¡Cuidado con el espectáculo del volcán!
Cuando aún no se han adjudicado las ayudas, más allá de la diligente atención en alimentos, ropa y alojamiento provisional, no resulta plausible que se dediquen esfuerzos a favor del espectáculo presencial si, al mismo tiempo, se recomiendan medidas de confinamiento en municipios de la isla de La Palma. El razonable interés de muchas personas por ver el volcán lo más próximo posible, conforme a decisiones personales respetables, siempre bajo las normas de seguridad recomendadas, no puede obviar la dura labor que se realiza por tanta gente para minimizar los daños ocasionados por el dióxido de azufre y otros gases, ceniza y lava. Conciliar la promoción turística con las agotadoras jornadas de muchos trabajadores, dependientes de las distintas Administraciones públicas, y de generosos voluntarios, resulta difícil, máxime teniendo presente el sufrimiento de quienes han perdido casi todo. Fomentar visitas en este momento y destinar fondos para organizar las mismas es inexplicable. El fuego puede ser un espectáculo, aunque no creo que sea percibido como tal por quien lo sufre. El rugir del volcán, expulsando lava e iluminando el cielo es impresionante, y tiene gran mérito informar sobre el diario acontecer, acompañando el relato con asombrosas imágenes, especialmente a través de la televisión, pero aplicando el rigor del buen comunicador y evitando convertir la tragedia en espectáculo. Estos días de reflexión ha aflorado en mi mente el recuerdo de largas lecturas del romancero, con versos que estimulaban la imaginación, relatando el famoso incendio, contemplado con deleite por “Nero de Tarpeya”, frente al sufrimiento de niños y viejos que lo padecían; espectáculo para unos y tragedia para otros. Siete días con sus noches la ciudad toda se ardía; por tierra yacen las casas, los templos de tallería… por tierra van en ceniza sus lazos y pedrería. Afortunadamente algunas alegres y desacertadas declaraciones en los inicios de la erupción dieron paso al tratamiento riguroso de la noticia, destacando los daños causados junto a la grandiosa y asombrosa visión del volcán, sin que la mirada perdiera el lado de la tragedia para dar paso al mero cuadro contemplativo. La ola de solidaridad demostrada y la sensatez generalizada de los ciudadanos, dentro y fuera de la isla, constituyen el mejor aval para todos los damnificados por el volcán, pero, como en la meditación hecha al leer el romance, desearía que se evitase cualquier afloramiento de espectáculo que prime frente a la devastación producida. La sana intención de la casi totalidad de quienes viajan a La Palma para ver el volcán y, al mismo tiempo, favorecer la actividad económica se desprende de los comentarios que realizan, y ello es de agradecer. Ahora bien, es fundamental seguir atendiendo a cuantos han sufrido daño con todos los recursos posibles y no fomentar lo que puede ser un desvío de fuerzas y recursos a ese objetivo principal, porque la contemplación del volcán debe estar en un segundo término, y el espectáculo, en estos momentos, debe ser considerado ajeno. El volcán no es injusto ni justo, es una forma de hablar de la naturaleza y ninguna responsabilidad tenemos los palmeros por la erupción. De la decadencia de La Palma, en el plano económico y cultural, dejando de ser la tercera isla de este Archipiélago, en la relevancia de tales campos, y de no apoyar con más medios los estudios científicos, destinando mayores partidas presupuestarias para la investigación, sí se podría responsabilizar a algunos representantes políticos del pasado, pero este no es el momento para hacerlo. La isla de El Hierro ha tenido al gran Tomás Padrón y la isla de La Gomera ha contado con el gran Casimiro Curbelo, y el principal acierto de ambos ha estado en la identificación con sus pueblos, guiados por el interés general, mirando por la isla entera de El Hierro, o por la isla completa de La Gomera. La Palma ha actuado, desde hace mucho tiempo, como dos islas y no ha contado con un líder equiparable. A ello se une la pérdida de protagonismo con ausencia de palmeros en puestos relevantes del Gobierno y en las instituciones canarias, lo que debería corregirse sin caer en posiciones insularistas o provincianas. La Palma ha sido la referencia y el destino de una solidaridad sin parangón, en los últimos tiempos. Sería un despropósito que por miras cortas e intereses localistas se pretendiera establecer una nueva división, partiendo el eje central del desarrollo, con el “vengan aquí que no hay peligro”, aplicado a una parte de la isla, del que se derivaría: “el problema está más allá, en La Banda", traducción simple al mensaje, dado con buena intención, pero no bien explicado de “La Palma es una isla segura”. Miremos el lado bueno de las cosas, de este sentimiento general de ayuda y apoyo y demos prioridad, frente al negocio, a la atención a todos los afectados en este momento. En La Palma debemos operar como un todo, más que nunca, con una lucha coordinada de los ciudadanos y sus autoridades. Evitemos mensajes contradictorios, hablando de seguridad para el turismo y, al mismo tiempo, aconsejando a las personas que no salgan de sus hogares en cinco municipios de la isla. Administremos bien los momentos y elaboremos planes para ese futuro de mayor sosiego que deseamos próximo, apoyando a trabajadores y empresas. Forzar con cierta improvisación la llegada de turistas, sin resolver los problemas más urgentes derivados de los daños ocasionados por el volcán es una pérdida de energías. Ahora no toca. La Palma necesita el esfuerzo de todos sus ciudadanos y el apoyo decidido de los demás canarios, de políticos de la altura de Casimiro Curbelo, más allá de unas palabras acertadas o no, hace pocos días. Los palmeros no deberíamos sumarnos a lamentables comentarios de periodistas y tertulianos foráneos, que desprecian con burla a una de las voces que mayor preocupación ha demostrado por nuestra isla en el Gobierno de Canarias. Frente al destrozo ocasionado, principalmente por la lava, es posible que más de uno haya sentido las ganas de "bombardear" el volcán para reconducir el flujo abrasador, si ello fuera posible. Deberíamos dar las gracias por aportar ideas y que sean los vulcanólogos y demás técnicos los que decidan si conviene o no aplicar medidas sugeridas, por cierto, que ya se han realizado en el pasado en otros lugares, y así entendí su espontánea respuesta al entrevistador. Valoremos la voz de la isla hermana que ahora es una de los principales valedores de la bella tierra de Benahoare, en el Gobierno de Canarias, con bombas o sin bombas. No quisiera acabar estas líneas sin mencionar un hecho cargado de simbolismo que considero acertado. La ofrenda floral de las Fuerzas Armadas ha sido un entrañable acto, cargado de sentimiento, en recuerdo de quienes se fueron para siempre, pero permanecen en nuestra memoria, inspirando nuestro firme propósito de lucha contra la adversidad y dándonos la superior fuerza que necesitamos para vencer. Nunca las flores tuvieron mejor destino. Para mí si hay una palabra más acertada que “gratitud”, esa es la palabra. Manuel de los Reyes Hernández Sánchez, 1 de noviembre de 2021.
3 Comentarios
José Fernández González
4/11/2021 01:35:44 pm
La disertación del profesor Manuel de los Reyes pone de manifiesto una dura realidad consistente en la contradicción entre la tragedia para los habitantes del Valle de Los Llanos de Aridane y el espectáculo cineasta de la situación.
Responder
Osmundo
4/11/2021 06:27:51 pm
Un escrito muy acertado. Es la hora de tomar medidas para paliar en lo posible la tragedia que están sufriendo los palmeros. No es el momento de centrar las informaciones en la belleza del volcán Cumbre Vieja. Falta dirección política. Manolo se muestra una vez más como un profundo conocedor de su pueblo. Siempre oportuno.
Responder
Inmaculada
4/11/2021 06:56:04 pm
Buenas y muy oportunas reflexiones. Es hora de apoyo, voluntariado, solidaridad pero no de hacer turismo,porque aunque tenga buena intención, no ayuda.
Responder
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
powered by Surfing Waves
|