PRESENTACIÓN de la web
Esta página Web surge con la referencia www.enmanueldelosreyes.com al poderse registrar tal dominio, basado en el nombre del que subscribe.
El objetivo principal, como se detalla más abajo, está en la educación y los temas con la misma relacionados y, junto a ello, en menor grado, se pretende dar a conocer otros aspectos y datos que pudieran tener un interés histórico, así como opiniones de temas de actualidad.
Las secciones se organizan de acuerdo con los temas. por un lado, y los lugares de trabajo por otro.
En algunos casos, cuando así se haga constar, los contenidos tendrán referencias que alterarán el nombre de los lugares y las personas, cuando la descripción de los hechos pudiera ofender a sus autores.
Las siguientes palabras, como sencillo mensaje, señalan las razones y pretensiones de la página Web, así como las circunstancias que la han hecho posible.
Como tantas cosas, esta página es producto de la casualidad, o mejor, de la suerte, y de cierta aspiración o sueño, surgido hace años, con la finalidad de no dejar en el baúl de los recuerdos curiosidades y anécdotas, trabajos monográficos y esquemas, informes y artículos sobre educación, redactados o anotados a lo largo de más de cuarenta años de ejercicio profesional como profesor, director e inspector de educación. Aquí está el deseo, expreso y manifiesto, pero el mismo hubiera permanecido en reposo de no encontrar en el camino a mi alumno de Alcalá, Guía de Isora, ya jubilado, José Aurelio Vargas Barrera, en Tegueste en uno de mis múltiples recorridos - es verdad, no paro-, se hace camino al andar.
Hablando, como en otras ocasiones, de los inolvidables años setenta en mis primeros tiempos de docencia en el pueblo del Almacigo y de la fraternidad que conservamos alumnos y profesores, y después de preguntarle por su hermana Mercedes Coromoto, directora del CEIP “Nuestra Señora de la Concepción en La Orotava”, también excelente alumna, al intercambiar expresiones sobre las actuales actividades de cada uno, surgió el comentario de la página Web y la expresión mágica: “eso está hecho”. Mi gratitud al querido alumno por su amistad, por su trabajo y por el tiempo nuevamente compartido, ahora él como profesor y yo como alumno. De este modo vuelvo a reunir, una vez más, las tres palabras que sintetizan mi trayectoria: sueño, camino y gratitud, palabras que cobran más vida cuando la suerte las preside.
Cuando escribimos, en cierta manera, nos desnudamos y quedamos sujetos al juicio de los demás, seremos más débiles que cuando callamos y el silencio nos hace dueño de lo que pensamos, pero, al mismo tiempo, privamos a los amigos, en particular, y a la gente, en general, de nuestra experiencia, de nuestro trabajo y de nuestra opinión que, modesta, no sobra cuando se quiere contribuir a mejorar la realidad que nos circunscribe.
Creo que José Ortega y Gasset acertó, en gran manera, al decir la frase “yo soy yo y mis circunstancias”, pensamiento que siempre tengo presente cuando manifiesto que he tenido una gran suerte en la vida al conocer y tratar mujeres y hombres, compañeras y compañeros, amigas y amigos que me han influido tanto que no me explico sin ellos y a los que debo casi todo. Un día me dijo alguien que me aprecia mucho: ¡hombre!, algo habrás hecho tú, por lo menos has sabido rodearte bien. Tenía razón, había tenido suerte, porque siempre decidí seguir a las personas que estimaba justas y honradas, ahí estaba “el yo”, pero sin esa suerte no habría que escribir tanto ahora.
Esta página pretende ofrecer trabajos sencillos de legislación educativa que pudieran ser útiles en los centros docentes, relación de términos sobre administración educativa, informes sobre casos prácticos, basados en hechos reales, que considero la parte más técnica, pero al mismo tiempo trataré de reflejar anécdotas, datos de interés histórico y apuntes en general, más entretenidos y amenos, especialmente de aquellos lugares en donde he vivido, donde he estudiado o donde he trabajado estos años, Garafía y Santa Cruz de La Palma, Tegueste y Guía de Isora, La Laguna y La Orotava, Santa Cruz de Tenerife, El Hierro, El Sahara Occidental y Portugal, con alguna pincelada de mis experiencias educativas en México, Francia, Italia y Argentina, por todo lo cual no les extrañe que salte de San Antonio del Monte en Garafía al San Antonio de Lisboa, al son de "Grândola Vila Morena", y camine por las tierras del Saguia el Hamra hasta llegar a la Esmara de Ma al-´Aynayn, sin apartarme del lema que coloqué en la puerta de mi último despacho oficial, que sigo considerando válido después de siglos, porque lo esencial no ha variado tanto: "honeste vivere, neminem laedere, suum cuique tribuere”, de acuerdo con Ulpiano, según el Digesto.
No faltará un apartado de lucha canaria, dentro de mi familia, pues la considero como tal, ya que ha sido mi deporte favorito, razón insuficiente por si sola, y porque necesita ser destacada una y otra vez para ocupar el lugar prevalente que le deber ser propio en la sociedad canaria, en general, y, en particular, en nuestros centros educativos, razón más que suficiente, por su valor histórico y por ser una de nuestras más importantes señas de identidad.
"Dadme la educación y con esa palanca moveré el mundo", Leibniz. Con esta máxima que sigo considerando de vital importancia, sigo viviendo con pasión y preocupación los temas educativos y, convencido de la educación permanente, sigo siendo alumno en el aprendizaje general, y alumno oficial de un centro educativo. No me canso de aprender.
Así me veo, así opino
Presentarse es un acto de cortesía necesario. Hablar de uno mismo no resulta fácil si queremos ser prudentes y si pretendemos hacerlo con la menor subjetividad posible, pero es conveniente hablar. Aquí simplemente señalamos unas notas sin ánimo autobiográfico y escribimos unas líneas que tratan de reflejar como nos vemos a nosotros mismos, los juicios corresponden a otros que, con mayor objetividad, pueden describir nuestra persona.
He pensado que lo más adecuado para hacer esta presentación y decir quien soy, especialmente a quienes no me conozcan, es recurrir a las palabras pronunciadas en el acto de jubilación y en el acto de entrega de la Distinción “Viera y Clavijo”, porque con ellas hago un recorrido vital y, particularmente, profesional con la educación como gran protagonista, pues esa ha sido mi pasión y la faceta a la que he dedicado más tiempo y mayor esfuerzo.
Como preámbulo a los dos textos de referencia, me gustaría señalar un par de consideraciones.
Un cierto grado de diplomacia a lo largo de la vida activa es imprescindible para la sana convivencia, medir las palabras que se dicen es un ejercicio de prudencia que ahorra disgustos y no está de más cierta cautela en el ejercicio profesional por las consecuencias de las manifestaciones que se suelen hacer con el primer impulso. Ahora bien, el campo laboral, en el mundo funcionarial, nuestros superiores están lejos de valorar a las personas que, con su espíritu crítico, contribuyen a mejorar el servicio y se tiende, con demasiada frecuencia, a no considerarlas y, en algunos casos, lo que es más grave, a anularlas. No es malo tenerlo en cuenta.
Por otro lado, tengo que decir que no siempre he sido comedido y los errores han sido múltiples, pero hay muchas ocasiones en las que la mesura no debe ser una barrera para la persona comprometida y crítica y por tanto no conviene interpretarla en el sentido de que es bueno callar. Distinguir una ocasión de la otra no es fácil y a veces hay que arriesgar y hablar críticamente. He dejado testimonio de que no he callado cuando he considerado relevante intervenir y opinar o criticar, aunque, en ocasiones, me ha costado represalias, lamentablemente, pero, aunque eso haya ocurrido, sigo pensando que estar en silencio toda la vida no vale la pena. No digo que no me hubiera ido mejor de haber callado en algunos momentos, pero al fin y al cabo tampoco me ha ido tan mal en mi vida profesional. Las cosas han sido así o, al menos, son así como yo las veo, y las expongo, porque he llegado a la conclusión de que hay que ser prudente, pero al mismo tiempo crítico, aunque se cometan errores y desaciertos. La otra opción no enaltece la dignidad de la persona.
Soy consciente de que al hablar con sinceridad nos desnudamos de alguna manera. Cuando somos niños o jóvenes no nos importa ir ligeros de ropa, pero mentalmente tendemos a cubrirnos como mecanismo de defensa. Con los años físicamente tenemos que ir añadiendo cada vez más prendas y la bufanda se hace imprescindible para proteger nuestra salud, pero, al mismo tiempo, no nos suele importar tanto que guste o no lo que decimos y abrimos las puertas de nuestro interior con más facilidad, es decir, nos desnudamos de alguna manera y ya se sabe: somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras.
Solo queda expresar gratitud a la gente que he conocido en el camino y comprensión a los demás, eso sí, soñando con la educación en nuestra tierra, con menos normas y grandes consensos, con una ley de educación, de paso lento, fruto de la paz escolar, de largo recorrido, dejando para el pasado el afán de dictar normas, de regular todo continente y todo contenido, que ahoga la autonomía de los centros educativos.
He pensado que lo más adecuado para hacer esta presentación y decir quien soy, especialmente a quienes no me conozcan, es recurrir a las palabras pronunciadas en el acto de jubilación y en el acto de entrega de la Distinción “Viera y Clavijo”, porque con ellas hago un recorrido vital y, particularmente, profesional con la educación como gran protagonista, pues esa ha sido mi pasión y la faceta a la que he dedicado más tiempo y mayor esfuerzo.
Como preámbulo a los dos textos de referencia, me gustaría señalar un par de consideraciones.
Un cierto grado de diplomacia a lo largo de la vida activa es imprescindible para la sana convivencia, medir las palabras que se dicen es un ejercicio de prudencia que ahorra disgustos y no está de más cierta cautela en el ejercicio profesional por las consecuencias de las manifestaciones que se suelen hacer con el primer impulso. Ahora bien, el campo laboral, en el mundo funcionarial, nuestros superiores están lejos de valorar a las personas que, con su espíritu crítico, contribuyen a mejorar el servicio y se tiende, con demasiada frecuencia, a no considerarlas y, en algunos casos, lo que es más grave, a anularlas. No es malo tenerlo en cuenta.
Por otro lado, tengo que decir que no siempre he sido comedido y los errores han sido múltiples, pero hay muchas ocasiones en las que la mesura no debe ser una barrera para la persona comprometida y crítica y por tanto no conviene interpretarla en el sentido de que es bueno callar. Distinguir una ocasión de la otra no es fácil y a veces hay que arriesgar y hablar críticamente. He dejado testimonio de que no he callado cuando he considerado relevante intervenir y opinar o criticar, aunque, en ocasiones, me ha costado represalias, lamentablemente, pero, aunque eso haya ocurrido, sigo pensando que estar en silencio toda la vida no vale la pena. No digo que no me hubiera ido mejor de haber callado en algunos momentos, pero al fin y al cabo tampoco me ha ido tan mal en mi vida profesional. Las cosas han sido así o, al menos, son así como yo las veo, y las expongo, porque he llegado a la conclusión de que hay que ser prudente, pero al mismo tiempo crítico, aunque se cometan errores y desaciertos. La otra opción no enaltece la dignidad de la persona.
Soy consciente de que al hablar con sinceridad nos desnudamos de alguna manera. Cuando somos niños o jóvenes no nos importa ir ligeros de ropa, pero mentalmente tendemos a cubrirnos como mecanismo de defensa. Con los años físicamente tenemos que ir añadiendo cada vez más prendas y la bufanda se hace imprescindible para proteger nuestra salud, pero, al mismo tiempo, no nos suele importar tanto que guste o no lo que decimos y abrimos las puertas de nuestro interior con más facilidad, es decir, nos desnudamos de alguna manera y ya se sabe: somos dueños de nuestro silencio y esclavos de nuestras palabras.
Solo queda expresar gratitud a la gente que he conocido en el camino y comprensión a los demás, eso sí, soñando con la educación en nuestra tierra, con menos normas y grandes consensos, con una ley de educación, de paso lento, fruto de la paz escolar, de largo recorrido, dejando para el pasado el afán de dictar normas, de regular todo continente y todo contenido, que ahoga la autonomía de los centros educativos.
Mi TRAYECTORIA Profesional
Quienes deseen conocer mi trayectoria profesional y, en cierto grado, mi manera de ser, encontrarán una guía en las palabras pronunciadas en el acto de jubilación, celebrado en Santa Cruz de Tenerife, EL 5 de junio de 2015, y en el acto con ocasión de la concesión de la Distinción “Viera y Clavijo” que me fue concedida por la Consejería de Educación del Gobierno de Canarias y que tuvo lugar en Las Palmas de Gran Canaria, el 10 de mayo de 2014.
ACTO DE JUBILACIÓN
Palabras pronunciadas en el acto de mi jubilación, el día 5 de junio de 2015, en S/C de Tenerife, en presencia, entre otros, del Inspector General de Educación y el Inspector central, el Fiscal Jefe de Menores de S/C de Tenerife, don Manuel Campos Davó, el Presidente de Sala de lo Penal de la Audiencia Provincial de Santa Cruz de Tenerife, don José Luis González González, el Vicedecano del Colegio de Doctores y Licenciados de La Laguna-Tenerife, don Manuel Hernández García, don Luis Ramón Balbuena Castellano y don José Carlos Guerra Cabrera, consejero y viceconsejero de educación, don José Fernández González, don Teodomiro Moreno Jiménez y don Juan Magdalena Darias, directores generales, don Vicente Marrero, director territorial, don José Miguel Martín González y Gonzalo Hernández Sánchez, presidentes de la Federación de Lucha Canaria, y don Antonio López Bonillo, presidente de ACADE.
Amigas y amigos, comienzo expresando mi agradecimiento en este día de los nombres, el de ustedes y el de quienes hubieran estado aquí con entusiasmo, como Fernando Pérez Martín, La Palma, Alberto Quintana y Juliana Ortega, Lisboa, José Luis Baquero Lastanao, Zaragoza y Adelhay ben Brahim Salem Embarek, para todos Juanito, El Sahara, sin olvidar el de los entrañables amigos y compañeros que emprendieron el largo viaje y a los que también quiero recordar.
En tres palabras sintetizaría mi trayectoria: sueño, camino y gratitud, palabras que guiadas por la suerte definen el tiempo mágico vivido en la que considero relevante profesión docente, con fundamento en la célebre frase de Leibniz: "Dadme la educación y con esa palanca moveré el mundo".
Parece un sueño, cuarenta y tres años dedicados al servicio público, que ha pasado como un viento ligero, atravesando barrancos y montes, gracias en buena parte a una acertada decisión tomada en el ya lejano 1971, cuando hice mías las palabras del gran Confucio: "elige el trabajo que te gusta y nunca trabajarás".
En esta jubilación quiero seguir soñando en el nuevo camino que ahora emprendo, y andar haciendo camino, en palabras de Machado, con una pequeña alforja, con menos boletines y más nombres, los nombres arriba invocados y el de otros muchos a los que seguro debo algo. Ahora haré el camino, guiado por la gran meta de la gratitud, sin andar dando vueltas, con el objetivo claro, recordando que "nunca sopla viento favorable para el marinero que no sabe en qué puerto fondear".
Estos años de labor docente en todos los niveles educativos, en España y en el extranjero, han sido la realidad de un soñar despierto, de un pensamiento y su materialización, al contar con el viento a favor de nobles compañeros de quien siempre tomé la puntual nota de su buen hacer. Creo que este ha sido otro de mis aciertos. Mi gratitud para ellos.
Este largo recorrido creo que fue el sueño de mis padres, como el de otros muchos que durante una generación siguieron el consejo de "aquellos maestros", en palabras del compañero y amigo Oswaldo Izquierdo Dorta y con un esfuerzo encomiable apostaron por la educación para lograr el milagro del salto educativo en Canarias, hecho que debería ser reconocido por las nuevas generaciones. Su sentido de la educación, del deber, del respeto y del esfuerzo, aprendidos en la escuela de padres del sentido común, no pueden caer en el río del olvido, adornados por la flor de loto, porque la desmemoria alejada de Odiseo puede traernos graves consecuencias. El emocionado recuerdo de esa realidad lo simbolizaría en mi madre Ignacia Teodomira, por su tesón, constancia y sacrificio, en Garafía, la tierra quebrada y del viento, que ha sido el tesón, constancia y sacrificio de la mujer canaria.
Creo haber fundido el sueño de mis padres con el mío propio con total libertad, en este largo andar, en el que he hecho del aprendizaje una manera de entender la vida, y por ello en buen grado soy lo que he querido ser. Con tono vitalista y afán explorador, deseoso de conocer los paisajes y los paisanajes he querido vivir con la paradoja como enriquecimiento y no como problema. Rabiosamente independiente he llevado conmigo siempre las maletas de la contradicción llenas de regalos educativos, por eso no se me ocurre mejor exclamación que parafrasear a Mercedes Sosa "Gracias a la educación, que me ha dado tanto".
Este largo camino profesional iniciado en Guía de Isora, en el tiempo de los grandes cambios, con alumnos cuyos nombres y apellidos aun mantengo en la memoria, ha tenido tal cantidad y variedad de posadas que más bien parece un camino irreal. Hoy, es en esta nueva caverna en la que estamos, confundiendo otra vez sombras y personas, la magia me permite hacer un recorrido desde la "Peña Vanguardista" a la "Flor de la Marañuela", con los nombres del almácigo en aquel entonces distante "Sur", "Viera y Clavijo", en La Laguna, con la Universidad y el Instituto, y "La Oficina" para estudiar; Aguagarcía, para subir a "Las Escaleritas" y perderse en "El Bosque", y luego de vuelta a La Laguna el "Fragata" para el debate jurídico; nombres que bailan apretados con enorme entusiasmo armonizando el trabajo, el estudio y la "vida". Y si hay que ir a Icod de los Vinos, se va, acompañado siempre de buenos músicos que aceptaban generosamente al amigo que, en el noble arte, tan duramente fuera castigado por Orfeo y Apolo; y allí a arreglar a España, en sesiones maratonianas, bien subiendo al Amparo al son del tajaraste o bajando a la "Cueva del Rey" para profundizar ante el mismo Séneca en el culto a la amistad, entre cantos regionales, con la carne de camello disimulada junto al báquico elemento.
En este baile de nombres, entre pieza y pieza, me detengo un momento y entonces aparecen en S/C de Tenerife, con el nacimiento de la Consejería de Educación, la calle entonces denominada "18 de julio", Anaga, "California y " Frontera", mientras dan las cinco de la tarde en pleno debate con los compañeros, y los platos sin retirar. Allí se organizan visitas culturales a Tacoronte y El Sauzal, para conocer el cultivo del champiñón en "La Rueda", o a las Mercedes y la Esperanza, para examinar el desarrollo de la ganadería caprina en "El Bodegón Campestre" o en "El Junquito". Y entonces como un sobresalto aparece la isla del meridiano y las largas caminatas con debates en "El Parlamento", con examen de las propiedades del vino de pata, de paso a la tertulia del " Pozo de las Calcosas". ¿Todo esto es ficción o realidad? Por qué no es realidad esa hermandad que de vez en cuando siento cuando salgo de Lanzarote con el gran amigo e inspector de educación Rafael Curbelo y llego a La Palma para saludar al entrañable y laureado Germán González González, ilustre inspector con el que sigo recorriendo las calle Pérez de Brito y O´Daly, parando primero en la plaza de España junto al "El Salvador" para enfilar después a la "Bodeguita de en Medio". Bendito sueño y afortunada somnolencia, sombras nada más, que en la nube de la saudade con "um cheirinho à alecrim" me permiten viajar de San Antonio del Monte en Garafía al San Antonio de Lisboa al son de "Grândola Vila Morena", y cuando estoy cansado del bullicio, caminar por las tierras del Sahara hasta llegar a Smara para hablar con los nietos de Mel Ainin (Mohamad Mustafa Ould Sheik Mahamad Fadel) y saborear en la jaima el té amargo, dulce y suave, mientras Juanito prepara el cordero asado. ¡Qué suerte la mía!
Gracias a la inspección de educación en la que descubrí el valor del asesoramiento como su función más eficaz para los centros educativos en medio de una cultura preventiva. Compartir estas ideas con los compañeros ha sido gratificante para mí, en medio de las últimas experiencias del grupo llamado "casos prácticos". Y junto a ello el intercambio de visitas entre los centros, aunque de forma artesanal, sin dejar de preguntar: ¿Cómo es posible que contando con centros públicos y privados de gran calidad educativa en nuestras islas no se haya propiciado la difusión de las prácticas de excelencia?
Con el lema de enseñar y aprender, hoy sigo siendo un alumno más en la EOI de S/C de Tenerife, pero toda esta actividad profesional no se entendería sin la aportación de mi gran y pequeña familia, dos grandes familias. En este tiempo he restado la atención debida a mis hijos Manuel de Los Reyes y Elena Angelina, pero estoy convencido de su aceptación. Sin su sacrificio y el de su madre algunos cosas no hubieran sido posibles.
Palmero para unos, de Garafía nada menos, tinerfeño para otros, de la cuna de la lucha canaria, Tegueste, de la Orotava para mis compañeros de Derecho, por generosa adopción y pertenencia al denominado grupo étnico, llevo con orgullo todas estas señas de identidad.
Ahora ha llegado la hora de arrimar el taburete a la ventana en la casa de mi abuela Angelina y hacer un repaso del camino recorrido para el desahogo y la reflexión de un bregador de la lucha canaria de la educación, con ese dulce sabor del trabajo compartido, en el que claro que hubo momentos duros y desagradables, pero ¿qué pueden significar unas gotas de sinsabores en un océano de gratitud?
Salí siendo niño de un medio rural y tuve que luchar por esa condición cuando llegué a la ciudad con trece años, gestionando por mi cuenta todos los asuntos académicos, pero no por ello me considero exclusivamente hecho a mí mismo, ni he tenido la tentación de decir que no debo nada a nadie, al contrario, he recibido tanto y tanto, de profesores y alumnos, de compañeras y compañeros, amigos y desconocidos, que he acumulado una deuda que tengo que seguir devolviendo, por eso ahora sueño con el tiempo extra que me permita seguir trabajando por la educación en Canarias, aunque sea con otro ritmo y otro estilo.
Este es mi sueño, un sueño que se confunda con la realidad, no un sueño imposible que presente el lado amargo y desconsolado de Inés de Castro en "Os Lusiadas", de Luis de Camoens "de noite, en doces sonhos que mentíam, de día, em pensamentos que voavam", sino más bien el sueño que contagió a toda una generación, cuando yo tenía 18 años, con una fuerza increíble en el célebre discurso rompedor del gran Martin Luther King, delante del monumento a Lincoln, marcando con fuerza los valores en el camino, "I have a dream".
Soñar y despertar y vivir soñando para poder vivir y hacer un mundo un poco mejor, quizá no con la ilusión y el impulso arrollador de entonces, pero sí con la firmeza de unas convicciones que en lo esencial no han variado tanto, tratando de seguir lo que ya fijara Ulpiano según el Digesto, "honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere". Que más se puede pedir.
Acabo reiterando mi gratitud a ustedes, a esa otra gente que he conocido en el camino y lo hago soñando con la educación en nuestra tierra, con menos normas y grandes consensos, con una ley de educación, de paso lento, fruto de la paz escolar, de largo recorrido, dejando para el pasado el afán de dictar normas, de regular todo continente y todo contenido, ahogando la autonomía de los centros, porque no es bueno confundir al profesor y hacerle bailar con sones contradictorios, cambiando de ritmo sin dirección, porque no es bueno que hagamos verdad aquella célebre frase de que en España la profusión de normas se ve compensada por el general incumplimiento de las mismas. Estas son las palabras que quiero compartir con las amigas y los amigos para no enviarlas a un limbo, que ya no existe. Este canario de sentimiento, internacionalista de razón y convicción, seguirá soñando de camino a camino, consciente con Calderón de que los sueños, sueños son. Muchísimas gracias.
Amigas y amigos, comienzo expresando mi agradecimiento en este día de los nombres, el de ustedes y el de quienes hubieran estado aquí con entusiasmo, como Fernando Pérez Martín, La Palma, Alberto Quintana y Juliana Ortega, Lisboa, José Luis Baquero Lastanao, Zaragoza y Adelhay ben Brahim Salem Embarek, para todos Juanito, El Sahara, sin olvidar el de los entrañables amigos y compañeros que emprendieron el largo viaje y a los que también quiero recordar.
En tres palabras sintetizaría mi trayectoria: sueño, camino y gratitud, palabras que guiadas por la suerte definen el tiempo mágico vivido en la que considero relevante profesión docente, con fundamento en la célebre frase de Leibniz: "Dadme la educación y con esa palanca moveré el mundo".
Parece un sueño, cuarenta y tres años dedicados al servicio público, que ha pasado como un viento ligero, atravesando barrancos y montes, gracias en buena parte a una acertada decisión tomada en el ya lejano 1971, cuando hice mías las palabras del gran Confucio: "elige el trabajo que te gusta y nunca trabajarás".
En esta jubilación quiero seguir soñando en el nuevo camino que ahora emprendo, y andar haciendo camino, en palabras de Machado, con una pequeña alforja, con menos boletines y más nombres, los nombres arriba invocados y el de otros muchos a los que seguro debo algo. Ahora haré el camino, guiado por la gran meta de la gratitud, sin andar dando vueltas, con el objetivo claro, recordando que "nunca sopla viento favorable para el marinero que no sabe en qué puerto fondear".
Estos años de labor docente en todos los niveles educativos, en España y en el extranjero, han sido la realidad de un soñar despierto, de un pensamiento y su materialización, al contar con el viento a favor de nobles compañeros de quien siempre tomé la puntual nota de su buen hacer. Creo que este ha sido otro de mis aciertos. Mi gratitud para ellos.
Este largo recorrido creo que fue el sueño de mis padres, como el de otros muchos que durante una generación siguieron el consejo de "aquellos maestros", en palabras del compañero y amigo Oswaldo Izquierdo Dorta y con un esfuerzo encomiable apostaron por la educación para lograr el milagro del salto educativo en Canarias, hecho que debería ser reconocido por las nuevas generaciones. Su sentido de la educación, del deber, del respeto y del esfuerzo, aprendidos en la escuela de padres del sentido común, no pueden caer en el río del olvido, adornados por la flor de loto, porque la desmemoria alejada de Odiseo puede traernos graves consecuencias. El emocionado recuerdo de esa realidad lo simbolizaría en mi madre Ignacia Teodomira, por su tesón, constancia y sacrificio, en Garafía, la tierra quebrada y del viento, que ha sido el tesón, constancia y sacrificio de la mujer canaria.
Creo haber fundido el sueño de mis padres con el mío propio con total libertad, en este largo andar, en el que he hecho del aprendizaje una manera de entender la vida, y por ello en buen grado soy lo que he querido ser. Con tono vitalista y afán explorador, deseoso de conocer los paisajes y los paisanajes he querido vivir con la paradoja como enriquecimiento y no como problema. Rabiosamente independiente he llevado conmigo siempre las maletas de la contradicción llenas de regalos educativos, por eso no se me ocurre mejor exclamación que parafrasear a Mercedes Sosa "Gracias a la educación, que me ha dado tanto".
Este largo camino profesional iniciado en Guía de Isora, en el tiempo de los grandes cambios, con alumnos cuyos nombres y apellidos aun mantengo en la memoria, ha tenido tal cantidad y variedad de posadas que más bien parece un camino irreal. Hoy, es en esta nueva caverna en la que estamos, confundiendo otra vez sombras y personas, la magia me permite hacer un recorrido desde la "Peña Vanguardista" a la "Flor de la Marañuela", con los nombres del almácigo en aquel entonces distante "Sur", "Viera y Clavijo", en La Laguna, con la Universidad y el Instituto, y "La Oficina" para estudiar; Aguagarcía, para subir a "Las Escaleritas" y perderse en "El Bosque", y luego de vuelta a La Laguna el "Fragata" para el debate jurídico; nombres que bailan apretados con enorme entusiasmo armonizando el trabajo, el estudio y la "vida". Y si hay que ir a Icod de los Vinos, se va, acompañado siempre de buenos músicos que aceptaban generosamente al amigo que, en el noble arte, tan duramente fuera castigado por Orfeo y Apolo; y allí a arreglar a España, en sesiones maratonianas, bien subiendo al Amparo al son del tajaraste o bajando a la "Cueva del Rey" para profundizar ante el mismo Séneca en el culto a la amistad, entre cantos regionales, con la carne de camello disimulada junto al báquico elemento.
En este baile de nombres, entre pieza y pieza, me detengo un momento y entonces aparecen en S/C de Tenerife, con el nacimiento de la Consejería de Educación, la calle entonces denominada "18 de julio", Anaga, "California y " Frontera", mientras dan las cinco de la tarde en pleno debate con los compañeros, y los platos sin retirar. Allí se organizan visitas culturales a Tacoronte y El Sauzal, para conocer el cultivo del champiñón en "La Rueda", o a las Mercedes y la Esperanza, para examinar el desarrollo de la ganadería caprina en "El Bodegón Campestre" o en "El Junquito". Y entonces como un sobresalto aparece la isla del meridiano y las largas caminatas con debates en "El Parlamento", con examen de las propiedades del vino de pata, de paso a la tertulia del " Pozo de las Calcosas". ¿Todo esto es ficción o realidad? Por qué no es realidad esa hermandad que de vez en cuando siento cuando salgo de Lanzarote con el gran amigo e inspector de educación Rafael Curbelo y llego a La Palma para saludar al entrañable y laureado Germán González González, ilustre inspector con el que sigo recorriendo las calle Pérez de Brito y O´Daly, parando primero en la plaza de España junto al "El Salvador" para enfilar después a la "Bodeguita de en Medio". Bendito sueño y afortunada somnolencia, sombras nada más, que en la nube de la saudade con "um cheirinho à alecrim" me permiten viajar de San Antonio del Monte en Garafía al San Antonio de Lisboa al son de "Grândola Vila Morena", y cuando estoy cansado del bullicio, caminar por las tierras del Sahara hasta llegar a Smara para hablar con los nietos de Mel Ainin (Mohamad Mustafa Ould Sheik Mahamad Fadel) y saborear en la jaima el té amargo, dulce y suave, mientras Juanito prepara el cordero asado. ¡Qué suerte la mía!
Gracias a la inspección de educación en la que descubrí el valor del asesoramiento como su función más eficaz para los centros educativos en medio de una cultura preventiva. Compartir estas ideas con los compañeros ha sido gratificante para mí, en medio de las últimas experiencias del grupo llamado "casos prácticos". Y junto a ello el intercambio de visitas entre los centros, aunque de forma artesanal, sin dejar de preguntar: ¿Cómo es posible que contando con centros públicos y privados de gran calidad educativa en nuestras islas no se haya propiciado la difusión de las prácticas de excelencia?
Con el lema de enseñar y aprender, hoy sigo siendo un alumno más en la EOI de S/C de Tenerife, pero toda esta actividad profesional no se entendería sin la aportación de mi gran y pequeña familia, dos grandes familias. En este tiempo he restado la atención debida a mis hijos Manuel de Los Reyes y Elena Angelina, pero estoy convencido de su aceptación. Sin su sacrificio y el de su madre algunos cosas no hubieran sido posibles.
Palmero para unos, de Garafía nada menos, tinerfeño para otros, de la cuna de la lucha canaria, Tegueste, de la Orotava para mis compañeros de Derecho, por generosa adopción y pertenencia al denominado grupo étnico, llevo con orgullo todas estas señas de identidad.
Ahora ha llegado la hora de arrimar el taburete a la ventana en la casa de mi abuela Angelina y hacer un repaso del camino recorrido para el desahogo y la reflexión de un bregador de la lucha canaria de la educación, con ese dulce sabor del trabajo compartido, en el que claro que hubo momentos duros y desagradables, pero ¿qué pueden significar unas gotas de sinsabores en un océano de gratitud?
Salí siendo niño de un medio rural y tuve que luchar por esa condición cuando llegué a la ciudad con trece años, gestionando por mi cuenta todos los asuntos académicos, pero no por ello me considero exclusivamente hecho a mí mismo, ni he tenido la tentación de decir que no debo nada a nadie, al contrario, he recibido tanto y tanto, de profesores y alumnos, de compañeras y compañeros, amigos y desconocidos, que he acumulado una deuda que tengo que seguir devolviendo, por eso ahora sueño con el tiempo extra que me permita seguir trabajando por la educación en Canarias, aunque sea con otro ritmo y otro estilo.
Este es mi sueño, un sueño que se confunda con la realidad, no un sueño imposible que presente el lado amargo y desconsolado de Inés de Castro en "Os Lusiadas", de Luis de Camoens "de noite, en doces sonhos que mentíam, de día, em pensamentos que voavam", sino más bien el sueño que contagió a toda una generación, cuando yo tenía 18 años, con una fuerza increíble en el célebre discurso rompedor del gran Martin Luther King, delante del monumento a Lincoln, marcando con fuerza los valores en el camino, "I have a dream".
Soñar y despertar y vivir soñando para poder vivir y hacer un mundo un poco mejor, quizá no con la ilusión y el impulso arrollador de entonces, pero sí con la firmeza de unas convicciones que en lo esencial no han variado tanto, tratando de seguir lo que ya fijara Ulpiano según el Digesto, "honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere". Que más se puede pedir.
Acabo reiterando mi gratitud a ustedes, a esa otra gente que he conocido en el camino y lo hago soñando con la educación en nuestra tierra, con menos normas y grandes consensos, con una ley de educación, de paso lento, fruto de la paz escolar, de largo recorrido, dejando para el pasado el afán de dictar normas, de regular todo continente y todo contenido, ahogando la autonomía de los centros, porque no es bueno confundir al profesor y hacerle bailar con sones contradictorios, cambiando de ritmo sin dirección, porque no es bueno que hagamos verdad aquella célebre frase de que en España la profusión de normas se ve compensada por el general incumplimiento de las mismas. Estas son las palabras que quiero compartir con las amigas y los amigos para no enviarlas a un limbo, que ya no existe. Este canario de sentimiento, internacionalista de razón y convicción, seguirá soñando de camino a camino, consciente con Calderón de que los sueños, sueños son. Muchísimas gracias.
ACTO ACADÉMICO ENTREGA DISTINCIONES “VIERA Y CLAVIJO” 2013
Excmo. Sr. Vicepresidente del Gobierno de Canarias, Consejero de Educación, Universidades y Sostenibilidad.
Ilma. Sra. Viceconsejera de Educación y Universidades de Canarias.
Autoridades. Señoras y señores.
Sólo dos palabras para manifestar gratitud y solicitar disculpas.
Gracias, en primer lugar, a la Viceconsejera de Educación y Universidades y a la Comisión que ha acordado concederme esta distinción.
Gracias al Colegio Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias Tenerife-La Laguna, por haber elevado la propuesta para que se considerara la concesión de la Distinción “Viera y Clavijo”. Gratitud para el Colegio, faro de progreso en la enseñanza durante tantos años en nuestra tierra, y para los miembros de la Junta de Gobierno: Álvaro Díaz Torres, Manuel Hernández, Amílcar Martín, Teodomiro Moreno, Vladimiro Cubas, Ángel Benítez, Rogelio Rancel, Fernando Martín Galán y su decano Sixto Domínguez Roldán por su gesto.
Con ellos quiero empezar la larga enumeración de personas cuyos nombres encierran otros muchos y con quienes deseo compartir este honor, porque esta distinción espero que sea un conjunto de distinciones a los nobles bregadores de la educación en Canarias y en otras tierras en las que he trabajado. ¡Qué suerte haberles conocido! Ha sido muy importante compartir preocupaciones y tareas con gente así, porque como bien dijo Ortega "yo soy yo y mis circunstancias". Yo me atrevo a añadir: somos lo que queremos ser, lo que los demás ven en nosotros y lo que algunos o muchos esperan que seamos.
En este triple ser, yo tengo un reconocimiento singular para mi madre, Ignacia Teodomira, por lo que quiso que yo fuera cuando con once años me sacaba o me quitaba (somos palmeros) los cuentos de "El Capitán Trueno" o de “El Jabato”, que yo colocaba disimuladamente entre los libros de Ciencias de Salustio Alvarado, Geografía e Historia o la Enciclopedia Álvarez que por allí deambulaban, y que en negro y blanco, en blanco y negro suponían un obstáculo casi insalvable en aquellas horas de estudio de aquel primero de bachillerato del Plan de 1957. También por permitir ser lo que yo quería y por ese superyó que ha rondado vigilante todo el tiempo para enmendar el rumbo torcido como norma moral referente, para ser, creo yo, lo que ella quería que fuera, que no ha sido otra cosa que lo que yo he querido ser. Ella como muchas mujeres en esa época merecen una distinción, vaya aquí mi reconocimiento a la mujer canaria.
En este triple factor, junto a mi madre, han jugado otras muchas personas. Mi familia, empezando por mi hermana Ángela Carmen que tanto influyó en mi orientación jurídica, y que fue mi asesora cuando un tanto atrevidamente desempeñé la primera jefatura de servicio jurídico de la recién creada Consejería de Educación, formando parte de aquel reducido grupo de profesores que colaboró tan intensamente con el primer consejero, Luis Balbuena Castellano y el primer viceconsejero José Carlos Guerra Cabrera, en el Gobierno de Jerónimo Saavedra Acevedo. ¿Cómo no recordar aquellos almuerzos a las cinco de la tarde, tratando de tener los temas a punto con el inolvidable Ramón Álvarez Braun y su equipo? Hoy estás aquí, Ramón.
Gracias a mis otros hermanos; a mi hija Elena Angelina y a mi hijo Manuel de Los Reyes por adaptarse a la ocupación continua en la tarea educativa, con la esperanza de que cada vez más disculpen la dedicación que a veces le ha faltado a causa de esta pasión educativa que yo he tenido. Las disculpas tienen que ir también a Carmen Julia, esposa y madre de mis hijos por no haber retribuido su colaboración en muchos de mis trabajos. Ahora recuerdo aquellas vacaciones reducidas a cinco días cuando fui nombrado Inspector General de Educación por el consejero José Antonio García Déniz, a quien quiero también hacer partícipe de esta distinción y a quien expreso mi gratitud. Gracias por haberme permitido estar en primera línea en la consejería de entonces luchando por la educación en Canarias. Ahora recuerdo aquella playa de Corralejos en Fuerterventura, con sol brillante, donde entre arena y agua bailaban la circular número uno con los boletines oficiales de Canarias, mientras le mareaba con la normativa y le convencía de su importancia y de que era bueno que fuera tomando notas. Hoy añoro aquel poder de convencimiento sobre la trascendencia de la educación en Canarias. Ha sido una suerte para ella que hoy casi no existan boletines de papel.
Esta distinción, por esa influencia que los demás tienen en uno, es también la de “aquellos maestros” que tan bien ha retratado el inspector de educación Oswaldo Izquierdo Dorta y lo es para profesores como don Jorge Coderch Santonja y Leoncio Afonso Pérez con quienes luego de ser discípulo fui compañero, sin poder privarles del “don”. Y si uno es algo de los profesores, también lo es de los alumnos, que yo quiero canalizar en los nombres de Sabas Vidal Álvarez Rivero, Candelaria Reyes Villa o la actual directora del CEIP “Nuestra Señora de la Concepción en La Orotava” Mercedes Coromoto Vargas Barrera por quien extiendo mi agradecimiento a las directoras y directores de la zona de inspección de La Orotava y del resto de la isla en las que he trabajado. Gracias, ¡qué gran suerte haberles conocido!
Soy un hombre afortunado, porque he nacido en estas islas, también llamadas Hespérides, Campos Elíseos, orgulloso de ser palmero, de la Villa de Garafía, la tierra más quebrada del mundo, según el obispo Muros y hoy más abandonada que nunca, me duele mi pueblo, gracias a su gente. Pero también soy afortunado por haber seguido la máxima de Confucio “Elige el trabajo que te gusta y nunca trabajarás”. ¡Que pasión he sentido por la educación!, ¡qué suerte he tenido recorriendo los niveles educativos, las islas y otras tierras en esta dilatada vida profesional de 42 años como funcionario docente! He trabajado duro y casi no he trabajado.
Esta distinción tiene también otros nombres en ese largo periplo como es el de Adelhay Ben Brahim Salen Embarek, bedel y conductor de la Misión Española en el Sahara, saharaui que traducido al español se quedó en Juanito, nombre que le puso un conductor canario. Juanito el mejor conocedor de las rutas del desierto. Siempre me pregunté cómo podría saber adónde iba, si los cuatro puntos cardinales eran iguales. Gracias por tu servicio y tu lealtad.
Siguiendo a Miguel de Unamuno y Jugo por tierras de Portugal en el Instituto Español de Lisboa, ¿cómo puedo decir que trabajé?, si allí conocí a gente tan entrañable como José Luis Baquero Lastanao, vicedirector y mano derecha cuando ejercí la dirección del centro.
En esta distinción quiero que estén presente la seriedad, el rigor la dedicación de muchos profesores que yo encierro en dos nombres que han añadido a esos epítetos la amistad, el cariño y esa palabra que no se encuentra en el diccionario para describir un sentimiento tan especial. Gracias por volcar todo eso en mi persona en momentos difíciles del largo recorrido vital, gracias Alberto Quintana y Juliana Ortega, profesores hoy en Lisboa. ¡Ha sido más que suerte haberles conocido!
No quiero cansarles, pero no podría dejar sin mencionar a otro inspector de educación galardonado con este premio, por todo lo que compartimos en la creencia de una inspección general de Canarias, por ello partiendo de Lanzarote con la gratificante colaboración y amistad de Rafael Curbelo Armas, quisiera hoy navegar por las demás islas y por deferencia a ustedes compartir la desmemoria de Odiseo con la flor de loto para, pasando por El Hierro, llegar a La Palma, nuestra Benahore, y poder levantar un vaso de bon vino con el ilustre amigo y compañero, compañero y amigo en el alma, Germán González González. Qué suerte, señores. Lo que esta distinción tiene de bueno de bueno lo han tenido estos nombres.
Me vienen a la mente muchos recuerdos, las largas horas de trabajo muchos sábados y algunos domingos en los institutos y en la consejería, pero ahora no es la hora de contar estas historias, conmigo viajarán a Tenerife y allí habrá tiempo para rememorarlas con los entrañables compañeros, los que vienen y los que se van y los que se han ido, pero allí están. La flor de loto me impide nuevamente decir sus nombres.
Acabo con las palabras con las que empecé. La una, tan a menudo empleada, la segunda, tan cuestionada. Sin caer en la angustia de Soren Kierkegaard y en la amargura que cuando era pequeño tan presente estaba minando en ocasiones la felicidad del adolescente, sí creo que es un error caminar en el sentido opuesto, hacia el “todo da igual”, “no te preocupes”, por las sendas de la irresponsabilidad más absoluta, sin culpa ni perdón, sin amargura ni pena, que buena pena me causan, olvidando al estagirita, “in medio virtus”. Hay que asumir los errores y reparar el daño. He tratado de seguir la máxima colocada en el pronaos del templo de Apolo en Delfos “conócete a ti mismo”. He aplicado la sana disciplina desde pequeño, siguiendo el libro de los Proverbios “amar la disciplina es amar el saber”. Me ha costado pedir perdón muchas veces. También hoy debo asumir mis errores. A profesores y alumnos, a compañeros que no cito para no cansar. Perdón y Gracias. Hoy soy un hombre afortunado en la educación.
Señoras y señores: Gracias y Perdón.
Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, Las Palmas de Gran Canaria 10-5-2014.
Ilma. Sra. Viceconsejera de Educación y Universidades de Canarias.
Autoridades. Señoras y señores.
Sólo dos palabras para manifestar gratitud y solicitar disculpas.
Gracias, en primer lugar, a la Viceconsejera de Educación y Universidades y a la Comisión que ha acordado concederme esta distinción.
Gracias al Colegio Doctores y Licenciados en Filosofía y Letras y Ciencias Tenerife-La Laguna, por haber elevado la propuesta para que se considerara la concesión de la Distinción “Viera y Clavijo”. Gratitud para el Colegio, faro de progreso en la enseñanza durante tantos años en nuestra tierra, y para los miembros de la Junta de Gobierno: Álvaro Díaz Torres, Manuel Hernández, Amílcar Martín, Teodomiro Moreno, Vladimiro Cubas, Ángel Benítez, Rogelio Rancel, Fernando Martín Galán y su decano Sixto Domínguez Roldán por su gesto.
Con ellos quiero empezar la larga enumeración de personas cuyos nombres encierran otros muchos y con quienes deseo compartir este honor, porque esta distinción espero que sea un conjunto de distinciones a los nobles bregadores de la educación en Canarias y en otras tierras en las que he trabajado. ¡Qué suerte haberles conocido! Ha sido muy importante compartir preocupaciones y tareas con gente así, porque como bien dijo Ortega "yo soy yo y mis circunstancias". Yo me atrevo a añadir: somos lo que queremos ser, lo que los demás ven en nosotros y lo que algunos o muchos esperan que seamos.
En este triple ser, yo tengo un reconocimiento singular para mi madre, Ignacia Teodomira, por lo que quiso que yo fuera cuando con once años me sacaba o me quitaba (somos palmeros) los cuentos de "El Capitán Trueno" o de “El Jabato”, que yo colocaba disimuladamente entre los libros de Ciencias de Salustio Alvarado, Geografía e Historia o la Enciclopedia Álvarez que por allí deambulaban, y que en negro y blanco, en blanco y negro suponían un obstáculo casi insalvable en aquellas horas de estudio de aquel primero de bachillerato del Plan de 1957. También por permitir ser lo que yo quería y por ese superyó que ha rondado vigilante todo el tiempo para enmendar el rumbo torcido como norma moral referente, para ser, creo yo, lo que ella quería que fuera, que no ha sido otra cosa que lo que yo he querido ser. Ella como muchas mujeres en esa época merecen una distinción, vaya aquí mi reconocimiento a la mujer canaria.
En este triple factor, junto a mi madre, han jugado otras muchas personas. Mi familia, empezando por mi hermana Ángela Carmen que tanto influyó en mi orientación jurídica, y que fue mi asesora cuando un tanto atrevidamente desempeñé la primera jefatura de servicio jurídico de la recién creada Consejería de Educación, formando parte de aquel reducido grupo de profesores que colaboró tan intensamente con el primer consejero, Luis Balbuena Castellano y el primer viceconsejero José Carlos Guerra Cabrera, en el Gobierno de Jerónimo Saavedra Acevedo. ¿Cómo no recordar aquellos almuerzos a las cinco de la tarde, tratando de tener los temas a punto con el inolvidable Ramón Álvarez Braun y su equipo? Hoy estás aquí, Ramón.
Gracias a mis otros hermanos; a mi hija Elena Angelina y a mi hijo Manuel de Los Reyes por adaptarse a la ocupación continua en la tarea educativa, con la esperanza de que cada vez más disculpen la dedicación que a veces le ha faltado a causa de esta pasión educativa que yo he tenido. Las disculpas tienen que ir también a Carmen Julia, esposa y madre de mis hijos por no haber retribuido su colaboración en muchos de mis trabajos. Ahora recuerdo aquellas vacaciones reducidas a cinco días cuando fui nombrado Inspector General de Educación por el consejero José Antonio García Déniz, a quien quiero también hacer partícipe de esta distinción y a quien expreso mi gratitud. Gracias por haberme permitido estar en primera línea en la consejería de entonces luchando por la educación en Canarias. Ahora recuerdo aquella playa de Corralejos en Fuerterventura, con sol brillante, donde entre arena y agua bailaban la circular número uno con los boletines oficiales de Canarias, mientras le mareaba con la normativa y le convencía de su importancia y de que era bueno que fuera tomando notas. Hoy añoro aquel poder de convencimiento sobre la trascendencia de la educación en Canarias. Ha sido una suerte para ella que hoy casi no existan boletines de papel.
Esta distinción, por esa influencia que los demás tienen en uno, es también la de “aquellos maestros” que tan bien ha retratado el inspector de educación Oswaldo Izquierdo Dorta y lo es para profesores como don Jorge Coderch Santonja y Leoncio Afonso Pérez con quienes luego de ser discípulo fui compañero, sin poder privarles del “don”. Y si uno es algo de los profesores, también lo es de los alumnos, que yo quiero canalizar en los nombres de Sabas Vidal Álvarez Rivero, Candelaria Reyes Villa o la actual directora del CEIP “Nuestra Señora de la Concepción en La Orotava” Mercedes Coromoto Vargas Barrera por quien extiendo mi agradecimiento a las directoras y directores de la zona de inspección de La Orotava y del resto de la isla en las que he trabajado. Gracias, ¡qué gran suerte haberles conocido!
Soy un hombre afortunado, porque he nacido en estas islas, también llamadas Hespérides, Campos Elíseos, orgulloso de ser palmero, de la Villa de Garafía, la tierra más quebrada del mundo, según el obispo Muros y hoy más abandonada que nunca, me duele mi pueblo, gracias a su gente. Pero también soy afortunado por haber seguido la máxima de Confucio “Elige el trabajo que te gusta y nunca trabajarás”. ¡Que pasión he sentido por la educación!, ¡qué suerte he tenido recorriendo los niveles educativos, las islas y otras tierras en esta dilatada vida profesional de 42 años como funcionario docente! He trabajado duro y casi no he trabajado.
Esta distinción tiene también otros nombres en ese largo periplo como es el de Adelhay Ben Brahim Salen Embarek, bedel y conductor de la Misión Española en el Sahara, saharaui que traducido al español se quedó en Juanito, nombre que le puso un conductor canario. Juanito el mejor conocedor de las rutas del desierto. Siempre me pregunté cómo podría saber adónde iba, si los cuatro puntos cardinales eran iguales. Gracias por tu servicio y tu lealtad.
Siguiendo a Miguel de Unamuno y Jugo por tierras de Portugal en el Instituto Español de Lisboa, ¿cómo puedo decir que trabajé?, si allí conocí a gente tan entrañable como José Luis Baquero Lastanao, vicedirector y mano derecha cuando ejercí la dirección del centro.
En esta distinción quiero que estén presente la seriedad, el rigor la dedicación de muchos profesores que yo encierro en dos nombres que han añadido a esos epítetos la amistad, el cariño y esa palabra que no se encuentra en el diccionario para describir un sentimiento tan especial. Gracias por volcar todo eso en mi persona en momentos difíciles del largo recorrido vital, gracias Alberto Quintana y Juliana Ortega, profesores hoy en Lisboa. ¡Ha sido más que suerte haberles conocido!
No quiero cansarles, pero no podría dejar sin mencionar a otro inspector de educación galardonado con este premio, por todo lo que compartimos en la creencia de una inspección general de Canarias, por ello partiendo de Lanzarote con la gratificante colaboración y amistad de Rafael Curbelo Armas, quisiera hoy navegar por las demás islas y por deferencia a ustedes compartir la desmemoria de Odiseo con la flor de loto para, pasando por El Hierro, llegar a La Palma, nuestra Benahore, y poder levantar un vaso de bon vino con el ilustre amigo y compañero, compañero y amigo en el alma, Germán González González. Qué suerte, señores. Lo que esta distinción tiene de bueno de bueno lo han tenido estos nombres.
Me vienen a la mente muchos recuerdos, las largas horas de trabajo muchos sábados y algunos domingos en los institutos y en la consejería, pero ahora no es la hora de contar estas historias, conmigo viajarán a Tenerife y allí habrá tiempo para rememorarlas con los entrañables compañeros, los que vienen y los que se van y los que se han ido, pero allí están. La flor de loto me impide nuevamente decir sus nombres.
Acabo con las palabras con las que empecé. La una, tan a menudo empleada, la segunda, tan cuestionada. Sin caer en la angustia de Soren Kierkegaard y en la amargura que cuando era pequeño tan presente estaba minando en ocasiones la felicidad del adolescente, sí creo que es un error caminar en el sentido opuesto, hacia el “todo da igual”, “no te preocupes”, por las sendas de la irresponsabilidad más absoluta, sin culpa ni perdón, sin amargura ni pena, que buena pena me causan, olvidando al estagirita, “in medio virtus”. Hay que asumir los errores y reparar el daño. He tratado de seguir la máxima colocada en el pronaos del templo de Apolo en Delfos “conócete a ti mismo”. He aplicado la sana disciplina desde pequeño, siguiendo el libro de los Proverbios “amar la disciplina es amar el saber”. Me ha costado pedir perdón muchas veces. También hoy debo asumir mis errores. A profesores y alumnos, a compañeros que no cito para no cansar. Perdón y Gracias. Hoy soy un hombre afortunado en la educación.
Señoras y señores: Gracias y Perdón.
Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, Las Palmas de Gran Canaria 10-5-2014.