. Hoy la población envejecida no alcanza la cifra de dos mil. A Garafía llegaba la guagua, en un trayecto desde Santa Cruz de La Palma de cinco horas, pero no lo hacía por una vía amplia como al resto de los pueblos, sino por una pista forestal, porque la carretera de circunvalación de la isla, que se acercaba por los dos municipios limítrofes, paró su avance hasta mejores tiempos. Desde entonces el sueño con los más variados comentarios pasó de padres a hijos sin que hubiera un feliz despertar, en el que la palabra proyecto fuera sustituida por término realidad. El anuncio oficial, por el que se hace pública la Resolución de 24 de noviembre de 2022, por el que se somete al trámite de información pública el proyecto de carretera LP-1, tramo Las Tricias-Llano Negro, término municipal de Garafía, ha llenado de gozo este cantón palmero, el lugar de Tagalgen. La apertura de un periodo de alegaciones para unir el tramo Las Tricias con Llano Negro y enlazar la carretera general, que viene por un lado de Puntagorda y por otro de Barlovento, permite presentar cuantas sugerencias se estimen convenientes para que la vieja y nueva carretera de Garafía, que es la carretera de La Palma, sea una realidad. El manifiesto sentir general de los garafianos no debe ser empañado, después de tantos años de espera, con confusos y confundidos mensajes que obedezcan a intereses ajenos a la identidad del pueblo, con independencia de las razonadas discrepancias propias de la ciudadanía de una democracia madura. La opinión crítica debe enriquecer el proyecto con la base común de preservar el medioambiente y cuidar nuestra naturaleza, respeto del que han dado muestra los garafianos, generación tras generación, en sus campos y en sus montes. Quienes han llegado en los últimos años atraídos por el aislamiento de estos lugares, donde imperan los bellos parajes, en gran parte abandonados por diversas causas, entre las que no ha sido ajena la incomunicación y la carencia de una carretera general, han podido comprobar el tratamiento respetuoso de nuestros hombres y mujeres del campo. Integrados más en el paisaje, primero en Buracas y luego en Los Lomitos, entre otros lugares, y menos en el paisanaje, están llamados, también, a corresponder respetuosamente con la identidad de este pueblo, del que ha formado parte ese sueño de una carretera general como algo propio desde hace casi un siglo. El aporte de la mayoría de los que han llegado en los últimos tiempos, que ama y respeta la naturaleza, no puede mezclarse con pretensiones colonizadoras de algunos que, por un modo de vida ajeno al de nuestra gente, condene eternamente a Garafía al último lugar de los pueblos de Canarias. Es un deber del garafiano, consecuente con la lucha de sus antepasados, continuar la brega para lograr que esta Villa esté a la par de los demás municipios. Asistido por la permanencia de mi vínculo garafiano, a lo largo de mi carrera profesional, desarrollada en ocasiones en tierras lejanas, considero estar legitimado para levantar la voz y defender lo que constituye un legado fundamental. Estimando de aplicación la célebre frase “ask what you can do for your country”, presto mi colaboración a nuestros representantes para lograr el importante objetivo de una carretera general de circunvalación para La Palma, al mismo tiempo que pido ayuda solidaria a cuantos valoren este pueblo. Ahora se puede hacer realidad la carretera soñada, la carretera cuyo proyecto, desde hace muchas décadas, marcaba los descreídos comentarios de los garafianos, cuando el tiempo transcurría, sin que aparecieran las dotaciones económicas, o se desviaron las previstas, para que esa carretera general avanzara de un lado u otro. Ahora tratamos de algo nuevo, la carretera general de La Palma, tramo de Garafía, que no es tan nuevo. Ahora examinamos los detalles de un proyecto riguroso, que reduce la superficie afectada respecto al anterior, proyecto necesario y justo para sus habitantes, largamente esperado, con grandes beneficios para la isla entera, y con los mínimos perjuicios que deben ceder ante el interés general o el bien común. Por ello, la primera alegación, una vez leído el riguroso y detallado proyecto, debería ser: enhorabuena. Según el refranero, nunca es tarde si la dicha es buena, y éste es un buen momento para que la isla herida por su propia naturaleza con el impacto del volcán 'Cumbre Vieja" recobre su histórica pujanza y protagonismo en el Archipiélago. Carretera general que acerca, conectando localidades en cinco minutos, en las que ahora se tarda cerca de tres cuartos de hora, como sucede entre El Castillo y Los Lomitos, carretera general que ofrece seguridad medioambiental, por ejemplo, constituyendo una barrera contra el fuego y favoreciendo la lucha en casos de incendio, carretera general que facilita el traslado de accidentados o enfermos graves en casos de urgencia, carretera general que acerca el campo a la ciudad y favorece a campesinos y ganaderos, entre otros, con la oferta de productos de alto valor ecológico, con su famoso queso garafiano, carretera, en definitiva, de gran valor económico y social para la zona, sueño despierto de nuestros padres. Mirar con visión localista esta nueva carretera, vieja en la mente de la mayoría de los garafianos, sería un grave error y un imperdonable perjuicio para el progreso de la zona. Ni La Palma es tan grande para excluir a su segundo municipio en extensión geográfica, ni Garafía es tan pequeña para caer en la insignificancia, porque, además de la realidad socioeconómica, el vínculo histórico del pueblo con la isla, con el aporte del legendario Baltasar Martín y la contribución incuestionable de gran valor democrático de Anselmo Pérez de Brito, no puede ser barrido por el aislamiento y el olvido, cuando más fácil es potenciarlo y mayor el deber de mantenerlo. La Palma es un conjunto que la naturaleza y la historia impiden su mutilación, más allá de lo que la propia geología marque. La atención prioritaria a las zonas directamente afectadas debe entenderse en un desarrollo armónico de la isla y el motor económico de Los Llanos de Aridane no alcanzará un elevado rendimiento sin esa comunicación interior que acerca los puntos de doble incidencia, aporte y consumo. Al mismo tiempo, perfeccionar la comunicación exterior será vital, facilitando los desplazamientos a la isla de turistas y demás foráneos, que valorarán indudablemente la conexión interior de los bellos e impresionantes parajes de esta tierra benahoarita. Garafía espera el apoyo general, como ocurrió hace décadas en aquella gran manifestación en Santa Cruz de La Palma en 1988 a favor de la carretera general. Garafía muestra su satisfacción por ser el municipio que alberga uno de los tres complejos astronómicos mejores del mundo, pero unas deficientes infraestructuras empequeñecen lo que es grande, la carretera general facilitará múltiples accesos, como debe ocurrir con el correspondiente al Roque de los Muchachos. Aquí no se dan puntadas sin hilo y puede ser que se haya elegido el momento político oportuno. Nada que objetar, todo lo contrario. Si el ciudadano debe alzar su voz crítica para poner de relieve los problemas sin resolver, aunque sus representantes no siempre lo entiendan como un aporte fundamental para pasar de la promesa a la acción, el mismo ciudadano nada pierde por reconocer los aciertos a sus políticos, cuando impulsen las apropiadas medidas de fomento. En una democracia madura, queremos creer que ese es nuestro camino, en el que toca, unas veces, alzar la voz y otras asentir. Ahora es la hora de un renacer para La Palma, de la dura lucha, tras las horas trágicas vividas, como consecuencia de la última erupción volcánica, de un relanzamiento imprescindible si los palmeros no queremos caer en la irrelevancia. Respecto al logro la carretera general, solos los garafianos no podemos y por ello necesitamos en este empuje al resto de los palmeros, de los canarios, de los españoles y foráneos atraídos por estas tierras. Garafía casi nada es sin la isla, los palmeros sin Garafía son menos palmeros. El sueño de ayer, la esperanza de hoy, y la carretera de circunvalación del futuro forman una conjunción que levantará a Garafía, en particular, y fortalecerá a La Palma en general. Hoy pedimos un apoyo concreto y fundamental para la carretera al resto de los palmeros, a los canarios y a cuantos quieran solidarizarse con esta isla y con este pueblo. Este es el momento para que Garafía supere su abandono y para que La Palma deje de ser la isla amputada.
13 Comentarios
¡Cuidado con el espectáculo del volcán!
Cuando aún no se han adjudicado las ayudas, más allá de la diligente atención en alimentos, ropa y alojamiento provisional, no resulta plausible que se dediquen esfuerzos a favor del espectáculo presencial si, al mismo tiempo, se recomiendan medidas de confinamiento en municipios de la isla de La Palma. El razonable interés de muchas personas por ver el volcán lo más próximo posible, conforme a decisiones personales respetables, siempre bajo las normas de seguridad recomendadas, no puede obviar la dura labor que se realiza por tanta gente para minimizar los daños ocasionados por el dióxido de azufre y otros gases, ceniza y lava. Conciliar la promoción turística con las agotadoras jornadas de muchos trabajadores, dependientes de las distintas Administraciones públicas, y de generosos voluntarios, resulta difícil, máxime teniendo presente el sufrimiento de quienes han perdido casi todo. Fomentar visitas en este momento y destinar fondos para organizar las mismas es inexplicable. El fuego puede ser un espectáculo, aunque no creo que sea percibido como tal por quien lo sufre. El rugir del volcán, expulsando lava e iluminando el cielo es impresionante, y tiene gran mérito informar sobre el diario acontecer, acompañando el relato con asombrosas imágenes, especialmente a través de la televisión, pero aplicando el rigor del buen comunicador y evitando convertir la tragedia en espectáculo. Estos días de reflexión ha aflorado en mi mente el recuerdo de largas lecturas del romancero, con versos que estimulaban la imaginación, relatando el famoso incendio, contemplado con deleite por “Nero de Tarpeya”, frente al sufrimiento de niños y viejos que lo padecían; espectáculo para unos y tragedia para otros. Siete días con sus noches la ciudad toda se ardía; por tierra yacen las casas, los templos de tallería… por tierra van en ceniza sus lazos y pedrería. Afortunadamente algunas alegres y desacertadas declaraciones en los inicios de la erupción dieron paso al tratamiento riguroso de la noticia, destacando los daños causados junto a la grandiosa y asombrosa visión del volcán, sin que la mirada perdiera el lado de la tragedia para dar paso al mero cuadro contemplativo. La ola de solidaridad demostrada y la sensatez generalizada de los ciudadanos, dentro y fuera de la isla, constituyen el mejor aval para todos los damnificados por el volcán, pero, como en la meditación hecha al leer el romance, desearía que se evitase cualquier afloramiento de espectáculo que prime frente a la devastación producida. La sana intención de la casi totalidad de quienes viajan a La Palma para ver el volcán y, al mismo tiempo, favorecer la actividad económica se desprende de los comentarios que realizan, y ello es de agradecer. Ahora bien, es fundamental seguir atendiendo a cuantos han sufrido daño con todos los recursos posibles y no fomentar lo que puede ser un desvío de fuerzas y recursos a ese objetivo principal, porque la contemplación del volcán debe estar en un segundo término, y el espectáculo, en estos momentos, debe ser considerado ajeno. El volcán no es injusto ni justo, es una forma de hablar de la naturaleza y ninguna responsabilidad tenemos los palmeros por la erupción. De la decadencia de La Palma, en el plano económico y cultural, dejando de ser la tercera isla de este Archipiélago, en la relevancia de tales campos, y de no apoyar con más medios los estudios científicos, destinando mayores partidas presupuestarias para la investigación, sí se podría responsabilizar a algunos representantes políticos del pasado, pero este no es el momento para hacerlo. La isla de El Hierro ha tenido al gran Tomás Padrón y la isla de La Gomera ha contado con el gran Casimiro Curbelo, y el principal acierto de ambos ha estado en la identificación con sus pueblos, guiados por el interés general, mirando por la isla entera de El Hierro, o por la isla completa de La Gomera. La Palma ha actuado, desde hace mucho tiempo, como dos islas y no ha contado con un líder equiparable. A ello se une la pérdida de protagonismo con ausencia de palmeros en puestos relevantes del Gobierno y en las instituciones canarias, lo que debería corregirse sin caer en posiciones insularistas o provincianas. La Palma ha sido la referencia y el destino de una solidaridad sin parangón, en los últimos tiempos. Sería un despropósito que por miras cortas e intereses localistas se pretendiera establecer una nueva división, partiendo el eje central del desarrollo, con el “vengan aquí que no hay peligro”, aplicado a una parte de la isla, del que se derivaría: “el problema está más allá, en La Banda", traducción simple al mensaje, dado con buena intención, pero no bien explicado de “La Palma es una isla segura”. Miremos el lado bueno de las cosas, de este sentimiento general de ayuda y apoyo y demos prioridad, frente al negocio, a la atención a todos los afectados en este momento. En La Palma debemos operar como un todo, más que nunca, con una lucha coordinada de los ciudadanos y sus autoridades. Evitemos mensajes contradictorios, hablando de seguridad para el turismo y, al mismo tiempo, aconsejando a las personas que no salgan de sus hogares en cinco municipios de la isla. Administremos bien los momentos y elaboremos planes para ese futuro de mayor sosiego que deseamos próximo, apoyando a trabajadores y empresas. Forzar con cierta improvisación la llegada de turistas, sin resolver los problemas más urgentes derivados de los daños ocasionados por el volcán es una pérdida de energías. Ahora no toca. La Palma necesita el esfuerzo de todos sus ciudadanos y el apoyo decidido de los demás canarios, de políticos de la altura de Casimiro Curbelo, más allá de unas palabras acertadas o no, hace pocos días. Los palmeros no deberíamos sumarnos a lamentables comentarios de periodistas y tertulianos foráneos, que desprecian con burla a una de las voces que mayor preocupación ha demostrado por nuestra isla en el Gobierno de Canarias. Frente al destrozo ocasionado, principalmente por la lava, es posible que más de uno haya sentido las ganas de "bombardear" el volcán para reconducir el flujo abrasador, si ello fuera posible. Deberíamos dar las gracias por aportar ideas y que sean los vulcanólogos y demás técnicos los que decidan si conviene o no aplicar medidas sugeridas, por cierto, que ya se han realizado en el pasado en otros lugares, y así entendí su espontánea respuesta al entrevistador. Valoremos la voz de la isla hermana que ahora es una de los principales valedores de la bella tierra de Benahoare, en el Gobierno de Canarias, con bombas o sin bombas. No quisiera acabar estas líneas sin mencionar un hecho cargado de simbolismo que considero acertado. La ofrenda floral de las Fuerzas Armadas ha sido un entrañable acto, cargado de sentimiento, en recuerdo de quienes se fueron para siempre, pero permanecen en nuestra memoria, inspirando nuestro firme propósito de lucha contra la adversidad y dándonos la superior fuerza que necesitamos para vencer. Nunca las flores tuvieron mejor destino. Para mí si hay una palabra más acertada que “gratitud”, esa es la palabra. Manuel de los Reyes Hernández Sánchez, 1 de noviembre de 2021. Volcán, ceniza y lava. Sentimientos de pena, dolor y desgarro siguen presentes ante la tragedia, causada por la erupción del volcán de Cumbre Vieja en La Palma, marcando la más amplia tristeza de los últimos tiempos en la isla. Silencios elocuentes, miradas perdidas y palabras entrecortadas se mezclan en los emocionados encuentros o en las comunicaciones que de todas partes llegan. Pero, frente al difícil consuelo, ha surgido una ola de solidaridad en toda Canarias, que se ha extendido al resto del país, como yo nunca había conocido. Esa solidaridad amplia, profunda y compartida será esencial para evitar la derrota de quienes han perdido casi todo y cualesquiera otros afectados, para continuar la lucha y renacer con fuerza, mirando al futuro, con las palabras mágicas del gran poeta gomero, la esperanza nos mantiene. En este marco, ante la magnitud de los daños ocasionados, no sobra la aportación de ideas de los ciudadanos para su examen por los técnicos dependientes de los diversos responsables políticos. En ese plano se inscribe esta modesta reflexión en la que nada se pierde si no fuere apropiada o considerada, análisis derivado de la sana crítica a las actuaciones habidas y lo que considero confusión de momentos que pueden suponer una importante pérdida de energía, porque equivocar los momentos implica desacierto y añadir desengaño al desastre natural. Este es el momento de la seguridad de los ciudadanos afectados por la erupción volcánica, de la atención vital de las personas, de la escucha y del aliento. Este es el momento de la solidaridad, de la ayuda desinteresada y del control riguroso de la misma, para que llegue directa e íntegramente a quienes la necesitan. Es fundamental aprender las lecciones del pasado, evitando cualquier desviación de recursos de su destino prioritario, como la contratación extraordinaria de personal para su acceso a puestos de la Administración por vías torticeras, hecho ocurrido en 1981, para atender la burocracia derivada de las enfermedades ocasionadas por el aceite de colza adulterado, en detrimento de las personas damnificadas. No caben ahora actuaciones que impliquen desaprovechar la generosa aportación del voluntariado. Este es el momento de las parcas palabras de la autoridad y del protagonismo de los vulcanólogos, geólogos y demás científicos. Este es el momento del apoyo y reconocimiento continuo a cuantos trabajan en vanguardia para el bien general con los drones vigilantes, con las distintas mediciones del dióxido de azufre y otros gases, con el examen de los piroclastos, actuando con prudencia, pero sin miedo ante la lava, las enormes columnas de humo, la ceniza y el tremendo rugir del volcán. Este no es el momento del espectáculo, de las maravillas naturales ni de la oferta turística, más allá de la necesaria para quienes puedan venir a la isla movidos por razones de conocimiento o estudio, pero sí puede ser el momento de la rigurosa y discreta planificación de múltiples actuaciones para un futuro que deseamos próximo, tan pronto las circunstancias las hagan posibles. Sin dilación, pero sin precipitaciones controvertidas, serán imprescindibles las políticas de fomento con altas miras en el turismo de modo que el enorme daño del volcán con una naturaleza transformada de paso a una etapa floreciente en la llegada de visitantes; pero todo en su momento. Este no es el momento de la complacencia. Este es el mejor momento para hablar claro sin obviar nunca la debida madurez de los ciudadanos, apelando al esfuerzo, el sacrificio y la voluntad de progreso que nuestros palmeros mayores han demostrado con creces. Este es el momento del dolor, de la lucha, de la fortaleza y de la esperanza. Ante la intensidad de la catástrofe, este es el momento de la verdad. La confusión del momento inicial, resaltando lo espectacular y maravilloso, realizando alegres declaraciones con desplazamientos de locutores de las diversas cadenas de radio y televisión, ha hecho más daño que bien. En algunos casos, los lamentables errores informativos, hablando de palmenses, añadiendo a Canarias la isla de Formentera o inventado un nuevo pueblo “El Mazo” poco beneficio han aportado, y ninguno cuando el morbo se convirtió en protagonista. No obstante, es de justicia reconocer que a ese mal momento le ha sucedido otro en el que periodistas cualificados, actuando con mucho rigor, se han impuesto con gran seriedad en la información. En el plano de la actuación pública, más allá de determinados desaciertos iniciales y de algún protagonismo con declaraciones que eran más propias de los técnicos, los distintos cargos y responsables de las fuerzas políticas han actuado coordinadamente, con loable dedicación, en general y, en algunos casos, con la más abnegada entrega. La rápida respuesta y presencia de autoridades de máximo rango han puesto de manifiesto que los palmeros no estamos solos ni abandonados. Palabras de aliento y apoyo reconfortantes en el momento oportuno. Pronto podremos comprobar si las promesas de ayuda se convierten en realidades observables por todos. Sería un atrevimiento, por mi parte, realizar cualquier propuesta fundada ante eficientes expertos en los distintos campos con los que cuenta la autoridad para adoptar las mejores decisiones. Ahora bien, como se ha dicho más arriba, no parece un despropósito aportar ideas y sugerencias para su consideración por quienes estudien las medidas apropiadas que permitan el desarrollo de la isla y, al mismo tiempo, que se hagan observaciones, cargadas de experiencia, que puedan ser de provecho. Es indudable que se impone, en primer lugar, la construcción o arrendamiento de viviendas para los afectados, y la realización de obras de infraestructuras en las inmediaciones de la colada lávica que ha borrado del mapa pueblos y caseríos como El Paraíso o Todoque, en Los Llanos de Aridane. Pero, tras ese primer momento de actuaciones urgentes, La Palma no podrá resurgir, en corto o medio plazo, sin planes especiales con grandes inversiones que consideren toda la isla, porque se trata de un territorio pequeño y porque es imprescindible corregir el error de mantener una división como si se tratara de dos islas con un eje central desarrollado, contrapuesto al resto, desaprovechando abundantes recursos. Este es el momento de grandes obras en La Palma, de obras pendientes que han ido quedando relegadas o descartadas y que son fundamentales para le recuperación económica que se impone sino se quiere perder el tren del desarrollo. Es el momento de la altura de miras, de superar discrepancias del pasado reciente, este es el momento de escuchar a las personas cualificadas que vienen aportando ideas y realizando propuestas y de no silenciar voces como la del destacado ingeniero de caminos, canales y puertos, Carlos Soler Liceras, con sus proyectos para obtener agua del acuífero, profundizando la perforación del “Túnel del Trasvase” y de determinadas galerías, en la isla con más recursos hídricos del Archipiélago. Es imprescindible en una sociedad avanzada despejar cualquier duda sobre la prevalencia de determinadas posiciones, apoyadas en grupos de gran poder económico que frenen el desarrollo frente al interés general. Este no es el momento para la polémica ni para que se ahonden las divisiones sociales o se ocasionen perjuicios a determinados sectores, pero si puede ser el momento para que se busque el beneficio común, porque ganando La Palma, el provecho llegará a todos. Este es el momento de retomar la carretera de circunvalación, porque la conectividad interior es un bien aún mayor en un territorio reducido. Sin vías de comunicación y transporte rápido poco avance se podrá lograr. La conectividad exterior de la isla de La Palma ha venido teniendo graves carencias, algunas de las cuales se han corregido no hace mucho tiempo. La carretera general de circunvalación sigue siendo una asignatura pendiente como ha destacado mi hermano Gonzalo Hernández Sánchez en “La Isla Amputada”. Es un error considerar que una obra de estas características, planificada hace décadas, y que no parece tener feliz término, en un proyecto abandonado, beneficiaría solo a la superficie geográfica más alejada de la capital, Santa Cruz de La Palma. La isla debe operar como un todo armónico, logrando con ello que el aprovechamiento general repercuta en cada lugar, y que la zona directa e indirectamente afectada por la lava siga siendo el motor económico, con mayor fortaleza si cabe. Se cometería un error muy grave si se produce el deseado resurgir económico de la isla, impulsado por la generosa ayuda de tanta gente y por las inversiones del Gobierno de Canarias y el Gobierno de España, y el beneficio no alcanzase a todos, y especialmente a quienes más lo necesitan. La Palma no puede responder con una bofetada a la ola de solidaridad nacional. Este no es el momento del enfrentamiento de intereses, pero sí es, y siempre debe serlo, el momento de estar alerta y vigilante velando por las acertadas inversiones que se realicen con la guía del bien común, para que, en modo alguno, aumenten las desigualdades en los habitantes de la isla. No confundamos los momentos, porque el momento oportuno es fundamental. En el momento de la seguridad y de la protección de las personas, de la reparación de las infraestructuras dañadas, y de las nuevas obras de desarrollo que deseamos, se impone la palabra gratitud. En este momento de unión y de unidad es un deber para todo palmero de bien dar las gracias a cuanta gente ha proyectado su solidaridad con la isla del corazón. Con la emoción contenida estos días, ante la mayor ola de solidaridad sentida en estos lares, me gustaría que estas líneas, impelidas por un irresistible imperativo categórico, llevaran la mejor expresión de gratitud posible, como respuesta al desbordante cariño que se percibe por la mera condición de ser natural de la bella tierra de Benahoare. Manuel de los Reyes Hernández Sánchez, 11 de octubre de 2021. |
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