Apagada la voz de don Antonio, ya no puedo escuchar el sugerente relato, en medio de la entretenida conversa, que su memoria aportaba con los precisos datos del periodo de la Segunda República, la Guerra Civil y los duros años que le siguieron, en nuestra Villa de Garafía.
Ángel Rodríguez Pérez con sus noventa y seis años, bien llevados, se ha marchado para siempre con la discreción que eligió como compañera de una forma de vida, con sus buenas maneras, sin tonos elevados, y con la amabilidad como bandera. Las grajas en el cielo palmero desfilan en filas ordenadas para despedir a Antonio Amalia, mientras los rectos pinos supervivientes del último fuego guardan luto, apenados por la erguida figura del caballero que avanza con el paso firme, el atento saludo y el respetuoso comportamiento con todos sus conocidos hacia ese lejano lugar de la eternidad. El hombre del buen hacer, del eficiente encargo, el noble paisano, administrador eficaz y leal amigo se ha ido para siempre. Con la maleta llena de prudencia y discreción, seguro que en las puertas del infinito comprobará, sin molestar, la lista de la gente buena. Allí disculparán la manía de estos lares de confundir los nombres y el empeño por llamar a las personas de manera distinta a lo registrado, y comprobarán uno, dos o tres nombres, que todo es uno y lo mismo, pues don Antonio, Antonio Amalia y Ángel Rodríguez Pérez dan un significado único a la misma persona. Aquí le extrañaremos mucho, y hoy mismo, mientras se velaba su cuerpo comenzamos a recordar los dichos y anécdotas que tan bien retratan la vida campesina de estos lares, con expresiones y refranes tan comunes en los pueblos de nuestra geografía canaria. ¡Qué tiempos de resistencia, austeridad y buena educación! La buena educación que se impartía en el hogar de la más modesta familia y en la escuela con recordados maestros y maestras como don Belarmino o doña Araceli Pombrol Gracia. La austeridad que marcaba la vida del hombre del campo en una economía de subsistencia aligerada por la emigración a Venezuela. La resistencia de mujeres y hombres ante la adversidad y las duras condiciones de vida. Esas tres notas marcaron la trayectoria vital de Antonio Amalia, tanto en Cueva del Agua o Los Llanos de Aridane, como en su estancia en Caracas, pues el viaje a Venezuela, en la década de los cincuenta del pasado siglo, casi fue una obligación para todo joven con afán de progreso y, en ocasiones, como mera búsqueda de un trabajo. Aún me parece ver su recta figura, acercándose a la plaza principal de Los Llanos de Aridane, la plaza de España, con sus pausados pasos para hablar de un pasado con las pequeñas historias de un pueblo que constituyen su Historia. Pocos relatores van quedando de los años veinte del pasado siglo y por ello cobra más valor la mejor descripción hecha de mi bisabuelo Francisco Rodríguez Medina, más conocido -como es uso en estas tierras- por el nombre de Pancho Lidia, dado que el hombre no paraba de trabajar, levantando paredes, en Cueva del Agua, La Montañeta, Huerto del Señor, Fuente del Oro, La Degollada, Raíz del Pino o, más arriba, El Colmenero y Catela, cuando las tareas de siembre o cosecha lo permitían. Hoy, en Los Llanos de Aridane y luego en El Colmenero, primero, con Carmen Nola y, después, con Eusebio, apreciados profesores garafianos, como si fuera una discreta plegaria, surgieron esos hechos que no se han borrado gracias a los mayores como don Antonio. Se va, definitivamente, la generación del esfuerzo que los han transmitido con precisión a la generación del “salto”, que ha podido contrastar los dos modos de vida tan diferentes en un corto espacio de tiempo antes de acabar el siglo XX. Hoy, rememoramos aquellos tiempos en que Quiteria, para pagar el caldero, comprado en la venta de Miguel, tuvo que aportar catorce fejes de pinillo en lugar del dinero circulante que no disponía, aquellos tiempos en que Cándida con más de noventa años respondió con toda naturalidad, un buen día, a la salutación del primer viandante que encontró, en su diario camino hacia el monte, porque monte y costa eran complementarios en la economía de subsistencia familiar. - ¿Cómo estás, Cándida?- la gente del campo siempre respondía: “bien”, aunque existieran pequeñas molestias, que así se llaman incluso a los dolores que no fueran demasiado acusados, la procesión siempre iba por dentro. Cándida era diferente, gozaba de buena salud en la entonces poblada y bulliciosa Cueva del Agua con su diario trajín y parecía hecha de tea garafiana, ya que no había padecido prácticamente enfermedades a lo largo de sus nueve décadas, y contestó con el “bien”, ordinario en el lugar, añadiendo cierta preocupación a pesar de su buen estado físico y mental, con la frase que ha quedado para la posteridad, por el deseo de cada oyente de llegar a su edad con tan sencilla preocupación. - ¿Cómo estás, Cándida? - Bien, por ahora, pero algunas veces me preocupo preguntándome, ¿cómo será mi vejez? Aquí quedamos, don Antonio, con el esperanzador deseo que siga llegando tarde la vejez de Cándida, mientras procuramos que no desaparezca la amabilidad y el respeto que con sencillez y discreción llevó usted hasta el final, porque la cortesía, nobleza y distinción que definen al caballero no son valores exclusivos del pasado. En Cueva del Agua haremos el esfuerzo de transformar la tristeza de la última despedida, en la firme voluntad del buen hacer del garafiano, que se continúa necesitando, aún más, en estos tiempos. Gracias, entrañable Antonio. Manuel de los Reyes Hernández Sánchez, 31 de julio de 2021.
3 Comentarios
Jose Hermogenes
5/8/2021 12:03:42 pm
Qué buen testimonio vivo para celebrar el DÍA DE LOS ABUELOS tan querido por el Papa Francisco. Su presencia y su recuerdo son imprescindibles para tener raíces, para vivir valores permanentes.
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Antonia Rodríguez Riverol
5/8/2021 12:08:54 pm
Muchísimas gracias, en nombre de mi hermana y mio, por esas palabras que describen a nuestro padre con tanto respeto y cariño. El estaría muy orgullo de escucharlas de un paisano como usted.
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Luis Pérez Rodríguez
6/8/2021 08:37:33 am
Cuanto lo siento no poder despedir a mi AMIGO ANTONIO,) pues me encontraba ausente) . Todo lo que puedo decir de el es, que que fué una gran persona, y un mejor AMIGO. Extrañare mucho nuestro cafecito, con conversación siempre amena, fluída, y llena de socarronería. Pues mi AMIGO ANTONIO, aunque no lo pareciera ,tenía mucha" retranca"... Como buen garafiano.. Hasta siempre AMIGO... D. E. P.... Un abrazo grande para sus hijas... Y demás familiares🤗🤗
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