LA MISIÓN CULTURAL ESPAÑOLA EN EL sAHARA. ANTONIO FORNES ANDRÉS, 1975 1984, ANTES Y DESPUÉS.11/5/2020 No hay que ser un avezado detective para averiguar, en el examen de documentos, cuando uno llega a un nuevo destino docente, quién hizo una labor encomiable, quién tuvo un comportamiento del común, y quiénes actuaron como sujetos despreciables denigrando la noble profesión de profesor, si a ello se añaden testimonios orales que permiten contrastar lo escrito. Al aterrizar en El Aaiún en el mes de septiembre de 1987, con un gran afán de aventura y de contar con nuevas experiencias, particularmente, en el campo educativo, disponía de muy pocos medios en un territorio en guerra con enormes limitaciones, pero con un cofre de mucho valor. En los países desarrollados, como sucedía en nuestras Islas Canarias, escaseaba un elemento esencial en la vida, el tiempo. La prisa regía y sigue rigiendo nuestras actividades. Ahora en el Sahara, yo disponía de cajas y cajas llenas de ese oro que es el tiempo, que me permitieron, primero conocer el medio, luego integrarme en su paisanaje y, finalmente, estudiar y analizar su Historia. Mi tarea diaria se podía hacer en menos de una hora, pero yo cumplía desde el primer momento mi horario y me inventaba el trabajo de modo que estaba temprano en mi despacho en la Misión Cultural Española, antigua sede de la Delegación del Gobierno, en el centro de la ciudad, encendiendo la radio para escuchar las emisoras españolas a fin de estar informado sobre nuestro país. Una de las voces que mejor oía era la de Luis del Olmo con su programa “Protagonistas”. Poco después, llegaban el conserje-conductor, Abdelhay ben Brahim Salem Embarek, nuestro Juanito, la limpiadora Zahra Hachimi y Mohamed, el bedel gentileza de las autoridades marroquíes, para iniciar la jornada con la ceremonia del té. Podía fallar o faltar cualquier cosa, pero no se podía hacer nada sin tomar los tres vasitos de sabor amargo, dulce y suave, como la vida, el amor y la muerte, de lo que para ellos era algo más que una bebida. El maestro Conde, y luego Jacinto, normalmente iban directos al Colegio de “La Paz”, la otra dependencia de la Misión, ubicada en la zona alta, en la actual avenida Moulay Ismail. La mañana se ocupaba, primero, con los dos o tres trámites oficiales y el resto, hasta la hora de finalización de la jornada, inventando trabajo. No dejé de pensar en una frase de una de las mejores funcionarias administrativas que tuve en mi vida profesional, Lala, Candelaria Lutzardo, que siempre estaba ocupada frente a algunas otras que, en determinadas épocas del curso escolar, se cruzaban de brazos, alegando que no tenía nada que hacer, a lo que ella respondía: el trabajo se lo busca uno. Fue así como después de tres meses de observación, midiendo todos los pasos y actuando con la máxima prudencia, atendiendo a los precedentes y consciente de las circunstancias del territorio y del marco indefinido en el que operaba, organicé la biblioteca y el préstamo de libros, las clases de español, anunciadas con discreción y sin publicidad, y los encuentros de los españoles. La sede de la Misión Cultural comenzó a ser visitada, también, por algunos extranjeros y otros residentes de El Aaiún, por la acogida demostrada y la posibilidad de comunicación e información sobre la cultura española y la realidad de nuestro país, con un aire renovado, armonizador de indumentarias, la falda junto a la mehlfa, el pantalón de nuestro corte, al lado de la darraa; y aún seguía quedando tiempo para ordenar y no romper cada uno de los papeles, que encontraba en aquella sede, rodeados por todas partes de algo más fino que el polvo, huella evidente de los sirocos de mucho tiempo. Con varios años de experiencia docente y el examen diario de los boletines, todavía me llevé sorpresas tanto en la regulación normativa cuando en una realidad educativa que desconocía. En algunos documentos, del periodo en que El Sahara formaba parte de España, descubrí que, además del comedor escolar, los alumnos contaban con desayuno y merienda durante los nueve meses del curso escolar. La entrega del material escolar y los libros de texto gratuitos se acompañaba con el funcionamiento del ropero escolar. Era la primera vez que examinaba este aspecto, desconocido en Canarias, igual que la merienda, aunque en los años cincuenta se nos diera, en las escuelas, la leche en polvo americana y el queso de bola amarillo, y poco más tarde se fueran abriendo los comedores escolares. En El Sahara, a todo ello se añadía la provisión de material deportivo. Después del examen de documentos seguía quedando tiempo, ese precioso tiempo que no debe perderse nunca, y para comprobar que los documentos respondían a la realidad, hablaba y hablaba con los pocos españoles que quedaban por allí; con monseñor Félix Erviti, último prefecto apostólico de El Sahara, misionero oblato de la Misión Católica, uno de los máximos conocedores del territorio y muy respetado por los saharauis; con los chibani o viejos saharauis, siempre precedido de largo saludo hassanía; y por supuesto, con nuestro gran Juanito, que sabía casi todo, por haber sido testigo de muchos hechos vividos en primera línea, en las diferentes escuelas nómadas y en el propio Aaiún. En el análisis minucioso de la documentación existente, de los papeles archivados o almacenados, en aquella Misión Cultural Española, pronto me di cuenta, que detrás de la misma, se escondía un gran hombre, que nunca recibió los reconocimientos y las condecoraciones propias para personas de su probidad y mérito. Ese hombre no era otro que Antonio Fornes Andrés, primer jefe de la Misión Cultural y auténtico creador de la misma. No merece la pena enumerar los nombres del común, salvo que se quiera realizar algún estudio pormenorizado, publicar obras estadísticas, o elaborar una relación para un estudio más completo. Sí sería oportuno señalar a unos pocos que, haciendo dejación de sus funciones, mancharon la excelente labor de muchos otros profesores, que en algunos casos se jugaron la vida en el interior del desierto, aunque unos hechos lamentables no pudieron, en modo alguno, borrar la encomiable labor de aquellos maestros como Cayo, Emilio o Carmelo, por citar solo tres nombres de una inacabable lista del buen hacer. Resulta difícil comprender que unos pocos funcionarios, con altas retribuciones, buscaran un complemento económico, viajando los fines de semana a Gran Canaria con productos de marroquinería y al regreso llevaran ropa interior, pastillas, revistas de “destape” y chucherías para venderlas a primera hora de cada lunes, en las propias aulas del colegio, de modo que, con sus trapiches, regalaron, a las autoridades marroquíes, un argumento para no permitir la impartición de las clases en español en el Sahara, aunque la razón de fondo de tal prohibición, claramente, fuera otra. Testimonios orales contrastados avalaban datos de los documentos escritos, añadiendo información complementaria, sin que encontrara explicación para unas actuaciones que tendrían que haber producido consecuencias disciplinarias. Pero si, al examen del marco de confusión jurídica y las circunstancias políticas generales, se añade la bondad natural y la confianza de Fornes, encontramos el motivo del borrón en el general buen escribir, con la ausencia de medidas en el caso. Antonio Fornes Andrés era delegado de Educación en el Sahara en el momento que España, en uno de los episodios más triste de su Historia, abandona un territorio. En lugar de acogerse a las medidas adoptadas que garantizaban el puesto de trabajo a los funcionarios de carrera que regresaran a España, contra la opinión de muchos y la sorpresa de otros, Fornes opta por quedarse en El Aaiún al frente de los profesores que también deciden permanecer allí en una situación especial sin un estatus definido. En septiembre de 1975, poco antes de España abandonar el territorio y surgir la Misión Cultural Española, El Sahara contaba con los siguientes centros de enseñanza. Centros públicos: Enseñanza Media: Instituto Nacional de Bachillerato de El Aaiún “General Alonso”. Instituto Nacional de Bachillerato de Villa Cisneros. Enseñanza General Básica: Colegio Nacional “La Paz” de El Aaiún. Colegio Nacional “Sahara” con los anexos General Latorre y Saguía Hamra. Colegio Nacional Foillod de El Aaiún. Agrupación Escolar de Fosbucraa. Agrupaciones Escolares de Smara, Argub, La Güera y Auserd. Centro de Educación Especial de El Aaiún. Escuelas de Cabeza Playa, Daora, Hagunía, Hausa, Tifariti, Echdeiría, Mahbes, Amgala, Guelta Zemmur, Cabo Bojador, Fum el Uad, Tichla, Bir Nzran, Gleibat el Fulag y Agenit. Residencia de Estudiantes de El Aaiún. Residencia de Estudiantes de Villa Cisneros. También existía un centro de estudios árabes y enseñanza radiofónica con la Emisora Cultural de El Aaiún y una Escuela Hogar de la Sección Femenina. Centros privados; Colegio “Atlántico” de El Aaiún Colegio “Sagrado Corazón” de El Aaiún. Cuando el “Dassault Falcon 20” aterrizó en el aeropuerto de El Aaiún, poco después de las once de la mañana del día 2 de noviembre de 1975, con el Príncipe de España, como jefe del Estado en funciones, en una visita sorpresa al territorio de El Sahara, sus palabras pronunciadas en el gran salón del casino militar: “España cumplirá sus compromisos”, crearon una percepción de seguridad, que pronto se desvaneció. Una sucesión vertiginosa de acontecimientos cambiará el panorama político radicalmente. La sensación de abandono de El Sahara produjo una enorme tristeza, de lo que son buena muestra las entrecortadas palabras del secretario general del Gobierno del territorio del Sahara, Luis Rodríguez de Viguri, el honorable coronel, al comunicar la verdad sobre la posición española, mientras afloraban las lágrimas en sus ojos y su corazón palpitaba, intentando explicar lo inexplicable, como sucedió en “El Colegio La Paz”, ante numerosos consternados saharauis. Más tarde diría: “Me engañaron entregando el Sahara a Marruecos”. La Marcha Verde, con el sello del acuerdo “de cordobés a cordobés”, de la cara amable del régimen, José Solís Ruiz, y la consiguiente retirada del ejército español, marcaría una de las páginas más vergonzosas de la Historia de España, arriándose la bandera “rojigualda”, por última vez el 19 de diciembre de 1975, a las 6 de la tarde. Un final precipitado en todo, con incertidumbre en ciertos campos como el de la educación. Pocos españoles quedan allí, pero uno de ellos será la referencia, por su saber, por su hacer, por su autoridad, Antonio Fornes Andrés, último delegado de Enseñanza. El 21 de junio de 1976, Antonio Fornes Andrés firma la memoria de actividades del curso 1975/76 como “Delegado de Enseñanza” y como “Jefe de La Misión Cultural”. Por la vía de los hechos ya no tenía sentido ni cometido el cargo de delegado y por esa misma vía se estaba imponiendo una nueva entidad, la Misión Cultural Española, sin que existiera un decreto del Gobierno que la hubiera creado. Y aquí aparece la maestría, la discreción y la valentía de un hombre; Fornes va delante y el Ministerio de Educación detrás. Surge una gran esperanza en la consecución del noble objetivo de la permanencia cultural española en El Sahara. El 12 de julio de 1979, la Secretaría de Estado para la Administración Pública de la Presidencia del Gobierno de España elabora un documento en el que define los cometidos que corresponde, por un lado, al jefe de la Misión de Ayuda al Sahara y, por otro, al jefe de la Misión Cultural y al Depositario-Administrador de los bienes españoles. El 25 de febrero de 1982, Fornes remite a la Subdirección General de Educación en el Exterior un anteproyecto de Reglamento de Régimen Interno para la Misión Cultural Española en El Sahara. Han pasado seis años de labor constante sin pasos claros en la definición del marco jurídico de la Misión Cultural Española, pero todavía la esperanza se mantiene. El 12 de noviembre de 1983, el día triste de la Misión Cultural, las autoridades marroquíes que gobiernan de facto el territorio, suspenden todas las clases al alumnado no español, según comunicación efectuada a las 11 de la mañana, por el Gobernador que estaba acompañado por el delegado de Enseñanza marroquí, el jefe superior de policía y del secretario particular, señor Keruani, el hombre fuerte en el Sahara, actuando de interprete el profesor señor Mohail que acompañó desde el primer momento al Comisario jefe, encargado de notificar la comparecencia. La esperanza casi se pierde. El 27 de febrero de 1988, a los cinco meses de mi llegada a El Aaiún, elevo un informe proyecto al Cónsul General de Rabat con el fin de potenciar la Misión Cultural Española y recuperar el anteproyecto de Antonio Fornes, pero su actuación, entre poco y nada, debió estar más cerca de lo segundo. Una cena con larga conversa hasta bien entrada la noche, me permitió descubrir, para mi sorpresa, que un diplomático pudiera haber superado sus oposiciones sin ser licenciado en Derecho, y ello no tendría que ser negativo, lo malo es que yo me diera cuenta, y, lo peor, fue confirmar la falta de operatividad del alto cargo. Comencé a pensar, un tiempo después, que esta no era la vía más apropiada, dado el estatus legal del territorio y que, por otra parte, la Misión Cultural Española dependía directamente de la Administración central española, teniendo el jefe de la misma facultades inspectoras y, en modo alguno, dependencia de la inspección que el Ministerio de Educación tenía para los centros del Norte de Marruecos, los cuales no tenían problemas de definición jurídica, al estar amparados por un acuerdo internacional entre España y Marruecos. Por estas razones me desplacé tiempo después a Madrid y despaché directamente en el Ministerio de Educación con Luis Berlanga Reyes, y en el Ministerio de Asuntos Exteriores con Miguel Ángel Moratinos, entonces subdirector General para África del Norte, y años después ministro. En la entrevista salí reconfortado por los ánimos que me dio, el conocimiento que demostró sobre El Sahara, su preocupación por cada uno de los más mínimos detalles y especialmente por el arreglo de la situación del empleado de la Depositaría de los bienes del Estado Español en el Sahara, Marcos Medina, de Gáldar, recordando múltiples anécdotas de su visita a El Aaiún, y la explicación de las dificultades jurídicas para la solución del problema de la Misión Cultural. Una persona sencilla, cercana y competente, cuyo reconocido respeto en los países árabes, por el conocimiento de los mismos y su talante, no haría sino crecer a lo largo de su carrera ministerial. La esperanza se recobra. El 24 de febrero de 1989 se elaboró un Informe destinado al Consulado de España en Rabat por el Depositario de los Bienes del Estado Español en El Sahara, que antes había sido jefe de la Misión Cultural Española, en el que se reseña la necesidad de mantener las comisiones de servicio para los dos profesores a lo que había quedado reducida la Misión Cultural. El 13 de octubre de 1989, como jefe de la Misión Cultural en El Sahara, elevo el Documento de Organización y Resultados del curso 1988/89, incidiendo en potenciar la Misión Cultural Española y en la transformación de la misma en un centro público de características similares a los que España tiene en los diferentes países, resaltando al final que el mantenimiento y la expansión de la lengua española en la zona merecen el esfuerzo de todos, sin que tuviera una respuesta concreta. La esperanza se debilita. En septiembre de 1990 dejo el Sahara, con enorme tristeza, con muy pocas dudas de que la situación del territorio fuera a cambiar, a pesar de los rumores reinantes sobre la solución del conflicto y la firma de un alto el fuego entre el Frente Polisario y Marruecos que se produciría poco después el 6 de septiembre de 1991. Retorno con el buen sabor de los pasos dados, pero con el convencimiento de la imposibilidad de una mejora substancial de la Misión Cultural Española, al ser necesario un acuerdo internacional similar al que España tenía con otros países para la difusión del español y de la cultura española, que allí no podía establecerse por las repercusiones jurídicas sobre El Sahara entre el reino alauita y el reino de España. La esperanza se desvanece. Al superar el concurso de méritos convocado al efecto, regresé a Canarias para desempeñar el puesto de inspector de educación. Los nombres como los de Antonio Fornes Andrés no deben ni pueden ser olvidados, o quedar reservados a los perdidos documentos de algún archivo, camino del vertedero por el transcurso del tiempo. No lo harán si contamos los hechos, como ahora con esta modesta contribución, y si los lectores se hacen eco, convencidos de la gratitud de los pueblos. Este escrito puede ser el punto de partida de un reconocimiento mayor a un gran profesional, un funcionario hábil y, sobre todo, un hombre valiente. Fornes quiso quedarse en El Aaiún cuando la casi totalidad de la población, voluntaria u obligadamente, abandonó el territorio saharaui, como consecuencia inmediata de la marcha verde, Al Massira, que tuvo lugar a finales de 1975. El último delegado de Educación y primer Jefe de la Misión Cultural Española en el Sahara logró navegar en los turbios momentos iniciales en medio de un estatus jurídico indefinido, gestionando una situación de facto que hacia 1979 alcanza, al menos, cierta definición de cometidos educativos en lo que va llamándose Misión Cultural Española, para mantener la enseñanza básica y con bastantes limitaciones algo de la enseñanza media que llega hasta finales de 1983, cuando las autoridades marroquíes estiman que no hay un amparo legal, sin que existiera variación alguna respeto al periodo anterior, y prohíben la enseñanza de español a quienes no fueran españoles. No interesaba la proyección del español y unos pocos profesores con sus trapicheos comerciales se lo pusieron en bandeja. Algunos alumnos saharauis estarán oyendo todavía las palabras leídas de aquel texto que se colocó en el tablón de anuncios del colegio de “La Paz”, en El Aaiún, en árabe y español: “Pendientes de resolución de un trámite administrativo se suspenden, temporalmente, las clases”. Si alguien, todavía, tiene dudas de que la Administración es lenta, aquí tiene la prueba para despejarla, pues, en el día de hoy, no está resuelto tal trámite administrativo, a pesar de los 37 años transcurridos. Así se escribe la Historia. La labor de Antonio Fornes se vino abajo, pero no se borró y, aunque reducida en recursos humanos y materiales a una presencia casi testimonial, ha llegado hasta nuestros días con la permanencia de dos profesores en el Colegio “La Paz”. La sensibilidad política que existe, aún en nuestros días, sobre todo lo relacionado con el Sahara Occidental, como ha ocurrido con los planes del Instituto Cervantes, y con el reciente cierre, en febrero de este año, de la oficina de la “Depositaría de los bienes del Estado Español en el Sahara,” que había funcionado como una especie de viceconsulado de hecho, aconsejan prudencia. Decir que no fue lo que fue, y despachar el cese de funciones con “el aquí no pasa nada” tan español, y tan bien analizado por Ortega y Gasset en el diario “El Sol” para demoler la desgastada monarquía de Alfonso XIII, cuando pronunció la célebre frase, no alimenta la esperanza. Duro papel para la ministra Arancha González Laya, pero este no es un tema baladí, aunque no se haya llegado a una solución jurídica del conflicto con aceptación internacional. No se puede dejar de reconocer la evolución democrática que ha experimentado Marruecos, casi un sueño en aquellos momentos de gran tensión que viví a finales de la década de los ochenta del pasado siglo, ciertos días en los que no era posible la comunicación exterior y en los que se oía en todo El Aaiún el estruendo, más débil en la calle de La Marina, más fuerte en Colominas, de los aviones de combate, Mirages y F 5, entre otros, saliendo del aeropuerto, desarrollo democrático que debería facilitar acuerdos. Ahora bien, la cautela y el comedimiento, que imponen las sensibles relaciones de España y Marruecos, en estos temas, no deben ni pueden ser obstáculo para destacar la labor de muchos profesores y maestros en el Sahara, cuando el territorio formaba parte de España y cuando la Administración del mismo corrió a cargo de Marruecos y, especialmente, para enaltecer lo que fue público y notorio. Un hombre solo, un solo hombre, Antonio Fornes Andrés, salvó el honor educativo de España. De unos amarillentos papeles, Fornes Andrés, ha dado el salto a este medio que deseo le lleve de lugar en lugar, escapando para siempre del expurgo de algún mediocre funcionario, al que no le interese la Historia; dejando atrás la dura hamada para descansar bajo la acacia con débil sombra, a un lado de la arenosa “saguia”, con el recuerdo de la mayor umbría bajo las palmeras del refrescante oasis de Meseied en las tierras del Sultán Azul, Ma al Aynayn. Dejar expresa la gratitud a Antonio Fornes y al Sahara es un acto de justicia. El Sahara y Antonio Fornes Andrés tienen un lugar en esta página, Manuel de Los Reyes Hernández Sánchez, jefe de la Misión Cultural Española en el Sahara, entre 1987 y 1990. Tegueste, otra vez con tiempo, el 4 de mayo de 2020, en casa, revisando papeles, sin horas para salir a la calle.
17 Comentarios
José Fdez Glez
11/5/2020 03:21:44 pm
El profesor Manolo relata su estancia en el Sahara de una forma meticulosa y administrativamente cuidada, para no intervenir con opiniones personales sobre la situación del momento.
Responder
Manuel de Los Reyes
12/5/2020 02:10:48 pm
Gracias por lo comentarios de mi apreciado director general. La opinión de un sólido catedrático de Universidad me llena de satisfacción.
Responder
Inmaculada C. Pérez Hdez.
11/5/2020 03:32:24 pm
Muy buena contribución para rescatar uno de los hechos importantes del fin de nuestra presencia en la "provincia" del Sahara. Es un.orgullo constatar como algunos humildes funcionarios, dejaron testimonio dignidad, valentía y apoyo a los saharauis ante la afrenta de la actuación de España. Por la independencia de la RASD
Responder
Manuel de Los Reyes
12/5/2020 03:11:52 pm
Traté de hacer mi labor en el Sahara lo mejor posible. Me vine con tristeza, pero dejando allí una parte de mis sentimientos.
Responder
María Jesús
11/5/2020 06:21:48 pm
Qué interesante conocer de primera mano esta parte de nuestra historia reciente que afectó directamente a muchos canarios.
Responder
Manuel de Los Reyes
12/5/2020 03:13:14 pm
Gracias por el comentario. Sigo viviendo, de alguna manera, e aquella tierra.
Responder
Celestino Celso
11/5/2020 07:28:12 pm
Una nueva aportación de mi hermano Manuel, que he leído con interés. Esta vez, sobre un destino singular, que tuvo en su trayectoria profesional. Ocasión de su lectura, que mcme permite, además, traer a mi memoria el desplazamiento que también hice al Sáhara, puntual, y que siempre le agradeceré que aceptara y me acogiera.
Responder
Manuel de Los Reyes
12/5/2020 03:16:37 pm
Recuperar testimonios que se pueden perder de hechos relevantes, me complace. Si, ademas, se pone de relieve el buen hacer de un funcionario que destaca sobre los demás, me quedo contento.
Responder
Ángel Gabriel
12/5/2020 03:11:09 pm
Fantástico artículo y felicitaciones a D. Manuel por un escrito muy claro y emotivo. Gracias.
Responder
Manuel de Los Reyes
13/5/2020 08:26:42 pm
Gracias por el comentario. Considero un deber reflejar algunos datos que podrian perderse.
Responder
Juana González González
13/5/2020 01:11:53 pm
¡Muy buena crónica sobre esa parte de la historia que nos es tan desconocida! Es triste y a la vez gratificante, saber que algunas personas intentaron dignificar una transición española en ese cercano lugar para los canarios, que fue abandonado por una España, que en el suelo peninsular vivía una etapa muy convulsa!
Responder
Manuel de Los Reyes
13/5/2020 08:30:31 pm
Quiero devolver algo de lo que recibí. Tres años gratificantes en El Sahara.
Responder
Teresa
16/5/2020 09:51:26 pm
Me ha encantado leer tu experiencia en el Sáhara. Desconocía por completo tu trayectoria,tan interesante y ejemplar como todo lo q has hecho a nivel educativo. Gracias por compartirlo!!!
Responder
Manuel de Los Reyes
16/5/2020 10:29:22 pm
Gracias por palabras que animan a reflejar hechos de mi trayectoria profesional. Intento ahora, con más tiempo disponible, escribir para que no se pierdan algunos datos no publicados hasta la fecha.
Responder
18/7/2020 09:19:05 pm
Buenas tardes, he leído su artículo, he sentido mucha curiosidad puesto que viví en el Aaiùn y casuaemtw mi padre fue director del colegio La Paz y secretario del mismo, se llamaba Rafael González Rodríguez. Anteriormentw estuvo 6 años destinado en Smara. En noviembre del 75 fue obligado como gran parte de los civiles abandonar el Sáhara, siendo destinado a Las Palmas, jubilandose tres años más tarde por jubilación.
Responder
25/12/2020 10:34:26 pm
Con todos los respetos al autor de este artículo, Monseñor Félix Erviti no fue el último Prefecto Apostólico del Sáhara. Después de él fue nombrado Monseñor Acacio Valbuena y posteriormente el Prefecto Apostólico actual Monseñor Mario León. Soy uno de los tres misioneros que estamos en el Sáhara actualmente. Datos que se pueden verificar fácilmente en los sitios oficiales del Vaticano entre otros.
Responder
José Ramón Fornes Gómiz
3/12/2022 08:35:05 am
Distinguido Manuel. Soy uno de los 8 hijos que tuvo Antonio Fornes Andrés y Pilar Gómiz Salazar nuestra incansable madre e infatigable compañera en todos los periplos de mi padre. Cuando encontró mi hermana Pilar esta crónica y nos la pasó a los hermanos, nos conmovió de tal manera que quisimos contactar con usted pero no lo conseguimos. Nos sedujo sobremanera que una persona que no conoció personalmente a mi padre fuse capaz de describir su enorme entrega a la educación y convivencia con los saharauis. Yo tuve la fortuna de vivir y estudiar en el Aaiún 5º de Bachillerato en el Instituto General Alonso en el curso académico 1973-1974 con 15 años. Guardo en mi corazón la atracción tan intensa que me produjo el desierto y sus pobladores y la relación tan estrecha que existía entre los españoles y los saharauis. Mi padre hizo mucho por ello en todos los ámbitos. Gracias, Don Manuel de los Reyes por haber glosado de esa manera la figura de mi padre. Todos mis hermanos se lo agradecen.
Responder
Tu comentario se publicará después de su aprobación.
Deja una respuesta. |
powered by Surfing Waves
|