Si queremos conocer a un gran director, un buen instituto y un centro docente de excelencia, podemos ir a La Guancha, hablar con Jerónimo Morales Barroso, recorrer las instalaciones del centro y comprobar su funcionamiento y disfrutar el paisaje y paisanaje de un bonito pueblo, que todo es uno y lo mismo, pues si hablamos con Jerónimo de la Guancha no nos faltará el programa del día de San Andrés, la consiguiente invitación y las modestas palabras sobre el lugar, debajo de las cuales podemos encontrar la sorpresa de un instituto de un pueblo que se ha convertido en una referencia de la educación de calidad.
Nunca un nombre, que yo sepa, se había fundido y confundido tanto con un pueblo.
Y sigo con la suerte, la suerte de conocerle y tratarle, y aquí está el retrato del compañero y amigo que, con la educación encierra un tesoro, al seguir diciendo, una y otra vez: “la educación es un pilar imprescindible de la sociedad”.
S/C de Tenerife, a 27 de marzo de 2020.
Nunca un nombre, que yo sepa, se había fundido y confundido tanto con un pueblo.
Y sigo con la suerte, la suerte de conocerle y tratarle, y aquí está el retrato del compañero y amigo que, con la educación encierra un tesoro, al seguir diciendo, una y otra vez: “la educación es un pilar imprescindible de la sociedad”.
S/C de Tenerife, a 27 de marzo de 2020.
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Las circunstancias nos van moldeando y apenas nos podemos explicar sin ellas. En mi amistad con Francisco Afonso, una vez más, las casualidades y coincidencias tienen un gran protagonismo, pues posibilitaron unos primeros contactos en el ejercicio profesional en la inspección de educación, que me permitieron profundizar en el conocimiento de su persona, especialmente, al ser destinado el compañero a la isla de El Hierro, donde yo había sido inspector de educación durante el curso escolar 1990/91.
Las largas conversas, en Valverde y en el “Mirador de La Peña”, en La Caleta y Tamaduste, en La Restinga y en Frontera, en el “Pozo de Las Calcosas” y en la “Hoya del Morcillo”, prueba de que la isla es más grande de lo que se dice, hablando de todo y examinando los problemas de la educación en Canarias, me permitieron descubrir nuevas facetas en el excelente profesional que yo no había descubierto. La bondad, la tolerancia, la inquietud por mejorar los centros y su compromiso por la innovación educativa completaron las cualidades de la imagen de la persona que la suerte había puesto de nuevo en el sendero de la educación que yo transitaba.
Hoy el compañero y amigo vive un tanto retirado, dedicando alguna de sus horas al campo, que tanto cuidaron nuestros antepasados. La lectura en casa, la alegría de los nietos, la tranquilidad de saber que sus hijos han triunfado en el campo profesional y los encuentros con los amigos, llenan el espacio del horario flexible que se alcanza con la jubilación. Toca disfrutar de la naturaleza con mayor intensidad, especialmente para quien su isla significa tanto y por ello, al mismo tiempo, no deja de comentar la pena que le alcanza al ver el abandono del campo tan perjudicial para nuestra economía y nuestro paisaje, y la desidia por un archipiélago en el que es tan importante cuidar la afortunada naturaleza que la naturaleza le dio.
Con Francisco Afonso León, otra vez la suerte jugó su papel. Además de conocerle y tratarle durante muchos años, los demás compañeros estimaron que yo debería ser el que hiciera la laudatio con motivo de la entrega de la distinción “Viera y Clavijo” el día 9 de mayo de 2006, por ello me remito a las frases pronunciadas con tal motivo para que, quienes no estuvieron presentes y le hayan conocido, sepan algo más de él.
Las largas conversas, en Valverde y en el “Mirador de La Peña”, en La Caleta y Tamaduste, en La Restinga y en Frontera, en el “Pozo de Las Calcosas” y en la “Hoya del Morcillo”, prueba de que la isla es más grande de lo que se dice, hablando de todo y examinando los problemas de la educación en Canarias, me permitieron descubrir nuevas facetas en el excelente profesional que yo no había descubierto. La bondad, la tolerancia, la inquietud por mejorar los centros y su compromiso por la innovación educativa completaron las cualidades de la imagen de la persona que la suerte había puesto de nuevo en el sendero de la educación que yo transitaba.
Hoy el compañero y amigo vive un tanto retirado, dedicando alguna de sus horas al campo, que tanto cuidaron nuestros antepasados. La lectura en casa, la alegría de los nietos, la tranquilidad de saber que sus hijos han triunfado en el campo profesional y los encuentros con los amigos, llenan el espacio del horario flexible que se alcanza con la jubilación. Toca disfrutar de la naturaleza con mayor intensidad, especialmente para quien su isla significa tanto y por ello, al mismo tiempo, no deja de comentar la pena que le alcanza al ver el abandono del campo tan perjudicial para nuestra economía y nuestro paisaje, y la desidia por un archipiélago en el que es tan importante cuidar la afortunada naturaleza que la naturaleza le dio.
Con Francisco Afonso León, otra vez la suerte jugó su papel. Además de conocerle y tratarle durante muchos años, los demás compañeros estimaron que yo debería ser el que hiciera la laudatio con motivo de la entrega de la distinción “Viera y Clavijo” el día 9 de mayo de 2006, por ello me remito a las frases pronunciadas con tal motivo para que, quienes no estuvieron presentes y le hayan conocido, sepan algo más de él.
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Es conveniente hablar y escribir siempre con precisión si queremos comunicarnos con los demás y que se entienda lo que pretendemos decir, con las limitaciones que impone toda herramienta, instrumento o medio que utilicemos, con carácter general, sabiendo que, aun así, el mensaje casi siempre va a ser limitado. Esta limitación del común no alcanza a quienes, como Oswaldo Izquierdo Dorta, dominan la lengua y el arte de la literatura, en cuyo caso las palabras lo dicen todo y la realidad no se escapa en ninguna de sus dimensiones. Cuando esto ocurre, la fotografía es innecesaria y las frases son suficientes para ver y sentir el objeto descrito. Oswaldo ha conseguido y sigue consiguiendo con su prosa y su poesía transmitir con claridad y rigor lo que ha querido y quiere decir. Ese arte se logra cuando, en cada frase, nada sobra y nada falta, y entonces, celebrando tal precisión, las chácaras
“coquetean tus bocas con sabores
de acebiño, moral y barbuzano,
acunadas al son de unas manos
que acompasan el toque de tambores.”
Por eso, quienes no dominamos tal arte no debemos engañarnos, y, a veces, habrá que ser parco en las palabras o callar y, otras veces, habrá que hablar sin hablar, porque la mirada y el gesto lo dirán todo, pero sin que, en modo alguno, por miedo al yerro, dejemos pasar el momento adecuado para dejar constancia de hechos, que, de no reflejarse por escrito, la frágil memoria los dejará caer en el río Leteo que se los llevará para siempre.
Viene todo esto a cuenta de que, por un lado, una persona que domina el verbo con gran maestría, que escribe con el máximo rigor y con el dominio del lenguaje y que logra captar la realidad en su apariencia y en su fondo, como he dicho, debe ser siempre escuchada y no solo oída, y, por otro lado, porque es necesario expresar la gratitud en público y no solo dar las gracias en privado, midiendo las palabras, pero no dejando atrás lo que considero justo.
De acuerdo con este razonamiento, este es un buen momento para manifestar mi gratitud al catedrático de Latín, Rufino Riaño González, a los catedráticos de Lengua castellana y Literatura, Víctor Hugo García Henríquez y Oswaldo Izquierdo Dorta, especialmente, por resolver las dudas gramaticales que les he planteado al redactar mis informes en la inspección de educación y corregir aquel dictamen o escrito que escapaba a la actividad de la diaria rutina y necesitaba de una mejor presentación.
Haber compartido con Oswaldo Izquierdo Dorta las tareas docentes en general y, particularmente, en el equipo directivo del entonces instituto masculino de La Laguna y ahora IES “Viera y Clavijo”, por los años setenta y ochenta del pasado siglo, siendo él vicesecretario y luego secretario y yo jefe de estudios con dos personalidades de la educación, como don Leoncio Afonso Pérez, director, y don Jorge Coderch Santonja, vicedirector, significó para mí un aprendizaje diario de la máxima calidad. Y por eso a todos ellos les considero profesores de mi aprendizaje.
Oswaldo, maestro de maestros, sería designado director del centro, cuando me trasladé a la Consejería de Educación para desempeñar la jefatura del servicio jurídico con el gran consejero Luis Balbuena Castellano, que había sido profesor del centro “Viera y Clavijo” junto a Inés Márquez Rodríguez, Pedro Saavedra Santana, Pepín, Jacobo o Conrado, tres nombres para el mismo compañero, Fernando Cómez, Antonio Martinón, Fernando Martín Galán y mucho más, la mayoría de los cuales habían sido, eran o serían más tarde profesores de la Universidad de La Laguna. Pocas veces se da una conjunción de tal categoría académica en un instituto, marcando una época de oro en la enseñanza media en la ciudad de los Adelantados. Me es grato reconocer su influencia y manifestarles la consideración que les he tenido y tengo.
Un periodo de estas características merecería por si solo la gratitud por la formación que recibí del compañero y amigo, pero la suerte, la suerte de la que siempre hablo o el buen hilar de las Parcas, propicia un nuevo encuentro en otros lares. En el camino de nuevo juntos, ahora en la inspección de educación, donde trabajamos muchos años hasta su jubilación en 2004. Allí en una grata labor de equipo yo continué con mi aprendizaje. Partido tras partido, día tras día, cada uno en su puesto, en el ejercicio profesional, yo seguí dedicando horas a la legislación escolar y cada compañero fue destacando en una parcela, pero con una coordinación fluida que entiendo permitía un mejor servicio, aprovechando el arte y oficio de cada uno.
Reconociendo que, con Oswaldo, maestro del cálamo y el buril, se aprende desde las primeras palabras que inician la conversación, dicho lo dicho, ahora es el momento de los cuencos sonoros, y coger el timple, las chácaras, el tambor y la guitarra, para acabar estas líneas y viajar al pasado, recordando su jubilación y la laudatio que pude leer en reconocimiento a su larga y fructífera carrera docente y, al mismo tiempo, hacer un sencillo resumen de su labor como escritor, pues Oswaldo Izquierdo Dorta, jubilado y no jubilado, no ha caído en el oxímoron de la soledad sonora, sino que, a su modo y manera, sigue caminando, paso a paso, callado a veces, tocando y cantando, otras, con los amigos entrañables de la “Marañuela”, a los cuales englobo en los nombres del laureado maestro de la Música, Agustín Ramos, que, con una trompeta, ya hace años, empezó su “Santa Cruz en Carnaval”, y del entrañable compañero Ramón Prieto, el imbatible hombre de la guitarra y el canto; y, al mismo tiempo, escribiendo continuamente para sorprendernos, a cada rato, con una nueva obra y su publicación, ahora en La Gomera, en Hermigua, recordando Arure, en La Palma, en el antiguo Apurón o en la “Banda”, Los Llanos de Aridane, que tan buenos recuerdos le trae, y más que recuerdos, o en Tenerife, en la ciudad de los Adelantados, nuestra querida Laguna.
En Las Hayas o en Agulo, en Mazo o en Tegueste, en S/C de Tenerife o La Laguna, podemos quedar, si no te importa, para con las viandas nutricias varias del escritor Fernando Cómez, el “Níspero” de Garafía, y los recuerdos de Luis y Antonio, Germán y Reverón, entre otros, corregir este texto, para que se noten tanto las faltas.
“coquetean tus bocas con sabores
de acebiño, moral y barbuzano,
acunadas al son de unas manos
que acompasan el toque de tambores.”
Por eso, quienes no dominamos tal arte no debemos engañarnos, y, a veces, habrá que ser parco en las palabras o callar y, otras veces, habrá que hablar sin hablar, porque la mirada y el gesto lo dirán todo, pero sin que, en modo alguno, por miedo al yerro, dejemos pasar el momento adecuado para dejar constancia de hechos, que, de no reflejarse por escrito, la frágil memoria los dejará caer en el río Leteo que se los llevará para siempre.
Viene todo esto a cuenta de que, por un lado, una persona que domina el verbo con gran maestría, que escribe con el máximo rigor y con el dominio del lenguaje y que logra captar la realidad en su apariencia y en su fondo, como he dicho, debe ser siempre escuchada y no solo oída, y, por otro lado, porque es necesario expresar la gratitud en público y no solo dar las gracias en privado, midiendo las palabras, pero no dejando atrás lo que considero justo.
De acuerdo con este razonamiento, este es un buen momento para manifestar mi gratitud al catedrático de Latín, Rufino Riaño González, a los catedráticos de Lengua castellana y Literatura, Víctor Hugo García Henríquez y Oswaldo Izquierdo Dorta, especialmente, por resolver las dudas gramaticales que les he planteado al redactar mis informes en la inspección de educación y corregir aquel dictamen o escrito que escapaba a la actividad de la diaria rutina y necesitaba de una mejor presentación.
Haber compartido con Oswaldo Izquierdo Dorta las tareas docentes en general y, particularmente, en el equipo directivo del entonces instituto masculino de La Laguna y ahora IES “Viera y Clavijo”, por los años setenta y ochenta del pasado siglo, siendo él vicesecretario y luego secretario y yo jefe de estudios con dos personalidades de la educación, como don Leoncio Afonso Pérez, director, y don Jorge Coderch Santonja, vicedirector, significó para mí un aprendizaje diario de la máxima calidad. Y por eso a todos ellos les considero profesores de mi aprendizaje.
Oswaldo, maestro de maestros, sería designado director del centro, cuando me trasladé a la Consejería de Educación para desempeñar la jefatura del servicio jurídico con el gran consejero Luis Balbuena Castellano, que había sido profesor del centro “Viera y Clavijo” junto a Inés Márquez Rodríguez, Pedro Saavedra Santana, Pepín, Jacobo o Conrado, tres nombres para el mismo compañero, Fernando Cómez, Antonio Martinón, Fernando Martín Galán y mucho más, la mayoría de los cuales habían sido, eran o serían más tarde profesores de la Universidad de La Laguna. Pocas veces se da una conjunción de tal categoría académica en un instituto, marcando una época de oro en la enseñanza media en la ciudad de los Adelantados. Me es grato reconocer su influencia y manifestarles la consideración que les he tenido y tengo.
Un periodo de estas características merecería por si solo la gratitud por la formación que recibí del compañero y amigo, pero la suerte, la suerte de la que siempre hablo o el buen hilar de las Parcas, propicia un nuevo encuentro en otros lares. En el camino de nuevo juntos, ahora en la inspección de educación, donde trabajamos muchos años hasta su jubilación en 2004. Allí en una grata labor de equipo yo continué con mi aprendizaje. Partido tras partido, día tras día, cada uno en su puesto, en el ejercicio profesional, yo seguí dedicando horas a la legislación escolar y cada compañero fue destacando en una parcela, pero con una coordinación fluida que entiendo permitía un mejor servicio, aprovechando el arte y oficio de cada uno.
Reconociendo que, con Oswaldo, maestro del cálamo y el buril, se aprende desde las primeras palabras que inician la conversación, dicho lo dicho, ahora es el momento de los cuencos sonoros, y coger el timple, las chácaras, el tambor y la guitarra, para acabar estas líneas y viajar al pasado, recordando su jubilación y la laudatio que pude leer en reconocimiento a su larga y fructífera carrera docente y, al mismo tiempo, hacer un sencillo resumen de su labor como escritor, pues Oswaldo Izquierdo Dorta, jubilado y no jubilado, no ha caído en el oxímoron de la soledad sonora, sino que, a su modo y manera, sigue caminando, paso a paso, callado a veces, tocando y cantando, otras, con los amigos entrañables de la “Marañuela”, a los cuales englobo en los nombres del laureado maestro de la Música, Agustín Ramos, que, con una trompeta, ya hace años, empezó su “Santa Cruz en Carnaval”, y del entrañable compañero Ramón Prieto, el imbatible hombre de la guitarra y el canto; y, al mismo tiempo, escribiendo continuamente para sorprendernos, a cada rato, con una nueva obra y su publicación, ahora en La Gomera, en Hermigua, recordando Arure, en La Palma, en el antiguo Apurón o en la “Banda”, Los Llanos de Aridane, que tan buenos recuerdos le trae, y más que recuerdos, o en Tenerife, en la ciudad de los Adelantados, nuestra querida Laguna.
En Las Hayas o en Agulo, en Mazo o en Tegueste, en S/C de Tenerife o La Laguna, podemos quedar, si no te importa, para con las viandas nutricias varias del escritor Fernando Cómez, el “Níspero” de Garafía, y los recuerdos de Luis y Antonio, Germán y Reverón, entre otros, corregir este texto, para que se noten tanto las faltas.
OSWALDO IZQUIERDO DORTA - NOTAS BIOGRÁFICAS
Natural de Arure en La Gomera, Oswaldo vivió su infancia en Hermigua, asistiendo a la escuela con los maestros, a los que nadie como él ha sabido elogiar, para más tarde destacar como alumno en el centro creado y mantenido por el sacerdote francés Mario Lhermet Vallier, que se transformaría en uno de los primero Colegios Libre Adoptados de Canarias.
Oswaldo se traslada a La Laguna donde finalizará los estudios de Magisterio y obtendrá la Licenciatura en Filología Románica y Filología Hispánica, para más tarde alcanzar en máximo grado académico, Doctor en Filología Románica por la Universidad de La Laguna.
Su ejercicio profesional se desarrolla, primero, en su querida isla de La Gomera, inseparable en el habla y en la escritura, y luego en la Palma, su otra isla, por múltiples razones entre las que no es baladí la de conocer a la que será su esposa, Roa Margot Triana Pérez, con la que tendrá cuatro hijos. Margarita, María Eugenia, Alexis y Héctor Izquierdo Triana.
Al aprobar las oposiciones en Madrid de Agregado de Bachillerato, Oswaldo se traslada a La Laguna, al que será más tarde Instituto de Educación Secundaria, donde será vicesecretario, secretario y director en una época dorada para el centro por la conjunción de una excepcional plantilla de profesores, cuya categoría académica marcará la historia del instituto “Viera y Clavijo”.
Oswaldo accede a la inspección en la convocatoria que se realiza el año 1986, al tiempo que también consigue la Cátedra de bachillerato, y después de una breve estancia en tierras peninsulares se traslada a Arrecife, realizando la labor inspectora en la isla de Lanzarote hasta que vuelve nuevamente a la isla de Tenerife, donde desarrollará el trabajo de inspector de educación en diversos centros docentes de la isla, ejerciendo, por otra parte, como profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Oswaldo se jubila y no se jubila en 2004, porque con un horario más flexible empieza a multiplicar sus libros, escribiendo sobre diversos temas, sobre todo en Literatura e Historia, siendo citado en la Historia de la Literatura Española, dirigida, en su momento, por el que también fuera Catedrático de Bachillerato, Víctor García de La Concha.
A su labor de escritor, conferenciante, añade la actividad musical y él se debe, en gran manera, la creación y mantenimiento del grupo “Flor de la Marañuela”, que empieza a contar sus encuentros por décadas y no solo por años y eso lo dice todo, pues el mérito principal no suele estar en empezar, sino en continuar. Los nombres del laureado Agustín Ramos, Benigno y Ramón Prieto; Miguel Ángel, Juan y Fernando; Pepe del Toro, Ángel y Blas; Antonio, Lorenzo y Javier; Manolo, Víctor y Lalo, Juan, Jaime y Domingo, Adolfo, Daniel y Marino y otros muchos, son testigos de sus acertadas palabras en las intervenciones a las que está obligado por ser el maestro de ceremonias proclamado en su día. Sus intervenciones medidas, siguiendo la máxima del estagirita, “soy esclavo de mis palabras y dueño de mi silencio” son clave para entender sus sonoras palabras cuando habla y cuando calla.
Entre sus numerosas obras cabe destacar:
“Raíces narrativas del 98. De Pérez Galdós a Martín Ruiz”.
“Estudio del proceso de creación en el manuscrito del cuento ¿Dónde está mi cabeza”?
“Los sueños en los cuentos de Galdós”.
“Análisis de la Mula y el Buey (cuento de Navidad).
“Ocho Cuentos de Galdós”, publicada por el Cabildo de Gran Canaria, Sociedad de Estudios Galdosianos y la Consejería de Educación, 1988.
“Cuentos de Galdós, obra completa”, publicado por el Cabildo de Gran Canaria y el Centro de la Cultura Popular Canaria, 1994.
“Antología Poética de La Laguna 1497-1997, preparada por Sebastián de la Nuez Caballero, publicada por la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife, 1999.
“Cuentos de Galdós, obra completa II”, publicado por el Gobierno de Canarias y el Centro de la Cultura Popular Canaria, 2008.
“Cuencos Sonoros”, 2010
“La inmediata lejanía”, 2016.
“La Sanidad en el Valle de Aridane”, 2018.
“La enseñanza secundaria en El Hierro (1942-1976).
“Los estudios de bachillerato en La Palma”, Enseñanza libre y colegiada (1930/1980), 2014.
“Razono y Calculo N 6”.
“La fundación Muñoz y la Academia Lavers, 30 años de historia”, 2012."
Ha impartido conferencias o participado en obras colectivas en:
Casa Salazar en S/C de La Palma.
Ayuntamiento de Icod de Los Vinos, 1994.
La Alhóndiga en Tacoronte, 1998.
Ayuntamiento de La Laguna.
Librería Lemus en La Laguna.
Centro de la Cultura Popular Canaria, La Laguna.
Orfeón “La Paz”, La Laguna.
Real Sociedad Económica de Amigos del País en La Laguna, 1999.
Aula Magna de la Universidad de La Laguna, en La Laboral.
Feria del Libro de S/C de Tenerife.
Periódico El Día, S/C de Tenerife.
La Casa de Canarias en Madrid.
IES “Eusebio Barreto”, IES “Viera y Clavijo”, IES “Canarias Cabrera Pinto” en el 160 Aniversario, IES “El Chapatal”, IES “La Laboral”, colegios “Virgen del Mar”, Luther King, en su XXV Aniversario en 1997 y “Casa Azul”, etc.
Ha realizado Comunicaciones en Congresos nacionales como internacionales:
Congresos Internacionales Galdosianos de 1985, 1988, 1993 y 1997, como en el VI Congreso “Diálogo Fe-Cultura” en 1998.
Ha publicado numerosos artículos, entre los que destaca la colección:
“Aquellos Maestros Nacionales”, 2001/2003.
Ha sido colaborador de los periódicos El Día /Archipiélago literario), Diario de Avisos (Ateneo) y el Mundo (La Gaceta de Canarias), de las revistas Arquero, Nosotros, Gánigo, Aguayro y Educación Canaria
Ha obtenido los premios:
“Odas instrumentales”, primer premio del concurso “Emeterio Gutiérrez Albelo”, del Ayuntamiento de Icod de los Vinos, 1993.
“Coplas Canarias”, primer premio del concurso “Alhóndiga de Tacoronte” en los años 1992 y 1993.
Orillas del Olvido”, primer premio de narrativa breve “Leandro Perdomo” del Ayuntamiento de Teguise, publicado por dicho ayuntamiento y el Centro de la Cultura Popular Canaria, 1994.
Premio de investigación histórica “Antonio Rumeu de Armas” con la “Academia de Hermigua”, en su XXXVIII edición.
Oswaldo se traslada a La Laguna donde finalizará los estudios de Magisterio y obtendrá la Licenciatura en Filología Románica y Filología Hispánica, para más tarde alcanzar en máximo grado académico, Doctor en Filología Románica por la Universidad de La Laguna.
Su ejercicio profesional se desarrolla, primero, en su querida isla de La Gomera, inseparable en el habla y en la escritura, y luego en la Palma, su otra isla, por múltiples razones entre las que no es baladí la de conocer a la que será su esposa, Roa Margot Triana Pérez, con la que tendrá cuatro hijos. Margarita, María Eugenia, Alexis y Héctor Izquierdo Triana.
Al aprobar las oposiciones en Madrid de Agregado de Bachillerato, Oswaldo se traslada a La Laguna, al que será más tarde Instituto de Educación Secundaria, donde será vicesecretario, secretario y director en una época dorada para el centro por la conjunción de una excepcional plantilla de profesores, cuya categoría académica marcará la historia del instituto “Viera y Clavijo”.
Oswaldo accede a la inspección en la convocatoria que se realiza el año 1986, al tiempo que también consigue la Cátedra de bachillerato, y después de una breve estancia en tierras peninsulares se traslada a Arrecife, realizando la labor inspectora en la isla de Lanzarote hasta que vuelve nuevamente a la isla de Tenerife, donde desarrollará el trabajo de inspector de educación en diversos centros docentes de la isla, ejerciendo, por otra parte, como profesor de la Universidad Nacional de Educación a Distancia.
Oswaldo se jubila y no se jubila en 2004, porque con un horario más flexible empieza a multiplicar sus libros, escribiendo sobre diversos temas, sobre todo en Literatura e Historia, siendo citado en la Historia de la Literatura Española, dirigida, en su momento, por el que también fuera Catedrático de Bachillerato, Víctor García de La Concha.
A su labor de escritor, conferenciante, añade la actividad musical y él se debe, en gran manera, la creación y mantenimiento del grupo “Flor de la Marañuela”, que empieza a contar sus encuentros por décadas y no solo por años y eso lo dice todo, pues el mérito principal no suele estar en empezar, sino en continuar. Los nombres del laureado Agustín Ramos, Benigno y Ramón Prieto; Miguel Ángel, Juan y Fernando; Pepe del Toro, Ángel y Blas; Antonio, Lorenzo y Javier; Manolo, Víctor y Lalo, Juan, Jaime y Domingo, Adolfo, Daniel y Marino y otros muchos, son testigos de sus acertadas palabras en las intervenciones a las que está obligado por ser el maestro de ceremonias proclamado en su día. Sus intervenciones medidas, siguiendo la máxima del estagirita, “soy esclavo de mis palabras y dueño de mi silencio” son clave para entender sus sonoras palabras cuando habla y cuando calla.
Entre sus numerosas obras cabe destacar:
“Raíces narrativas del 98. De Pérez Galdós a Martín Ruiz”.
“Estudio del proceso de creación en el manuscrito del cuento ¿Dónde está mi cabeza”?
“Los sueños en los cuentos de Galdós”.
“Análisis de la Mula y el Buey (cuento de Navidad).
“Ocho Cuentos de Galdós”, publicada por el Cabildo de Gran Canaria, Sociedad de Estudios Galdosianos y la Consejería de Educación, 1988.
“Cuentos de Galdós, obra completa”, publicado por el Cabildo de Gran Canaria y el Centro de la Cultura Popular Canaria, 1994.
“Antología Poética de La Laguna 1497-1997, preparada por Sebastián de la Nuez Caballero, publicada por la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife, 1999.
“Cuentos de Galdós, obra completa II”, publicado por el Gobierno de Canarias y el Centro de la Cultura Popular Canaria, 2008.
“Cuencos Sonoros”, 2010
“La inmediata lejanía”, 2016.
“La Sanidad en el Valle de Aridane”, 2018.
“La enseñanza secundaria en El Hierro (1942-1976).
“Los estudios de bachillerato en La Palma”, Enseñanza libre y colegiada (1930/1980), 2014.
“Razono y Calculo N 6”.
“La fundación Muñoz y la Academia Lavers, 30 años de historia”, 2012."
Ha impartido conferencias o participado en obras colectivas en:
Casa Salazar en S/C de La Palma.
Ayuntamiento de Icod de Los Vinos, 1994.
La Alhóndiga en Tacoronte, 1998.
Ayuntamiento de La Laguna.
Librería Lemus en La Laguna.
Centro de la Cultura Popular Canaria, La Laguna.
Orfeón “La Paz”, La Laguna.
Real Sociedad Económica de Amigos del País en La Laguna, 1999.
Aula Magna de la Universidad de La Laguna, en La Laboral.
Feria del Libro de S/C de Tenerife.
Periódico El Día, S/C de Tenerife.
La Casa de Canarias en Madrid.
IES “Eusebio Barreto”, IES “Viera y Clavijo”, IES “Canarias Cabrera Pinto” en el 160 Aniversario, IES “El Chapatal”, IES “La Laboral”, colegios “Virgen del Mar”, Luther King, en su XXV Aniversario en 1997 y “Casa Azul”, etc.
Ha realizado Comunicaciones en Congresos nacionales como internacionales:
Congresos Internacionales Galdosianos de 1985, 1988, 1993 y 1997, como en el VI Congreso “Diálogo Fe-Cultura” en 1998.
Ha publicado numerosos artículos, entre los que destaca la colección:
“Aquellos Maestros Nacionales”, 2001/2003.
Ha sido colaborador de los periódicos El Día /Archipiélago literario), Diario de Avisos (Ateneo) y el Mundo (La Gaceta de Canarias), de las revistas Arquero, Nosotros, Gánigo, Aguayro y Educación Canaria
Ha obtenido los premios:
“Odas instrumentales”, primer premio del concurso “Emeterio Gutiérrez Albelo”, del Ayuntamiento de Icod de los Vinos, 1993.
“Coplas Canarias”, primer premio del concurso “Alhóndiga de Tacoronte” en los años 1992 y 1993.
Orillas del Olvido”, primer premio de narrativa breve “Leandro Perdomo” del Ayuntamiento de Teguise, publicado por dicho ayuntamiento y el Centro de la Cultura Popular Canaria, 1994.
Premio de investigación histórica “Antonio Rumeu de Armas” con la “Academia de Hermigua”, en su XXXVIII edición.
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Estudiando bachillerato elemental, con unos once años, conocí al que sería, primero, un colega de estudios, luego un compañero en la inspección de educación y finalmente un amigo antes y después de la jubilación.
Encajador nato es casi imposible ver enfadado al amigo que bromea con todos y de todos acepta bromas. La conversa es libre, la censura está vedada, mejor dicho, no existe, porque cuando repasamos los acontecimientos cada dos meses, más o menos, se habla de todo y no se prohíbe nada en la conversa. No se habla por hablar, porque Jorge Manuel Pérez Pérez se estudia los temas, y le encanta el análisis riguroso, aunque se haga en medio de la broma, sorprendiéndome, un día y otro también, por el conocimiento previo que tiene de la pregunta que hace. En ocasiones me quedo admirado de cómo, siendo un hombre de ciencias, sin estudios oficiales de Derecho, razona tan acertadamente en las cuestiones jurídicas.
Varios hechos han marcado su vida y aprendió a luchar desde pequeño y especialmente desde el fallecimiento de su padre a temprana edad. Ingenioso y divertido con “El Trece” recorría La Palma, para volver a San Andrés y Sauces, su pueblo natal, hasta que se trasladó a La Laguna para continuar sus estudios al finalizar el bachillerato y el preuniversitario en S/C de La Palma.
Pronto compaginó su responsabilidad de estudiante con la actividad política, en los años finales del franquismo, en el marco de lucha estudiantil en la Universidad de La Laguna. Obtenida su licenciatura e iniciada su vida profesional continua su compromiso para la instauración de la democracia, siendo años después un activo militante de la Unión General de Trabajadores.
Profesor en su tierra de San Andrés y Sauces y delegado de la sección del centro de formación profesional se trasladará pronto a S/C de La Palma y será luego director en el IFP de Güímar e inspector de educación en S/C de Tenerife, y fue el hombre de la obligada consulta en los temas de Formación Profesional, durante muchos años.
Eficiente en su trabajo, siempre he pensado que la fría Administración tenía que haber aprovechado sus grandes cualidades de administrador, además de sus capacidades en la enseñanza, pues el campo de la inspección de educación es amplio y debe serlo más, coordinando las especialidades, pues nadie puede entender de todo; todo ello siempre que se trabaje en equipo.
Compañero entrañable en su trabajo, hombre de armonía, poco más puedo decir que ahora sigue siendo un compañero y amigo del que siempre estás aprendiendo y que me alegra con ese modo de ver el lado positivo de la vida, que la ha dado duros golpes, una vida que traté de reflejar en la laudatio que pronuncié el día de su jubilación el año 2013, sin dejar de pensar que el tiempo corre más veloz que “El Trece”.
Encajador nato es casi imposible ver enfadado al amigo que bromea con todos y de todos acepta bromas. La conversa es libre, la censura está vedada, mejor dicho, no existe, porque cuando repasamos los acontecimientos cada dos meses, más o menos, se habla de todo y no se prohíbe nada en la conversa. No se habla por hablar, porque Jorge Manuel Pérez Pérez se estudia los temas, y le encanta el análisis riguroso, aunque se haga en medio de la broma, sorprendiéndome, un día y otro también, por el conocimiento previo que tiene de la pregunta que hace. En ocasiones me quedo admirado de cómo, siendo un hombre de ciencias, sin estudios oficiales de Derecho, razona tan acertadamente en las cuestiones jurídicas.
Varios hechos han marcado su vida y aprendió a luchar desde pequeño y especialmente desde el fallecimiento de su padre a temprana edad. Ingenioso y divertido con “El Trece” recorría La Palma, para volver a San Andrés y Sauces, su pueblo natal, hasta que se trasladó a La Laguna para continuar sus estudios al finalizar el bachillerato y el preuniversitario en S/C de La Palma.
Pronto compaginó su responsabilidad de estudiante con la actividad política, en los años finales del franquismo, en el marco de lucha estudiantil en la Universidad de La Laguna. Obtenida su licenciatura e iniciada su vida profesional continua su compromiso para la instauración de la democracia, siendo años después un activo militante de la Unión General de Trabajadores.
Profesor en su tierra de San Andrés y Sauces y delegado de la sección del centro de formación profesional se trasladará pronto a S/C de La Palma y será luego director en el IFP de Güímar e inspector de educación en S/C de Tenerife, y fue el hombre de la obligada consulta en los temas de Formación Profesional, durante muchos años.
Eficiente en su trabajo, siempre he pensado que la fría Administración tenía que haber aprovechado sus grandes cualidades de administrador, además de sus capacidades en la enseñanza, pues el campo de la inspección de educación es amplio y debe serlo más, coordinando las especialidades, pues nadie puede entender de todo; todo ello siempre que se trabaje en equipo.
Compañero entrañable en su trabajo, hombre de armonía, poco más puedo decir que ahora sigue siendo un compañero y amigo del que siempre estás aprendiendo y que me alegra con ese modo de ver el lado positivo de la vida, que la ha dado duros golpes, una vida que traté de reflejar en la laudatio que pronuncié el día de su jubilación el año 2013, sin dejar de pensar que el tiempo corre más veloz que “El Trece”.
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La eficiencia se distingue de la eficacia en que el objetivo se consigue en el menor tiempo y al menor costo posible, y ahí aparece el entrañable compañero y amigo Rafael.
Si lograr la eficiencia no resulta fácil en cualquier profesión, la misma se torna más difícil en un servicio como el de la inspección educativa, por su propia esencia al tener que desempeñar un trabajo fundamentalmente técnico bajo distintos gobiernos con directrices políticas, normalmente muy diferenciadas, en los primeros momentos, a raíz de la toma de posesión, y, al mismo tiempo, constituir un servicio puente entre la Administración central de cada Comunidad Autónoma y los centros que no se consideran con frecuencia administración, aunque lo sean.
Si el inspector actúa siempre como técnico, con prudencia, teniendo en cuenta el contexto y huye de las veleidades y tentaciones políticas y del primer plano, en el marco de la eficiencia que hemos destacado, y es capaz de alejarse de la adulación, y servir con voz crítica dentro de la lealtad profesional, que merece la autoridad superior de quien gobierne en cada momento, creo que tenemos un “Rafael”.
El prestigio de la inspección educativa es imprescindible para resolver los conflictos que surgen en las comunidades educativas, de ahí que cada inspector de educación deba contar con la potestas que implica su nombramiento regular, pero insuficiente para la adecuada solución de los problemas, si no va acompañado de la auctoritas, que deriva de su buen hacer y del predicamento ganado y reconocido por los diferentes sectores de las comunidades educativas de cada centro; necesitamos esos inspectores. Uno de ellos ha sido Rafael Curbelo Armas.
Van estas palabras para todos los interesados, pero llevado por el gran afecto que mantengo a los compañeros en activo, las dedico, especialmente, para quienes no le conocieron en el ejercicio activo de la inspección de educación.
Corría el año 1991, cuando tuve la oportunidad de comprobar las notables cualidades del gran profesional, destinado, desde hacía tiempo en la inspección de educación de Lanzarote. La organización de dos acontecimientos extraordinarios en el campo educativo y los éxitos conseguido en los mismos fueron la prueba concluyente de una gran capacidad organizativa y de relaciones humanas, que venía a completar la eficiente tarea ordinaria, demostrada durante muchos años, tanto de profesor, como de director o inspector.
Con Fernando Curbelo Fernández, inspector de dedicación extraordinaria y buen hacer, y el recordado Gorgonio Martin Muñoz, fallecido en 2009, el otro puntal cualificado por su discreción y entrega al servicio, Rafael Curbelo Armas, completó un extraordinario equipo en la inspección de Lanzarote, logrando, por un lado, que las jornadas anuales de inspección de educación de Canarias no hayan sido superadas en calidad hasta el día de la fecha, y, por otra parte, que la reunión de inspectores jefes de educación de la diferentes Comunidades Autónomas de España, celebrada en Lanzarote en 1992, alcanzara el máximo nivel, tanto en las actividades estrictamente académicas en Arrecife, en particular, como en los recorridos culturales y lúdicos por toda la isla, en general. En dichas jornadas se consiguió el apoyo del Ministerio de Educación, desplazándose a la isla, entre otros el Subdirector General del Servicio de Inspección Técnica de Educación, Francisco Alfonso Berlanga Reyes con el que luego coincidiría en Lisboa, en los años 1995 y 1996, siendo él Consejero de Educación de la Embajada de España y yo profesor y luego. director del Instituto Español. Ponentes como Eduardo Soler Fiérrez, hablando de su obra “La visita de inspección”, permitieron a los asistentes un acercamiento personal que sería muy útil para establecer contactos entre el servicio central y el de otras Comunidades Autónomas con el nuestro. En mi larga experiencia, en Canarias, en El Sahara o en Portugal, nunca tuve unos colaboradores que superaran tal grado de eficiencia, lo que brilla más, puesto que me precio de haber trabajado con compañeros de máximo nivel.
Sin disponibilidad presupuestaria, con una Secretaria General Técnica que nos negó cualquier tipo de colaboración, y con escasos recursos, la inspección de educación de Lanzarote logró la colaboración de todas las corporaciones de la isla, tras gestiones de primer orden, y la ayuda de diversas instituciones públicas y privadas, resolviendo los problemas de la financiación de los gastos, la organización y gestión de las señaladas jornadas. Cabildo, ayuntamientos y demás entidades prestaron a la educación el mayor y mejor servicio que pocas veces se ha visto en actos de este tipo. La comunidad educativa lo agradeció, especialmente la Federación de asociaciones de padres de alumnos que lo hizo constar expresamente, lo que, como Inspector General, trasladé a toda la Inspección Educativa de Canarias.
Reconocer la labor de inspectores, discretos, prudentes y, en definitiva, eficientes no solo debe ser un cometido de la Consejería de Educación. También es necesario que se haga constar por quienes han sido testigos del buen hacer de cada inspector, de eso se trata aquí.
La altura lograda en el rendimiento del servicio como excelente profesional sería suficiente para escribir la página dedicada a Rafael Curbelo Armas, pero la imagen estaría incompleta, porque faltaría esa otra faceta que hace aún más brillante la primera. La disponibilidad, la empatía la atención convertida en ayuda a quien la necesite, aún sin ser solicitada, hacen de Rafael la gran persona inolvidable para quienes le han tratado.
Al escribir unas palabras sobre un compañero y amigo resulta difícil desprenderse de esa carga de subjetividad que conlleva un retrato de este tipo, por ello está clara que esta es una visión que participa de esa característica, aunque intenta ser lo más objetiva posible. No obstante, yo, como en otros casos, no me atrevería a darle una dimensión general, si no fuera porque cuento con el testimonio de otros compañeros y ahí está la diferencia respecto a la visión particular. Rafael no solo es un compañero y amigo bien visto por el que esto escribe, Rafael Curbelo Armas tiene muchos compañeros y amigos testigos de una dedicación profesional de primer orden, de estar sentado en su despacho antes de amanecer para, nada más poder conectar por teléfono con los servicios centrales, realizar las siempre urgentes gestiones que requiere la atención a los centros docentes. El testimonio del apreciado compañero y amigo, Gorgonio, a cada rato en el recuerdo, se ve complementado, por ejemplo, por los de Rafael Bailón Casanova, inspector de educación, alumno suyo, primero, en 1975, y luego, compañero, o Enrique Niebla Tomé, profesor recientemente jubilado en el IES "Tegueste", después de toda una vida entregada a la enseñanza con gran dedicación, personas que, con dos ópticas diferentes, unidas en el campo común de la educación, ponen de relieve tan destacadas virtudes.
La valoración de la competencia profesional y de la calidad humana es compartida por muchos compañeros, como hemos apreciado en encuentros colectivos o cuando, ocasionalmente, compartimos un café o una copa en encuentros no programados. Nada mejor que dar voz a su compañero y amigo Enrique, con las notas que me remitió, después de vernos un buen rato en Tegueste en próximo pasado mes de febrero y de comentarle que quería hacer público algunas anécdotas y datos sobre Rafael Curbelo Armas.
Me comunica Enrique Niebla la siguiente nota: “En la década de los ochenta del siglo pasado, por una serie de caprichos, circunstancias y fallos en las listas de destinos con la consiguiente incapacidad de rectificación administrativa, recalé como profesor de Geografía e Historia en el instituto de bachillerato “Blas Cabrera Felipe”, lo que tendría gran impronta en mi devenir profesional.
Llegué a un Lanzarote muy cambiado, con escasez de servicios y en especial con carencia casi absoluta de muchos servicios, en especial, la vivienda de alquiler con precios prohibitivos para el sueldo de profesor. Recibido por el director del centro, Rafael Curbelo Armas, natural de Haría, con todas las atenciones posibles pronto entablamos amistad y me contaminó afectivamente del amor a su pueblo.
La toma de posesión administrativa en 1987 fue un acto sencillo, cuya copia conservo por obsequio de su actual director Enrique Díaz, pero la otra toma de posesión, la entrañable, la familiar y la afectiva obsequiada por Rafael continua vigente.
Desde el primer momento se preocupó por orientar a todos los profesores nuevos en la búsqueda de alojamiento, y en su integración, a pesar de su ocupación permanente, atendiendo el teléfono, resolviendo problemas en su polifacética actuación.
Transcurridos los meses e instalado en un pequeño apartamento en Arrieta, conocí al otro Rafael, el albañil y peón de fin de semana construyendo su casa de verano en Punta Mujeres a muy poca distancia de mi residencia y, al mismo tiempo, porque él tenía tiempo para todo, al Rafael agricultor, labor que sigue ejerciendo en su pequeña finca en Máguez.”
Valga, si cabe, aún más, para realzar lo que se dice de una forma de ser y actuar, ayer y hoy, no como un comportamiento limitado a unas personas, sino como esa forma general que venimos destacando, lo ocurrido en enero de 2011, cuando le llamé para que, si le fuese posible, compartiera unos momentos con unos amigos especiales que querían visitar la isla de Lanzarote y les diera una visión más profunda de la tierra de los volcanes, más allá de las guías oficiales. No me di cuenta que a Rafael no se le puede pedir un favor limitado. Cuando Juliana Ortega y Alberto Quintana, dos compañeros y entrañables amigos, más amigos en los momentos duros de la vida, como ocurrió hace 10 años, me contaron el viaje a su regreso a Madrid, descubrí el tremendo error que había cometido, pues Rafael no sólo les ilustró sobre Lanzarote, sino que les acompañó a los lugares de mayor interés y les colmó de todo tipo de atenciones. No debería haberme olvidado de que Rafael seguía siendo Rafael.
En términos similares actuó Rafael Curbelo cuando el amigo y compañero de la Junta de Gobierno del Colegio de Doctores y Licenciado en Ciencias y Filosofía y Letras La Laguna-Tenerife , el destacado profesor e investigador Álvaro Martín Torres organizó una de las visitas programadas, el IX Curso de “Itinerarios por ciudades y lugares históricos de Canarias” los días 15 y 16 de marzo de 2014, con destino a Lanzarote, junto al ilustre compañero y amigo, el profesor universitario, Fernando Martín Galán, gran protagonista, por sus conocimientos geográficos y de Historia de Canarias con una capacidad didáctica fuera de lo común. Al regreso de estas actividades que anualmente se realizan por dicha entidad con tal éxito que, al día siguiente de la apertura de cada jornada, resulta casi imposible inscribirse por agotarse las plazas disponibles, tanto Álvaro como Fernando destacaron la generosa y eficiente gestión, y el arropamiento de Rafael que coordinó y condujo la actividad “Viaje a la enigmática isla de Lanzarote: Naturaleza, Paisaje, Sociedad y la obra de César Manrique”.
Nadie es ajeno a que, alguna vez, los cambios en las situaciones profesionales, bien porque alguien ocupa un cargo o bien por la distancia que marca la jubilación, entre el retirado y el que continúa en el servicio activo, produzcan alguna posible insatisfacción y puede ser que lo que se creía real no lo fuera. Cuando se produce algún supuesto excepcional, de ese tipo, la fidelidad del resto de los amigos, deja en anécdota el caso.
Rafael Curbelo Armas, con la suerte de las buenas amistades, como jubilado continúa la brega en terreros diferentes, destacando en cuantos asuntos interviene, con el reconocimiento general y seguro que seguirá incorporando a otros nobles luchadores. Aunque ahora no tenga que desplazarse tan lejos, como aquella vez, en 1992, en que por la afición común a la lucha canaria fuimos capaces de, agotados por la jornada de trabajo en una de las visitas que realicé a Lanzarote, trasladarnos a Fuerteventura e irnos a Jandía, como si fuera la otra esquina, para ver la luchada en que intervenía el puntal José Viera, el poderoso “Faro de Jandía”, con incidente incluido que alteró a algunos de los compañeros de inspección, no tan asiduos a las luchadas, pero que yo pude tranquilizar con la experiencia que me daba el haber visto casos similares en otros terreros, sabiendo que imperaría la nobleza de nuestro vernáculo deporte. Muchos años después Rafael recibiría una placa de reconocimiento por su colaboración con la lucha canaria en su propio pueblo, Haría, uno de los lugares donde más se ha conservado tan importante seña de identidad de nuestras islas.
Cuando, además de todo lo dicho, ocurre que alguien puede profundizar en la relación personal de compañerismo, logrado en los tiempos del ejercicio profesional activo, y que el paso de tiempo, no contribuye al olvido, sino que, al contrario, aumenta los contactos y aviva los mejores sentimientos, se alcanza la cumbre de la amistad y se saborea la mejor visión panorámica que se pueda desear, repasando los distintos caminos y vericuetos en los que uno se ha metido con tantos compañeros en tantos años. Cuando llega ese momento, nos podemos considerar plenamente afortunados. Ya lo sabe el lector, es la suerte, esa suerte que me ha acompañado al conocer personas excelentes. Estas cosas me han ocurrido con el amigo y otros muchos compañeros amigos, también han tenido esa dicha, y ahí está el valor que quiero destacar. No es bueno para mi pedir más a los amigos, y yo no sé si debo decir más de Rafael Curbelo Armas, destacado profesor, gran director y eficiente inspector.
Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, un 25 de marzo de 2020, día de San Marcos, en un extraño Tegueste sin romería.
Si lograr la eficiencia no resulta fácil en cualquier profesión, la misma se torna más difícil en un servicio como el de la inspección educativa, por su propia esencia al tener que desempeñar un trabajo fundamentalmente técnico bajo distintos gobiernos con directrices políticas, normalmente muy diferenciadas, en los primeros momentos, a raíz de la toma de posesión, y, al mismo tiempo, constituir un servicio puente entre la Administración central de cada Comunidad Autónoma y los centros que no se consideran con frecuencia administración, aunque lo sean.
Si el inspector actúa siempre como técnico, con prudencia, teniendo en cuenta el contexto y huye de las veleidades y tentaciones políticas y del primer plano, en el marco de la eficiencia que hemos destacado, y es capaz de alejarse de la adulación, y servir con voz crítica dentro de la lealtad profesional, que merece la autoridad superior de quien gobierne en cada momento, creo que tenemos un “Rafael”.
El prestigio de la inspección educativa es imprescindible para resolver los conflictos que surgen en las comunidades educativas, de ahí que cada inspector de educación deba contar con la potestas que implica su nombramiento regular, pero insuficiente para la adecuada solución de los problemas, si no va acompañado de la auctoritas, que deriva de su buen hacer y del predicamento ganado y reconocido por los diferentes sectores de las comunidades educativas de cada centro; necesitamos esos inspectores. Uno de ellos ha sido Rafael Curbelo Armas.
Van estas palabras para todos los interesados, pero llevado por el gran afecto que mantengo a los compañeros en activo, las dedico, especialmente, para quienes no le conocieron en el ejercicio activo de la inspección de educación.
Corría el año 1991, cuando tuve la oportunidad de comprobar las notables cualidades del gran profesional, destinado, desde hacía tiempo en la inspección de educación de Lanzarote. La organización de dos acontecimientos extraordinarios en el campo educativo y los éxitos conseguido en los mismos fueron la prueba concluyente de una gran capacidad organizativa y de relaciones humanas, que venía a completar la eficiente tarea ordinaria, demostrada durante muchos años, tanto de profesor, como de director o inspector.
Con Fernando Curbelo Fernández, inspector de dedicación extraordinaria y buen hacer, y el recordado Gorgonio Martin Muñoz, fallecido en 2009, el otro puntal cualificado por su discreción y entrega al servicio, Rafael Curbelo Armas, completó un extraordinario equipo en la inspección de Lanzarote, logrando, por un lado, que las jornadas anuales de inspección de educación de Canarias no hayan sido superadas en calidad hasta el día de la fecha, y, por otra parte, que la reunión de inspectores jefes de educación de la diferentes Comunidades Autónomas de España, celebrada en Lanzarote en 1992, alcanzara el máximo nivel, tanto en las actividades estrictamente académicas en Arrecife, en particular, como en los recorridos culturales y lúdicos por toda la isla, en general. En dichas jornadas se consiguió el apoyo del Ministerio de Educación, desplazándose a la isla, entre otros el Subdirector General del Servicio de Inspección Técnica de Educación, Francisco Alfonso Berlanga Reyes con el que luego coincidiría en Lisboa, en los años 1995 y 1996, siendo él Consejero de Educación de la Embajada de España y yo profesor y luego. director del Instituto Español. Ponentes como Eduardo Soler Fiérrez, hablando de su obra “La visita de inspección”, permitieron a los asistentes un acercamiento personal que sería muy útil para establecer contactos entre el servicio central y el de otras Comunidades Autónomas con el nuestro. En mi larga experiencia, en Canarias, en El Sahara o en Portugal, nunca tuve unos colaboradores que superaran tal grado de eficiencia, lo que brilla más, puesto que me precio de haber trabajado con compañeros de máximo nivel.
Sin disponibilidad presupuestaria, con una Secretaria General Técnica que nos negó cualquier tipo de colaboración, y con escasos recursos, la inspección de educación de Lanzarote logró la colaboración de todas las corporaciones de la isla, tras gestiones de primer orden, y la ayuda de diversas instituciones públicas y privadas, resolviendo los problemas de la financiación de los gastos, la organización y gestión de las señaladas jornadas. Cabildo, ayuntamientos y demás entidades prestaron a la educación el mayor y mejor servicio que pocas veces se ha visto en actos de este tipo. La comunidad educativa lo agradeció, especialmente la Federación de asociaciones de padres de alumnos que lo hizo constar expresamente, lo que, como Inspector General, trasladé a toda la Inspección Educativa de Canarias.
Reconocer la labor de inspectores, discretos, prudentes y, en definitiva, eficientes no solo debe ser un cometido de la Consejería de Educación. También es necesario que se haga constar por quienes han sido testigos del buen hacer de cada inspector, de eso se trata aquí.
La altura lograda en el rendimiento del servicio como excelente profesional sería suficiente para escribir la página dedicada a Rafael Curbelo Armas, pero la imagen estaría incompleta, porque faltaría esa otra faceta que hace aún más brillante la primera. La disponibilidad, la empatía la atención convertida en ayuda a quien la necesite, aún sin ser solicitada, hacen de Rafael la gran persona inolvidable para quienes le han tratado.
Al escribir unas palabras sobre un compañero y amigo resulta difícil desprenderse de esa carga de subjetividad que conlleva un retrato de este tipo, por ello está clara que esta es una visión que participa de esa característica, aunque intenta ser lo más objetiva posible. No obstante, yo, como en otros casos, no me atrevería a darle una dimensión general, si no fuera porque cuento con el testimonio de otros compañeros y ahí está la diferencia respecto a la visión particular. Rafael no solo es un compañero y amigo bien visto por el que esto escribe, Rafael Curbelo Armas tiene muchos compañeros y amigos testigos de una dedicación profesional de primer orden, de estar sentado en su despacho antes de amanecer para, nada más poder conectar por teléfono con los servicios centrales, realizar las siempre urgentes gestiones que requiere la atención a los centros docentes. El testimonio del apreciado compañero y amigo, Gorgonio, a cada rato en el recuerdo, se ve complementado, por ejemplo, por los de Rafael Bailón Casanova, inspector de educación, alumno suyo, primero, en 1975, y luego, compañero, o Enrique Niebla Tomé, profesor recientemente jubilado en el IES "Tegueste", después de toda una vida entregada a la enseñanza con gran dedicación, personas que, con dos ópticas diferentes, unidas en el campo común de la educación, ponen de relieve tan destacadas virtudes.
La valoración de la competencia profesional y de la calidad humana es compartida por muchos compañeros, como hemos apreciado en encuentros colectivos o cuando, ocasionalmente, compartimos un café o una copa en encuentros no programados. Nada mejor que dar voz a su compañero y amigo Enrique, con las notas que me remitió, después de vernos un buen rato en Tegueste en próximo pasado mes de febrero y de comentarle que quería hacer público algunas anécdotas y datos sobre Rafael Curbelo Armas.
Me comunica Enrique Niebla la siguiente nota: “En la década de los ochenta del siglo pasado, por una serie de caprichos, circunstancias y fallos en las listas de destinos con la consiguiente incapacidad de rectificación administrativa, recalé como profesor de Geografía e Historia en el instituto de bachillerato “Blas Cabrera Felipe”, lo que tendría gran impronta en mi devenir profesional.
Llegué a un Lanzarote muy cambiado, con escasez de servicios y en especial con carencia casi absoluta de muchos servicios, en especial, la vivienda de alquiler con precios prohibitivos para el sueldo de profesor. Recibido por el director del centro, Rafael Curbelo Armas, natural de Haría, con todas las atenciones posibles pronto entablamos amistad y me contaminó afectivamente del amor a su pueblo.
La toma de posesión administrativa en 1987 fue un acto sencillo, cuya copia conservo por obsequio de su actual director Enrique Díaz, pero la otra toma de posesión, la entrañable, la familiar y la afectiva obsequiada por Rafael continua vigente.
Desde el primer momento se preocupó por orientar a todos los profesores nuevos en la búsqueda de alojamiento, y en su integración, a pesar de su ocupación permanente, atendiendo el teléfono, resolviendo problemas en su polifacética actuación.
Transcurridos los meses e instalado en un pequeño apartamento en Arrieta, conocí al otro Rafael, el albañil y peón de fin de semana construyendo su casa de verano en Punta Mujeres a muy poca distancia de mi residencia y, al mismo tiempo, porque él tenía tiempo para todo, al Rafael agricultor, labor que sigue ejerciendo en su pequeña finca en Máguez.”
Valga, si cabe, aún más, para realzar lo que se dice de una forma de ser y actuar, ayer y hoy, no como un comportamiento limitado a unas personas, sino como esa forma general que venimos destacando, lo ocurrido en enero de 2011, cuando le llamé para que, si le fuese posible, compartiera unos momentos con unos amigos especiales que querían visitar la isla de Lanzarote y les diera una visión más profunda de la tierra de los volcanes, más allá de las guías oficiales. No me di cuenta que a Rafael no se le puede pedir un favor limitado. Cuando Juliana Ortega y Alberto Quintana, dos compañeros y entrañables amigos, más amigos en los momentos duros de la vida, como ocurrió hace 10 años, me contaron el viaje a su regreso a Madrid, descubrí el tremendo error que había cometido, pues Rafael no sólo les ilustró sobre Lanzarote, sino que les acompañó a los lugares de mayor interés y les colmó de todo tipo de atenciones. No debería haberme olvidado de que Rafael seguía siendo Rafael.
En términos similares actuó Rafael Curbelo cuando el amigo y compañero de la Junta de Gobierno del Colegio de Doctores y Licenciado en Ciencias y Filosofía y Letras La Laguna-Tenerife , el destacado profesor e investigador Álvaro Martín Torres organizó una de las visitas programadas, el IX Curso de “Itinerarios por ciudades y lugares históricos de Canarias” los días 15 y 16 de marzo de 2014, con destino a Lanzarote, junto al ilustre compañero y amigo, el profesor universitario, Fernando Martín Galán, gran protagonista, por sus conocimientos geográficos y de Historia de Canarias con una capacidad didáctica fuera de lo común. Al regreso de estas actividades que anualmente se realizan por dicha entidad con tal éxito que, al día siguiente de la apertura de cada jornada, resulta casi imposible inscribirse por agotarse las plazas disponibles, tanto Álvaro como Fernando destacaron la generosa y eficiente gestión, y el arropamiento de Rafael que coordinó y condujo la actividad “Viaje a la enigmática isla de Lanzarote: Naturaleza, Paisaje, Sociedad y la obra de César Manrique”.
Nadie es ajeno a que, alguna vez, los cambios en las situaciones profesionales, bien porque alguien ocupa un cargo o bien por la distancia que marca la jubilación, entre el retirado y el que continúa en el servicio activo, produzcan alguna posible insatisfacción y puede ser que lo que se creía real no lo fuera. Cuando se produce algún supuesto excepcional, de ese tipo, la fidelidad del resto de los amigos, deja en anécdota el caso.
Rafael Curbelo Armas, con la suerte de las buenas amistades, como jubilado continúa la brega en terreros diferentes, destacando en cuantos asuntos interviene, con el reconocimiento general y seguro que seguirá incorporando a otros nobles luchadores. Aunque ahora no tenga que desplazarse tan lejos, como aquella vez, en 1992, en que por la afición común a la lucha canaria fuimos capaces de, agotados por la jornada de trabajo en una de las visitas que realicé a Lanzarote, trasladarnos a Fuerteventura e irnos a Jandía, como si fuera la otra esquina, para ver la luchada en que intervenía el puntal José Viera, el poderoso “Faro de Jandía”, con incidente incluido que alteró a algunos de los compañeros de inspección, no tan asiduos a las luchadas, pero que yo pude tranquilizar con la experiencia que me daba el haber visto casos similares en otros terreros, sabiendo que imperaría la nobleza de nuestro vernáculo deporte. Muchos años después Rafael recibiría una placa de reconocimiento por su colaboración con la lucha canaria en su propio pueblo, Haría, uno de los lugares donde más se ha conservado tan importante seña de identidad de nuestras islas.
Cuando, además de todo lo dicho, ocurre que alguien puede profundizar en la relación personal de compañerismo, logrado en los tiempos del ejercicio profesional activo, y que el paso de tiempo, no contribuye al olvido, sino que, al contrario, aumenta los contactos y aviva los mejores sentimientos, se alcanza la cumbre de la amistad y se saborea la mejor visión panorámica que se pueda desear, repasando los distintos caminos y vericuetos en los que uno se ha metido con tantos compañeros en tantos años. Cuando llega ese momento, nos podemos considerar plenamente afortunados. Ya lo sabe el lector, es la suerte, esa suerte que me ha acompañado al conocer personas excelentes. Estas cosas me han ocurrido con el amigo y otros muchos compañeros amigos, también han tenido esa dicha, y ahí está el valor que quiero destacar. No es bueno para mi pedir más a los amigos, y yo no sé si debo decir más de Rafael Curbelo Armas, destacado profesor, gran director y eficiente inspector.
Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, un 25 de marzo de 2020, día de San Marcos, en un extraño Tegueste sin romería.
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Si al saber, al afán de lucha, a la más alta extensión del deber, a la prudencia y a la discreción, se une la fortaleza de quien es capaz de atender todo el campo educativo de una isla como Fuerteventura, es obvio deducir que, la conjunción de tales cualidades en una persona, tiene carácter extraordinario. En los tres cursos de los primeros años noventa del pasado siglo, en la embrujada tierra majorera con un galopante desarrollo demográfico, un inspector de calidad, cuando de la misma no se hablaba tanto, Joaquín Nieto Reguera, a su modo y manera, marcó las líneas del buen hacer con su gran labor profesional, para una larga etapa en la inspección de Fuerteventura. Testigo, en primera línea, como inspector general, debo añadir a las cualidades señaladas, la lealtad profesional que adornó su servicio público, ejerciendo como extraordinario inspector más allá de su nombramiento como inspector extraordinario.
Encontrar personas como Joaquín Nieto, conocerlas y tratarlas y coincidir, además, en el amor entusiasta por nuestra tierra y el vernáculo deporte, es más que suerte, es una dicha que se disfrutó entonces y ahora se saborea. Una vez más aquí está mi fortuna, porque en el terrero de la lucha de la educación, resolviendo los problemas de los centros docentes con el arte de la brega, amagando con una pardelera, para dar paso rápido a un traspié, analizando el traslado de alumnos para resolver el establecimiento del comedor escolar, más que trabajar con él, se disfrutaba de su eficiente gestión. Al compartir esa pasión educativa creo que los dos hicimos propia la máxima del gran Confucio: “Elige el trabajo que te gusta y nunca trabajarás”. Solo convirtiendo esta frase en brocardo, puedo comprender que el extraordinario inspector Joaquín Nieto Reguera pudiera llevar sobre sus hombros tantas tareas durante tres cursos académicos en aquella isla, recorriendo largas carreteras desde Corralejo a Jandía, con las curvas de los diarios problemas, planteados por un desbordado incremento de alumnos y de una demanda creciente de servicios docentes.
Nunca se pagará a Joaquín Nieto Reguera el trabajo realizado en Fuerteventura, bien en el corazón de la isla, en Antigua y Betancuria, bien en las zonas de crecimiento turístico en los municipios desde La Oliva, al norte, hasta Pájara, en el sur, carretera va y caminos vienen, con montañas que se aplanan y dunas que se mecen, en un embrujo de molinos que no siempre el viento mueve. Horas de un destino a otro, que se suman en días que se alargan y que hacen dudar el límite convencional de las veinticuatro horas, que llenan su mente con todos los centros educativos de la isla. Resulta casi imposible saber cómo Joaquín Nieto podía atender desde el más grande instituto, en el cambiado Puerto Cabras, hasta el colegio de Tiscamanita o la escuela unitaria de Ampuyenta, no perdida por obra de su atenta visita.
La colaboración que tuve en Fuerteventura cuando ejercí mis funciones en la Inspección General fue una de las más relevantes de todas, porque nadie pudo superar el esfuerzo realizado al ser, con diferencia, la zona con mayor y más distanciados centros educativos. Las visitas que realicé a la isla tuvieron para mí la justa compensación del trabajo hecho que comenzaba a primera hora de la mañana. La información puntual del inspector, su conocimiento de los más mínimos detalles en los problemas de los profesores y los centros docentes, mezclados en la hora del almuerzo, con el tomate de manzana negra, picado o entero, el pescado o la carne de cabrito con ajos según tocara, levantando la copa de la amistad y hablando de educación y de lucha canaria, para volver a la educación, convertían mi visita de trabajo en un viaje energético que transformaba la labor inspectora en lecciones del apasionado saber.
En la dura tarea diaria, junto a los trayectos de soledad, que permitían la escritura mental de libros que se convertirían, más tarde, en textos impresos, y todo tipo de algoritmos con soluciones que se apuntaban nada más llegar al siguiente destino, Joaquín Nieto contó con la colaboración de los inspectores de educación de la isla de Lanzarote, Fernando Curbelo Fernández, Gorgonio Martín Muñoz y Rafael Curbelo Armas, que con su coordinación de actividades aminoraban aquella soledad, experimentada en el largo terruño tan bien descrito por Miguel de Unamuno en su obra “Por tierras de Portugal y España”. Además de las llamadas telefónicas, casi diarias, para intercambiar problemas y soluciones, ideas para la dinamización de los planes de lectura y otros temas, se organizaron visitas de supervisión por equipos entre las que puedo destacar la realizada por siete inspectores de distintas especialidades, pues era necesario reforzar la tarea pedagógica y de gestión general, que puede hacer con solvencia cualquier inspector independientemente de su procedencia formativa en educación primaria o secundaria, con los temas específicos propios de una materia determinada o de una enseñanza profesional con mayor complejidad de la que pueda parecer a simple vista. La apuesta por un modelo de inspector de educación generalista competente en todo, que arranca de la Ley General de Educación de 1970, no siempre se ha sabido conjugar, con la necesaria especialización que requieren frecuentes actuaciones en las que o el inspector es experto o debe contar con el compañero que lo fuere y, en su defecto, con un relevante profesor que puede actuar de asesor en el tipo de enseñanza o materia requeridos, para no alimentar esa manía pedagógica de enseñar lo que no se sabe y de actuar sobre lo que se desconoce.
Con las visitas de inspectores desplazados de otras islas se fortalecía también el trabajo en equipo que completaba la acción individual del inspector de zona, en el marco de una inspección global de Canarias, plenamente coordinada, que tanto apoyara el laureado inspector palmero, Germán González, el amigo recordado con frecuencia en nuestras conversaciones desde que emprendió el viaje definitivo. Las excelentes relaciones de los mencionados inspectores de Lanzarote fueron un apoyo esencial para Joaquín Nieto en Fuerteventura, que pudo así contar con ellos incluso algunos sábados y domingos en los que la tarea se completaba con el buen pescado un día, el cabrito de la zona otro, sin que faltara el sabroso gofio y el buen vino de la isla hermana de Lanzarote, que nunca tuvo tiempo de estropearse por el mareo.
Traté siempre de apoyar al compañero inspector que termino siendo el inspector amigo, porque no me gustaba rehuir la brega y allí estuve empleándome a fondo en la unificación del IES “Gran Tarajal”. Aún recuerdo aquel gesto de mala educación cuando la directora lanzó las llaves sobre la mesa, manifestando que allí acababan sus funciones, y la rápida e inspirada reacción que tuve, ordenando que se levantara acta, no aceptando posturas de ese tipo en una directora a la que exigí cumpliera con sus responsabilidades. En modo alguno un inspector puede consentir actitudes irresponsables con grave perturbación del servicio público y por ello es tan importante actuar con prudencia y respeto, pero al mismo tiempo con firmeza y prontitud. Problema resuelto, función de inspección cumplida y clara manifestación de que el inspector de zona no estaba solo.
El mantenimiento de la amistad forjada en esos años es un premio no evaluable en los términos materiales con lo que solemos hoy cuantificar casi todo. Esa relación personal con sus compañeros es la que ha llevado a Joaquín Nieto a visitar Lanzarote en múltiples ocasiones, para comprobar los escenarios de su novela “Atashé el Grande”, presentada en Teguise en el año 2019, dedicada a su madre Antonia Reguera González, nacida en la isla conejera. En Haría presentó también el libro sobre “Los licores tradicionales de Lanzarote” y no ha dejado de darse un salto siempre que lo ha demandado ese otro puntal de la inspección de educación Rafael Curbelo Armas.
Entre las múltiples facetas de Joaquín Nieto estaba su actividad musical, tema no muy frecuente en nuestras conversas, porque, conociendo mis limitaciones, más allá de los gustos, con el arte de Orfeo, saltábamos al tema de la lucha canaria. En Casillas del Ángel, junto a inspectores que siempre me acompañaban, embelesado Caronte, o en “Mariquita Hierro” en El Cotillo, con el resucitador caldo de pescado, hacíamos fuerza analizando las últimas luchadas vistas en Fuerteventura, Gran Canaria o Tenerife, para mover la mesa más de una vez, empujando como si del rival se tratara, con tanta garra, que, alguna vez, acabó con los vasos de vino derramados, provocando la risa de todos, pero sin la penetrante mirada de atención de la otra parte contratante, que se hubiera producido de estar presente, al quedar la camisa manchada. Allí, llegado ese punto, no cabían tarjetas de amonestación, ni tampoco en Agua de Bueyes o en Valle de Ortega, donde la carne de cabra establecía el silencio entre tantas palabras desbordantes. Un descanso en el debate educativo se volvía imprescindible entre los distinguidos comensales.
La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias no puede olvidar la labor realizada en el servicio de inspección y la que se ha hecho y se sigue haciendo por personas como Joaquín Nieto, escritor que no cesa línea tras línea, cuando no está en el terreno de Valsequillo, surco tras surco, saltando de los árboles frutales y de las viñas en “Luis Verde” al despacho de los libros canarios y de los otros libros que allí han llegado o que de allí salen para satisfacción de los niños canarios con su nombre ganado en literatura infantil y juvenil que, como él bien dice, es literatura y, por tanto, para niños y para mayores. Hoy quisiera llegar al fondo de “Un barranco lleno de flores”, confundiendo la realidad de tu texto impreso para verte bajar por la vereda con el bastón de mando de los viejos saharauis y poder escuchar tu ameno relato con la sensibilidad infantil que nunca debemos perder, recordando aquel día en el Sauzal con las palabras de agradecimiento y el aplauso de tus compañeros de Tenerife con nuestro coordinador Néstor Castro Henríquez y la presencia también del ilustre Rafael Curbelo Armas, recién llegado desde Lanzarote.
Sus palabras sobre su tío Joaquín Reguera González, recientemente fallecido, son la muestra de un complemento esencial en su vida que le han dado fuerza en los momentos más duros. La faceta familiar da explicación a esa energía del extraordinario inspector, del gran escritor canario.
Preocupado por la formación del profesorado, seguimos hablando de los temas educativos y de las posibles mejoras de los centros. Siempre ha destacado que el aprendizaje y la enseñanza deben realizarse, de forma compartida, entre el profesorado y el alumnado, con fuerte implicación de la Administración, pues como repetía una y otra vez “la escuela no es un saco donde cabe todo”.
El servicio de inspección educativa en Canarias, en el marco general de la educación, nunca ha dejado de estar presente a pesar de nuestras jubilaciones. Las reticencias de determinados cargos con la inspección de educación no es cosa del pasado y no dejamos de sentir cualquier problema que surja, pues, aunque ya no tengamos ni voz ni voto, no hemos podido romper el vínculo con su gente. Ahora toca portar la antorcha a un joven equipo, cuya cualificación nos consta. Sería una pena que nuestras autoridades educativas no aprovecharan el servicio esencial en el sistema educativo, prestado por eficientes inspectores, que como técnicos deben una lealtad profesional, gobierne quien gobierne, pero al que, más allá de ello, no les es exigible afinidades específicas si se quiere mantener una inspección de prestigio, técnica e independiente.
De la lucha canaria a la lucha por la educación, con la fuerza de Parri II, desplazando de un lado al otro del terrero de Maspalomas al gran coloso Santiago Ojeda, sigo empujando con Joaquín Nieto, mientras hablamos de temas docentes, aunque cada vez con mayor frecuencia yo tenga que tocar el hombro del oponente para evitar el tremendo costalazo, por los temas olvidados o desconocidos. Cuánto nos gustaría que los problemas educativos se resolvieran con la rapidez con la que el puntal majorero Vicente Alonso resolvía su dura brega con El Palilla de Tegueste. La máxima concentración debe acompañar al inspector en su equilibrada labor sin despiste alguno como sucede en el terrero con los dos bregadores, en cuya lucha no se puede levantar la vista, porque “tras, tras”, al suelo, y deja de ver el final de la agarrada. Unas veces caía uno, otras el otro, pero sin pasividad en la brega, ritmo que debe imperar en la resolución de los problemas educativas, sin ese tiempo con el que la máquina burocrática eterniza los asuntos. Aunar fuerzas, estudiar e ir con paso firme en la inspección de educación, respetando siempre a todos, puede evitar la caída, de ahí la alta exigencia, ya que el fallo puede facilitar la levantada de José Jerónimo “El Pala” y “pal piso”; claro está, Joaquín, que, si toca El Pala en frente, toda preparación será poca.
Debemos mucho a Joaquín Nieto Reguera, inspector y escritor, que sigue en la brega, pues la lucha continua. Sirva este sencillo escrito para contribuir a ese merecido reconocimiento que será mayor si es compartido por los lectores.
Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, un 23 de mayo de 2020, en Tegueste, escribiendo, cuando acaba la fase uno de una palabra sin sentido en la lucha contra la pandemia del coronavirus.
Encontrar personas como Joaquín Nieto, conocerlas y tratarlas y coincidir, además, en el amor entusiasta por nuestra tierra y el vernáculo deporte, es más que suerte, es una dicha que se disfrutó entonces y ahora se saborea. Una vez más aquí está mi fortuna, porque en el terrero de la lucha de la educación, resolviendo los problemas de los centros docentes con el arte de la brega, amagando con una pardelera, para dar paso rápido a un traspié, analizando el traslado de alumnos para resolver el establecimiento del comedor escolar, más que trabajar con él, se disfrutaba de su eficiente gestión. Al compartir esa pasión educativa creo que los dos hicimos propia la máxima del gran Confucio: “Elige el trabajo que te gusta y nunca trabajarás”. Solo convirtiendo esta frase en brocardo, puedo comprender que el extraordinario inspector Joaquín Nieto Reguera pudiera llevar sobre sus hombros tantas tareas durante tres cursos académicos en aquella isla, recorriendo largas carreteras desde Corralejo a Jandía, con las curvas de los diarios problemas, planteados por un desbordado incremento de alumnos y de una demanda creciente de servicios docentes.
Nunca se pagará a Joaquín Nieto Reguera el trabajo realizado en Fuerteventura, bien en el corazón de la isla, en Antigua y Betancuria, bien en las zonas de crecimiento turístico en los municipios desde La Oliva, al norte, hasta Pájara, en el sur, carretera va y caminos vienen, con montañas que se aplanan y dunas que se mecen, en un embrujo de molinos que no siempre el viento mueve. Horas de un destino a otro, que se suman en días que se alargan y que hacen dudar el límite convencional de las veinticuatro horas, que llenan su mente con todos los centros educativos de la isla. Resulta casi imposible saber cómo Joaquín Nieto podía atender desde el más grande instituto, en el cambiado Puerto Cabras, hasta el colegio de Tiscamanita o la escuela unitaria de Ampuyenta, no perdida por obra de su atenta visita.
La colaboración que tuve en Fuerteventura cuando ejercí mis funciones en la Inspección General fue una de las más relevantes de todas, porque nadie pudo superar el esfuerzo realizado al ser, con diferencia, la zona con mayor y más distanciados centros educativos. Las visitas que realicé a la isla tuvieron para mí la justa compensación del trabajo hecho que comenzaba a primera hora de la mañana. La información puntual del inspector, su conocimiento de los más mínimos detalles en los problemas de los profesores y los centros docentes, mezclados en la hora del almuerzo, con el tomate de manzana negra, picado o entero, el pescado o la carne de cabrito con ajos según tocara, levantando la copa de la amistad y hablando de educación y de lucha canaria, para volver a la educación, convertían mi visita de trabajo en un viaje energético que transformaba la labor inspectora en lecciones del apasionado saber.
En la dura tarea diaria, junto a los trayectos de soledad, que permitían la escritura mental de libros que se convertirían, más tarde, en textos impresos, y todo tipo de algoritmos con soluciones que se apuntaban nada más llegar al siguiente destino, Joaquín Nieto contó con la colaboración de los inspectores de educación de la isla de Lanzarote, Fernando Curbelo Fernández, Gorgonio Martín Muñoz y Rafael Curbelo Armas, que con su coordinación de actividades aminoraban aquella soledad, experimentada en el largo terruño tan bien descrito por Miguel de Unamuno en su obra “Por tierras de Portugal y España”. Además de las llamadas telefónicas, casi diarias, para intercambiar problemas y soluciones, ideas para la dinamización de los planes de lectura y otros temas, se organizaron visitas de supervisión por equipos entre las que puedo destacar la realizada por siete inspectores de distintas especialidades, pues era necesario reforzar la tarea pedagógica y de gestión general, que puede hacer con solvencia cualquier inspector independientemente de su procedencia formativa en educación primaria o secundaria, con los temas específicos propios de una materia determinada o de una enseñanza profesional con mayor complejidad de la que pueda parecer a simple vista. La apuesta por un modelo de inspector de educación generalista competente en todo, que arranca de la Ley General de Educación de 1970, no siempre se ha sabido conjugar, con la necesaria especialización que requieren frecuentes actuaciones en las que o el inspector es experto o debe contar con el compañero que lo fuere y, en su defecto, con un relevante profesor que puede actuar de asesor en el tipo de enseñanza o materia requeridos, para no alimentar esa manía pedagógica de enseñar lo que no se sabe y de actuar sobre lo que se desconoce.
Con las visitas de inspectores desplazados de otras islas se fortalecía también el trabajo en equipo que completaba la acción individual del inspector de zona, en el marco de una inspección global de Canarias, plenamente coordinada, que tanto apoyara el laureado inspector palmero, Germán González, el amigo recordado con frecuencia en nuestras conversaciones desde que emprendió el viaje definitivo. Las excelentes relaciones de los mencionados inspectores de Lanzarote fueron un apoyo esencial para Joaquín Nieto en Fuerteventura, que pudo así contar con ellos incluso algunos sábados y domingos en los que la tarea se completaba con el buen pescado un día, el cabrito de la zona otro, sin que faltara el sabroso gofio y el buen vino de la isla hermana de Lanzarote, que nunca tuvo tiempo de estropearse por el mareo.
Traté siempre de apoyar al compañero inspector que termino siendo el inspector amigo, porque no me gustaba rehuir la brega y allí estuve empleándome a fondo en la unificación del IES “Gran Tarajal”. Aún recuerdo aquel gesto de mala educación cuando la directora lanzó las llaves sobre la mesa, manifestando que allí acababan sus funciones, y la rápida e inspirada reacción que tuve, ordenando que se levantara acta, no aceptando posturas de ese tipo en una directora a la que exigí cumpliera con sus responsabilidades. En modo alguno un inspector puede consentir actitudes irresponsables con grave perturbación del servicio público y por ello es tan importante actuar con prudencia y respeto, pero al mismo tiempo con firmeza y prontitud. Problema resuelto, función de inspección cumplida y clara manifestación de que el inspector de zona no estaba solo.
El mantenimiento de la amistad forjada en esos años es un premio no evaluable en los términos materiales con lo que solemos hoy cuantificar casi todo. Esa relación personal con sus compañeros es la que ha llevado a Joaquín Nieto a visitar Lanzarote en múltiples ocasiones, para comprobar los escenarios de su novela “Atashé el Grande”, presentada en Teguise en el año 2019, dedicada a su madre Antonia Reguera González, nacida en la isla conejera. En Haría presentó también el libro sobre “Los licores tradicionales de Lanzarote” y no ha dejado de darse un salto siempre que lo ha demandado ese otro puntal de la inspección de educación Rafael Curbelo Armas.
Entre las múltiples facetas de Joaquín Nieto estaba su actividad musical, tema no muy frecuente en nuestras conversas, porque, conociendo mis limitaciones, más allá de los gustos, con el arte de Orfeo, saltábamos al tema de la lucha canaria. En Casillas del Ángel, junto a inspectores que siempre me acompañaban, embelesado Caronte, o en “Mariquita Hierro” en El Cotillo, con el resucitador caldo de pescado, hacíamos fuerza analizando las últimas luchadas vistas en Fuerteventura, Gran Canaria o Tenerife, para mover la mesa más de una vez, empujando como si del rival se tratara, con tanta garra, que, alguna vez, acabó con los vasos de vino derramados, provocando la risa de todos, pero sin la penetrante mirada de atención de la otra parte contratante, que se hubiera producido de estar presente, al quedar la camisa manchada. Allí, llegado ese punto, no cabían tarjetas de amonestación, ni tampoco en Agua de Bueyes o en Valle de Ortega, donde la carne de cabra establecía el silencio entre tantas palabras desbordantes. Un descanso en el debate educativo se volvía imprescindible entre los distinguidos comensales.
La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias no puede olvidar la labor realizada en el servicio de inspección y la que se ha hecho y se sigue haciendo por personas como Joaquín Nieto, escritor que no cesa línea tras línea, cuando no está en el terreno de Valsequillo, surco tras surco, saltando de los árboles frutales y de las viñas en “Luis Verde” al despacho de los libros canarios y de los otros libros que allí han llegado o que de allí salen para satisfacción de los niños canarios con su nombre ganado en literatura infantil y juvenil que, como él bien dice, es literatura y, por tanto, para niños y para mayores. Hoy quisiera llegar al fondo de “Un barranco lleno de flores”, confundiendo la realidad de tu texto impreso para verte bajar por la vereda con el bastón de mando de los viejos saharauis y poder escuchar tu ameno relato con la sensibilidad infantil que nunca debemos perder, recordando aquel día en el Sauzal con las palabras de agradecimiento y el aplauso de tus compañeros de Tenerife con nuestro coordinador Néstor Castro Henríquez y la presencia también del ilustre Rafael Curbelo Armas, recién llegado desde Lanzarote.
Sus palabras sobre su tío Joaquín Reguera González, recientemente fallecido, son la muestra de un complemento esencial en su vida que le han dado fuerza en los momentos más duros. La faceta familiar da explicación a esa energía del extraordinario inspector, del gran escritor canario.
Preocupado por la formación del profesorado, seguimos hablando de los temas educativos y de las posibles mejoras de los centros. Siempre ha destacado que el aprendizaje y la enseñanza deben realizarse, de forma compartida, entre el profesorado y el alumnado, con fuerte implicación de la Administración, pues como repetía una y otra vez “la escuela no es un saco donde cabe todo”.
El servicio de inspección educativa en Canarias, en el marco general de la educación, nunca ha dejado de estar presente a pesar de nuestras jubilaciones. Las reticencias de determinados cargos con la inspección de educación no es cosa del pasado y no dejamos de sentir cualquier problema que surja, pues, aunque ya no tengamos ni voz ni voto, no hemos podido romper el vínculo con su gente. Ahora toca portar la antorcha a un joven equipo, cuya cualificación nos consta. Sería una pena que nuestras autoridades educativas no aprovecharan el servicio esencial en el sistema educativo, prestado por eficientes inspectores, que como técnicos deben una lealtad profesional, gobierne quien gobierne, pero al que, más allá de ello, no les es exigible afinidades específicas si se quiere mantener una inspección de prestigio, técnica e independiente.
De la lucha canaria a la lucha por la educación, con la fuerza de Parri II, desplazando de un lado al otro del terrero de Maspalomas al gran coloso Santiago Ojeda, sigo empujando con Joaquín Nieto, mientras hablamos de temas docentes, aunque cada vez con mayor frecuencia yo tenga que tocar el hombro del oponente para evitar el tremendo costalazo, por los temas olvidados o desconocidos. Cuánto nos gustaría que los problemas educativos se resolvieran con la rapidez con la que el puntal majorero Vicente Alonso resolvía su dura brega con El Palilla de Tegueste. La máxima concentración debe acompañar al inspector en su equilibrada labor sin despiste alguno como sucede en el terrero con los dos bregadores, en cuya lucha no se puede levantar la vista, porque “tras, tras”, al suelo, y deja de ver el final de la agarrada. Unas veces caía uno, otras el otro, pero sin pasividad en la brega, ritmo que debe imperar en la resolución de los problemas educativas, sin ese tiempo con el que la máquina burocrática eterniza los asuntos. Aunar fuerzas, estudiar e ir con paso firme en la inspección de educación, respetando siempre a todos, puede evitar la caída, de ahí la alta exigencia, ya que el fallo puede facilitar la levantada de José Jerónimo “El Pala” y “pal piso”; claro está, Joaquín, que, si toca El Pala en frente, toda preparación será poca.
Debemos mucho a Joaquín Nieto Reguera, inspector y escritor, que sigue en la brega, pues la lucha continua. Sirva este sencillo escrito para contribuir a ese merecido reconocimiento que será mayor si es compartido por los lectores.
Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, un 23 de mayo de 2020, en Tegueste, escribiendo, cuando acaba la fase uno de una palabra sin sentido en la lucha contra la pandemia del coronavirus.
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