Las circunstancias nos van moldeando y apenas nos podemos explicar sin ellas. En mi amistad con Francisco Afonso, una vez más, las casualidades y coincidencias tienen un gran protagonismo, pues posibilitaron unos primeros contactos en el ejercicio profesional en la inspección de educación, que me permitieron profundizar en el conocimiento de su persona, especialmente, al ser destinado el compañero a la isla de El Hierro, donde yo había sido inspector de educación durante el curso escolar 1990/91. Las largas conversas, en Valverde y en el “Mirador de La Peña”, en La Caleta y Tamaduste, en La Restinga y en Frontera, en el “Pozo de Las Calcosas” y en la “Hoya del Morcillo”, prueba de que la isla es más grande de lo que se dice, hablando de todo y examinando los problemas de la educación en Canarias, me permitieron descubrir nuevas facetas en el excelente profesional que yo no había descubierto. La bondad, la tolerancia, la inquietud por mejorar los centros y su compromiso por la innovación educativa completaron las cualidades de la imagen de la persona que la suerte había puesto de nuevo en el sendero de la educación que yo transitaba. Hoy el compañero y amigo vive un tanto retirado, dedicando alguna de sus horas al campo, que tanto cuidaron nuestros antepasados. La lectura en casa, la alegría de los nietos, la tranquilidad de saber que sus hijos han triunfado en el campo profesional y los encuentros con los amigos, llenan el espacio del horario flexible que se alcanza con la jubilación. Toca disfrutar de la naturaleza con mayor intensidad, especialmente para quien su isla significa tanto y por ello, al mismo tiempo, no deja de comentar la pena que le alcanza al ver el abandono del campo tan perjudicial para nuestra economía y nuestro paisaje, y la desidia por un archipiélago en el que es tan importante cuidar la afortunada naturaleza que la naturaleza le dio. Con Francisco Afonso León, otra vez la suerte jugó su papel. Además de conocerle y tratarle durante muchos años, los demás compañeros estimaron que yo debería ser el que hiciera la laudatio con motivo de la entrega de la distinción “Viera y Clavijo” el día 9 de mayo de 2006, por ello me remito a las frases pronunciadas con tal motivo para que, quienes no estuvieron presentes y le hayan conocido, sepan algo más de él.
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