Si al saber, al afán de lucha, a la más alta extensión del deber, a la prudencia y a la discreción, se une la fortaleza de quien es capaz de atender todo el campo educativo de una isla como Fuerteventura, es obvio deducir que, la conjunción de tales cualidades en una persona, tiene carácter extraordinario. En los tres cursos de los primeros años noventa del pasado siglo, en la embrujada tierra majorera con un galopante desarrollo demográfico, un inspector de calidad, cuando de la misma no se hablaba tanto, Joaquín Nieto Reguera, a su modo y manera, marcó las líneas del buen hacer con su gran labor profesional, para una larga etapa en la inspección de Fuerteventura. Testigo, en primera línea, como inspector general, debo añadir a las cualidades señaladas, la lealtad profesional que adornó su servicio público, ejerciendo como extraordinario inspector más allá de su nombramiento como inspector extraordinario.
Encontrar personas como Joaquín Nieto, conocerlas y tratarlas y coincidir, además, en el amor entusiasta por nuestra tierra y el vernáculo deporte, es más que suerte, es una dicha que se disfrutó entonces y ahora se saborea. Una vez más aquí está mi fortuna, porque en el terrero de la lucha de la educación, resolviendo los problemas de los centros docentes con el arte de la brega, amagando con una pardelera, para dar paso rápido a un traspié, analizando el traslado de alumnos para resolver el establecimiento del comedor escolar, más que trabajar con él, se disfrutaba de su eficiente gestión. Al compartir esa pasión educativa creo que los dos hicimos propia la máxima del gran Confucio: “Elige el trabajo que te gusta y nunca trabajarás”. Solo convirtiendo esta frase en brocardo, puedo comprender que el extraordinario inspector Joaquín Nieto Reguera pudiera llevar sobre sus hombros tantas tareas durante tres cursos académicos en aquella isla, recorriendo largas carreteras desde Corralejo a Jandía, con las curvas de los diarios problemas, planteados por un desbordado incremento de alumnos y de una demanda creciente de servicios docentes. Nunca se pagará a Joaquín Nieto Reguera el trabajo realizado en Fuerteventura, bien en el corazón de la isla, en Antigua y Betancuria, bien en las zonas de crecimiento turístico en los municipios desde La Oliva, al norte, hasta Pájara, en el sur, carretera va y caminos vienen, con montañas que se aplanan y dunas que se mecen, en un embrujo de molinos que no siempre el viento mueve. Horas de un destino a otro, que se suman en días que se alargan y que hacen dudar el límite convencional de las veinticuatro horas, que llenan su mente con todos los centros educativos de la isla. Resulta casi imposible saber cómo Joaquín Nieto podía atender desde el más grande instituto, en el cambiado Puerto Cabras, hasta el colegio de Tiscamanita o la escuela unitaria de Ampuyenta, no perdida por obra de su atenta visita. La colaboración que tuve en Fuerteventura cuando ejercí mis funciones en la Inspección General fue una de las más relevantes de todas, porque nadie pudo superar el esfuerzo realizado al ser, con diferencia, la zona con mayor y más distanciados centros educativos. Las visitas que realicé a la isla tuvieron para mí la justa compensación del trabajo hecho que comenzaba a primera hora de la mañana. La información puntual del inspector, su conocimiento de los más mínimos detalles en los problemas de los profesores y los centros docentes, mezclados en la hora del almuerzo, con el tomate de manzana negra, picado o entero, el pescado o la carne de cabrito con ajos según tocara, levantando la copa de la amistad y hablando de educación y de lucha canaria, para volver a la educación, convertían mi visita de trabajo en un viaje energético que transformaba la labor inspectora en lecciones del apasionado saber. En la dura tarea diaria, junto a los trayectos de soledad, que permitían la escritura mental de libros que se convertirían, más tarde, en textos impresos, y todo tipo de algoritmos con soluciones que se apuntaban nada más llegar al siguiente destino, Joaquín Nieto contó con la colaboración de los inspectores de educación de la isla de Lanzarote, Fernando Curbelo Fernández, Gorgonio Martín Muñoz y Rafael Curbelo Armas, que con su coordinación de actividades aminoraban aquella soledad, experimentada en el largo terruño tan bien descrito por Miguel de Unamuno en su obra “Por tierras de Portugal y España”. Además de las llamadas telefónicas, casi diarias, para intercambiar problemas y soluciones, ideas para la dinamización de los planes de lectura y otros temas, se organizaron visitas de supervisión por equipos entre las que puedo destacar la realizada por siete inspectores de distintas especialidades, pues era necesario reforzar la tarea pedagógica y de gestión general, que puede hacer con solvencia cualquier inspector independientemente de su procedencia formativa en educación primaria o secundaria, con los temas específicos propios de una materia determinada o de una enseñanza profesional con mayor complejidad de la que pueda parecer a simple vista. La apuesta por un modelo de inspector de educación generalista competente en todo, que arranca de la Ley General de Educación de 1970, no siempre se ha sabido conjugar, con la necesaria especialización que requieren frecuentes actuaciones en las que o el inspector es experto o debe contar con el compañero que lo fuere y, en su defecto, con un relevante profesor que puede actuar de asesor en el tipo de enseñanza o materia requeridos, para no alimentar esa manía pedagógica de enseñar lo que no se sabe y de actuar sobre lo que se desconoce. Con las visitas de inspectores desplazados de otras islas se fortalecía también el trabajo en equipo que completaba la acción individual del inspector de zona, en el marco de una inspección global de Canarias, plenamente coordinada, que tanto apoyara el laureado inspector palmero, Germán González, el amigo recordado con frecuencia en nuestras conversaciones desde que emprendió el viaje definitivo. Las excelentes relaciones de los mencionados inspectores de Lanzarote fueron un apoyo esencial para Joaquín Nieto en Fuerteventura, que pudo así contar con ellos incluso algunos sábados y domingos en los que la tarea se completaba con el buen pescado un día, el cabrito de la zona otro, sin que faltara el sabroso gofio y el buen vino de la isla hermana de Lanzarote, que nunca tuvo tiempo de estropearse por el mareo. Traté siempre de apoyar al compañero inspector que termino siendo el inspector amigo, porque no me gustaba rehuir la brega y allí estuve empleándome a fondo en la unificación del IES “Gran Tarajal”. Aún recuerdo aquel gesto de mala educación cuando la directora lanzó las llaves sobre la mesa, manifestando que allí acababan sus funciones, y la rápida e inspirada reacción que tuve, ordenando que se levantara acta, no aceptando posturas de ese tipo en una directora a la que exigí cumpliera con sus responsabilidades. En modo alguno un inspector puede consentir actitudes irresponsables con grave perturbación del servicio público y por ello es tan importante actuar con prudencia y respeto, pero al mismo tiempo con firmeza y prontitud. Problema resuelto, función de inspección cumplida y clara manifestación de que el inspector de zona no estaba solo. El mantenimiento de la amistad forjada en esos años es un premio no evaluable en los términos materiales con lo que solemos hoy cuantificar casi todo. Esa relación personal con sus compañeros es la que ha llevado a Joaquín Nieto a visitar Lanzarote en múltiples ocasiones, para comprobar los escenarios de su novela “Atashé el Grande”, presentada en Teguise en el año 2019, dedicada a su madre Antonia Reguera González, nacida en la isla conejera. En Haría presentó también el libro sobre “Los licores tradicionales de Lanzarote” y no ha dejado de darse un salto siempre que lo ha demandado ese otro puntal de la inspección de educación Rafael Curbelo Armas. Entre las múltiples facetas de Joaquín Nieto estaba su actividad musical, tema no muy frecuente en nuestras conversas, porque, conociendo mis limitaciones, más allá de los gustos, con el arte de Orfeo, saltábamos al tema de la lucha canaria. En Casillas del Ángel, junto a inspectores que siempre me acompañaban, embelesado Caronte, o en “Mariquita Hierro” en El Cotillo, con el resucitador caldo de pescado, hacíamos fuerza analizando las últimas luchadas vistas en Fuerteventura, Gran Canaria o Tenerife, para mover la mesa más de una vez, empujando como si del rival se tratara, con tanta garra, que, alguna vez, acabó con los vasos de vino derramados, provocando la risa de todos, pero sin la penetrante mirada de atención de la otra parte contratante, que se hubiera producido de estar presente, al quedar la camisa manchada. Allí, llegado ese punto, no cabían tarjetas de amonestación, ni tampoco en Agua de Bueyes o en Valle de Ortega, donde la carne de cabra establecía el silencio entre tantas palabras desbordantes. Un descanso en el debate educativo se volvía imprescindible entre los distinguidos comensales. La Consejería de Educación del Gobierno de Canarias no puede olvidar la labor realizada en el servicio de inspección y la que se ha hecho y se sigue haciendo por personas como Joaquín Nieto, escritor que no cesa línea tras línea, cuando no está en el terreno de Valsequillo, surco tras surco, saltando de los árboles frutales y de las viñas en “Luis Verde” al despacho de los libros canarios y de los otros libros que allí han llegado o que de allí salen para satisfacción de los niños canarios con su nombre ganado en literatura infantil y juvenil que, como él bien dice, es literatura y, por tanto, para niños y para mayores. Hoy quisiera llegar al fondo de “Un barranco lleno de flores”, confundiendo la realidad de tu texto impreso para verte bajar por la vereda con el bastón de mando de los viejos saharauis y poder escuchar tu ameno relato con la sensibilidad infantil que nunca debemos perder, recordando aquel día en el Sauzal con las palabras de agradecimiento y el aplauso de tus compañeros de Tenerife con nuestro coordinador Néstor Castro Henríquez y la presencia también del ilustre Rafael Curbelo Armas, recién llegado desde Lanzarote. Sus palabras sobre su tío Joaquín Reguera González, recientemente fallecido, son la muestra de un complemento esencial en su vida que le han dado fuerza en los momentos más duros. La faceta familiar da explicación a esa energía del extraordinario inspector, del gran escritor canario. Preocupado por la formación del profesorado, seguimos hablando de los temas educativos y de las posibles mejoras de los centros. Siempre ha destacado que el aprendizaje y la enseñanza deben realizarse, de forma compartida, entre el profesorado y el alumnado, con fuerte implicación de la Administración, pues como repetía una y otra vez “la escuela no es un saco donde cabe todo”. El servicio de inspección educativa en Canarias, en el marco general de la educación, nunca ha dejado de estar presente a pesar de nuestras jubilaciones. Las reticencias de determinados cargos con la inspección de educación no es cosa del pasado y no dejamos de sentir cualquier problema que surja, pues, aunque ya no tengamos ni voz ni voto, no hemos podido romper el vínculo con su gente. Ahora toca portar la antorcha a un joven equipo, cuya cualificación nos consta. Sería una pena que nuestras autoridades educativas no aprovecharan el servicio esencial en el sistema educativo, prestado por eficientes inspectores, que como técnicos deben una lealtad profesional, gobierne quien gobierne, pero al que, más allá de ello, no les es exigible afinidades específicas si se quiere mantener una inspección de prestigio, técnica e independiente. De la lucha canaria a la lucha por la educación, con la fuerza de Parri II, desplazando de un lado al otro del terrero de Maspalomas al gran coloso Santiago Ojeda, sigo empujando con Joaquín Nieto, mientras hablamos de temas docentes, aunque cada vez con mayor frecuencia yo tenga que tocar el hombro del oponente para evitar el tremendo costalazo, por los temas olvidados o desconocidos. Cuánto nos gustaría que los problemas educativos se resolvieran con la rapidez con la que el puntal majorero Vicente Alonso resolvía su dura brega con El Palilla de Tegueste. La máxima concentración debe acompañar al inspector en su equilibrada labor sin despiste alguno como sucede en el terrero con los dos bregadores, en cuya lucha no se puede levantar la vista, porque “tras, tras”, al suelo, y deja de ver el final de la agarrada. Unas veces caía uno, otras el otro, pero sin pasividad en la brega, ritmo que debe imperar en la resolución de los problemas educativas, sin ese tiempo con el que la máquina burocrática eterniza los asuntos. Aunar fuerzas, estudiar e ir con paso firme en la inspección de educación, respetando siempre a todos, puede evitar la caída, de ahí la alta exigencia, ya que el fallo puede facilitar la levantada de José Jerónimo “El Pala” y “pal piso”; claro está, Joaquín, que, si toca El Pala en frente, toda preparación será poca. Debemos mucho a Joaquín Nieto Reguera, inspector y escritor, que sigue en la brega, pues la lucha continua. Sirva este sencillo escrito para contribuir a ese merecido reconocimiento que será mayor si es compartido por los lectores. Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, un 23 de mayo de 2020, en Tegueste, escribiendo, cuando acaba la fase uno de una palabra sin sentido en la lucha contra la pandemia del coronavirus.
8 Comentarios
Lorenzo Dorta Garcial
25/5/2020 03:13:24 pm
Manolo magnifico artículo a tu colega.Como conozco Ftv. más me encantó el conocimiento que tienes de la tierra majorera.Ya envié el texto a mis amigos y especialmente a mis cuñados Moncho Paniagua y Armando directores de institutos. Un abrazo .Es un lujo contar contigo en nuestro grupo de los lunes Los Marañuelos.
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Manuel de Los Reyes
25/5/2020 04:43:53 pm
Gracias por la atención. Hemos contados con funcionarios ejemplares. La difusión de su obra nos engradece a todos.
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José Fernández Gonzalez
25/5/2020 04:12:43 pm
Nuestro amigo Manuel nos brinda con una amena charla alrededor de un gran enamorado de su profesión de inspector.
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Manuel de Los Reyes
25/5/2020 04:47:43 pm
Mi agradecimiento por las palabras de la autoridad. Un gran director general con una satisfactoria gestión cobra más valor, si cabe, por su siempre atento análisis, especialmente en estos duros momentos.
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25/5/2020 08:37:10 pm
Mi agradecimiento a don Manuel de los Reyes Hernández, (Inspector General de Educación durate muchos años de mi carrera en la Inspección), por estas inesperadas y cariñosas palabras sobre mi persona. Fue un honor trabajar y cooperar bajo sus órdenes por el bien de la educación en nuestra tierra. Ahora que corren aguas turbulentas (vaya mi disgusto por delante) me han llegado al corazón sus palabras. La acepto con mucho cariño y agradecimiento y le seguiré correspondiendo con mi amistad, respeto y reconocimiento. Un abrazo muy fuerte, amigo. mucha salud y reitero mi agradecimiento.
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Manuel de los Reyes Hernández Sánchez.
26/5/2020 06:13:50 pm
No deben perderse datos que reflejen el trabajo extrordinario y eficiente de personas como Joaquín Nieto. Suerte para los que le hemos tratado. Se merece la gratitud de sus compañeros y de alumnos y profesores por su contribución en la mejora educativa.
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MANUEL AVILA SUAREZ
1/6/2020 07:30:53 pm
Buenas amigo Don Manuel. La reseña sobre Joaquin Nieto me da la oportunidad de asomarme a tu blog para felicitarte, aunque ya lo había hecho a nivel particular, por los trabajos expuestos en este medio y la dedicación que a éstos dispensa.
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Manuel de los Reyes Hernández Sánchez
1/6/2020 09:22:28 pm
Gracias por el comentario de nuestro gran inspector general, Manuel Ávila. He sido un hombre afortunado por haber coincidido con grandes puntales. Ahí ha estado mi suerte.
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